Por qué y cómo apoyan los grandes empresarios a Rajoy"Verá, y como le decía, usted siempre tuvo opciones. Pudo elegir y siempre eligió contra los más débiles. Entre los empresarios o los trabajadores, usted eligió ir contra los trabajadores. Entre la escuela pública y la privada, usted optó por ir a favor de la escuela privada. Entre pedir un esfuerzo a los pensionistas o pedírselo a la industria farmacéutica, usted se lo pidió a los pensionistas. Y entre subir los impuestos de las clases medias o subir los impuestos de las grandes fortunas, usted optó a favor de las grandes fortunas. Siempre contra los más débiles. ¿Sabe por qué, señor Rajoy? Porque son ustedes de derechas, porque usted es el líder de la derecha española. Ha sido usted coherente". Alfredo Pérez Rubalcaba. Discurso sobre el estado de la nación del 25 de febrero de 2014.
Basta leer el párrafo anterior para entender que el insoportable maniqueísmo al que ha regresado el secretario general del PSOE sea un auténtico estímulo para reagrupar a las fuerzas del centro y la derecha ante el ciclo electoral que comenzará el próximo día 25 de mayo con los comicios al Parlamento Europeo. La involución del socialismo español expresado en las precedentes palabras de Rubalcaba se añade a la incertidumbre endógena de un partido cuya oferta de certezas para el futuro inmediato es mínima. No sabemos -nadie lo sabe- quién será el líder del PSOE ni de qué modo los movimientos extremos en la izquierda están condicionando su discurso y sus propósitos políticos. Pero el párrafo anterior permite suponer por dónde van los tiros.
Seguramente Rubalcaba no debatía con Rajoy, sino con las amenazas al PSOE procedentes de la izquierda de Podemos, de los 'indignados', de los movimientos extremos que anidan en Izquierda Unida Con el principal partido de la oposición entonando ese discurso dieciochesco y anacrónico, incierto y demagógico, es entendible que Mariano Rajoy se preguntase en alto con quién debatía Rubalcaba, al que según el CIS ganó ampliamente en el debate sobre el estado de la nación. Seguramente no debatía con él, sino con las amenazas al PSOE procedentes de la izquierda de Podemos, de los 'indignados', de los movimientos extremos que anidan en Izquierda Unida y de las agrupaciones de jóvenes izquierdistas que ya se organizan para votar en las primarias en las que Rubalcaba desea comparecer y ganar.
La razón por la que Mariano Rajoy se ha alzado como un presidente del Gobierno con poderes indiscutibles no consiste sólo en la mayoría parlamentaria que le apoya, sino también en la incomparecencia de adversarios alternativos, en la inconsistencia absoluta de ofertas de liderazgo diferente. Rajoy no es que sea el mejor de los posibles, sino que es el menos malo de los políticos de los que, en esta hora, dispone España.
Un hombre con tendencia a la inmovilidad que se niega a cambiar la Constitución en tiempos de turbulencia; que mantiene a sus ministros ofreciendo una suerte de estabilidad gubernamental que fija la imagen de un Ejecutivo con continuidad; que atiende las advertencias de la troika y ejecuta las reformas que le requieren los mercados; que se niega a dar un paso -para no darlo en falso- en la cuestión catalana; que -pese a errores como la excarcelación de Bolinaga y la precipitada ejecución de la sentencia sobre la irretroactividad de la doctrina Parot- no negociará jamás lo que le pide el PNV y la izquierda radical abertzale: que negocie con ETA; que, ni en sueños, le planteará al Rey la abdicación, ni desarrollará el Título II de la Constitución sobre la Corona; que se deshace de sus enemigos sin alharacas y sin dejar huella; que bajo su mandato -hecho inédito- han destituido a los tres directores de los tres principales periódicos de España; que, al tiempo que achicharra a sus colaboradores, los mantiene hasta su amortización completa y que espera a reivindicarse cuando acabe la legislatura sin que antes -en las autonómicas y municipales de 2015- se haya producido catástrofe alguna para el PP, sino una fragmentación más en la izquierda radicalizada que en la derecha. Ese es Rajoy.
Cuando en un Estado desvencijado como el español, un registrador de la propiedad con dosis suficientes y parecidas tanto de sentido común como de desdén, algún cinismo natural en sus comportamientos, con ignota inteligencia emocional pero con una idea cierta y permanente del poder, es la única referencia solvente, por comparación con otras que no lo son, la fuerza social y política del empresariado -llámese si se quiere Consejo Empresarial para la Competitividad- se atiene a lo que de sólido se da en su personalidad y en su gestión, y la apoya.
