Una familia que fue denunciada en 2008, en una vivienda de alquiler social
Niño pobre en un país rico
Faltan políticas para proteger a la infancia y la educación es clave
“Ser pobre no es tener hambre ni dejar de ir a la escuela, sino falta de libros y mala alimentación”, dice Marta Arias, de Unicef.
Siete veces se mencionó la palabra infancia, en 17 ocasiones se dijo niño, y ninguna niña, en los dos días que se prolongó el debate del Estado de la Nación celebrado el pasado febrero. Siempre en referencia a la situación de pobreza que aumenta en este colectivo de la sociedad. El primero en sacar el tema fue el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba; y Rosa Díez, de UPyD, fue la que más tiempo dedicó a denunciar este problema en la tribuna del Congreso, que se resume en una cifra: más de dos millones y medio de menores viven en hogares por debajo del umbral de la pobreza relativa, es decir, con menos de 14.784 euros para dos adultos y dos hijos (308 euros al mes por miembro de la familia), según datos de Unicef y Save the Children en base a las estadísticas del INE.
El dato coloca a España a la cabeza en pobreza infantil en la Unión Europea, solo por detrás de Rumanía, según datos de Eurostat de 2013 recogidos en un informe publicado por Cáritas Europa el pasado jueves, que solo se basan en la renta. Lo que da cuenta de la magnitud de un problema que, una vez radiografiado y denunciado, abre importantes preguntas y, sobre todo, la urgencia de responderlas. ¿A quién afecta en un país en crisis pero, en definitiva, rico? ¿Qué medidas se han tomado? ¿Cómo romper el círculo de pobreza que ha atrapado a los adultos del futuro? ¿Qué efectos puede producir no hacerlo tanto en los pequeños como en la sociedad en su conjunto?
Paloma (nombre supuesto) y su familia saben muy bien lo que esconden las cifras y sus consecuencias. Esta madre de una niña de cinco años y un chaval de 12 no puede contener el llanto al reconocer que el mayor ha llevado muchos meses zapatillas con agujeros en la suela. “Hasta que se dio cuenta mi madre y me dio para que se las cambiara”, dice después de un largo silencio para recomponerse de la emoción. En casa de Paloma no hay dinero para ropa nueva o ir al cine desde 2008, cuando su marido fue despedido —“el mismo día que nació mi