El empresariado apuntala a Rajoy y lo hace saliendo a las plazas financieras europeas y americanas y explicando y valorando positivamente sus reformas; emitiendo informes con sesgo optimista; secundando los movimientos gubernamentales El Gobierno de Rajoy no es business friendly como daría a entender la soflama de Rubalcaba. Podría afirmarse sin demasiado riesgo que es todo lo contrario a lo que ese anglicismo significa. Y, sin embargo, el empresariado -que tiene un amplio angular internacional y terminales en todos los mercados y conexión con emisores políticos y prescriptores- apuntala a Rajoy y lo hace saliendo a las plazas financieras europeas y americanas y explicando y valorando positivamente sus reformas; emitiendo informes con sesgo optimista; secundando los movimientos gubernamentales en el tablero de una España en crisis sistémica para no agudizar aún más la enfermedad e insuflando esperanzas sobre un futuro que no termina de despejarse.
Cuando todos los poderes -recuerden: El fin del poder, el mantra de los intelectuales con Moisés Naím al frente- parecen fallecer o minimizarse, dispersarse desordenadamente, los grandes empresarios españoles, con el pragmatismo propio de su idiosincrasia, están con Rajoy como seguramente no lo han estado con otros presidentes, acaso porque no lo necesitasen como él. Porque Rajoy es lo que hay frente a lo poco, incluso a la nada, que se le opone en el Parlamento o en la calle, en el centro o en las periferias. La fortaleza del gallego es la del tuerto que reina entre los ciegos y su chance es el de quien tiene el pájaro en mano y no ciento volando. Y de ese apuntalamiento empresarial de Rajoy (y de lo que Rajoy garantiza: desde la estabilidad en la Jefatura del Estado hasta la unidad constitucional de España) no parecen haberse enterado ni Rubalcaba (¿a quién se le ocurre hacer un mitin en vez de un discurso en el debate parlamentario más importante del año?), ni mucho menos, Artur Mas. Si, en cambio, los periódicos y, en particular, algunos periodistas.
COMENTARIO:
Está claro, que Rajoy no es Richelieu, ni Bismarck, ni Roosevelt… Rajoy es Rajoy, un político mediocre cuya pretendida principal virtud es no correr riesgos con la inversión política que le corresponde en el tiempo (lo que condenaba explícitamente el Nuevo Testamento en la parábola de los talentos: al que observaba ese comportamiento se le expulsaba a las tinieblas exteriores, donde habría llanto y crujir de dientes).
No me extraña que tenga el favor de los empresarios, que tienen una visión sesgada de la realidad, en la que prima el componente económico y la estabilidad gubernamental que disipa incertidumbres.
Y en cuanto a la situación económica:
1 ) Es verdad que era muy mala, que la herencia recibida fue demoledora, de auténtica tierra quemada. Como Atila, donde pisó el nocivo iluminado, no ha vuelto a crecer la hierba. Y es verdad que, sin lanzar las campanas al vuelo, algo ha mejorado bajo el mandato de Rajoy, y negar esto, como hace Rubalcaba, es negar la evidencia y arriesgarse a ser devorado por ella.
2 ) Es verdad que, como dice el Refranero, "el que a hierro mata, a hierro muere"; que Rajoy negó el pan y la sal al nocivo iluminado, y los socialistas le han negado a él el mismo alimento y condimento, pero también es verdad que él no fue responsable de las hipotecas de los socialistas y los socialistas sí lo fueron, en medida apreciable, de las suyas.
3 ) Es verdad que se cometieron errores de bulto en la relación con Bruselas, pero también es verdad que Rajoy no se dejó fagocitar del todo por ella. Su dontancredismo aquí ha tenido cierto mérito, evitando males mayores en forma de exigencias comunitarias de obligado cumplimiento. Pienso, por ejemplo, en las pensiones, cuya profunda jibarización hubieran aplaudido con las orejas las instituciones comunitarias.
4 ) Es verdad que Rajoy ha apelado poco al diálogo, pero también es verdad que el diálogo, en algunas ocasiones —no en todas— acaba siendo estéril y consume tiempo.
5 ) Es verdad que hay alternativas para intentar solucionar la crisis económica, pero también es verdad que dentro de la UE sólo le quedaba restringir gastos y aumentar los ingresos.
6 ) Es verdad que no ha cumplido de forma significativa su promesa de podar la frondosa jungla de las Administraciones Públicas patrias, pero también es verdad que era inevitable tomar otras medidas impopulares, y en este país todos somos grandes defensores de lo nuestro y estamos radicalmente en contra de toda pretendida injusticia… que no nos favorezca.
Pero la vida no empieza y termina en la Economía, por importante que ésta sea, y en lo que se refiere a la gestión de gobierno de Rajoy acerca de las reformas absolutamente necesarias para oxigenar un poco el enrarecido ambiente político que soportamos, ni está ni se le espera. Y eso está condicionando, y va a condicionar todavía más en el futuro, el curso histórico de España.
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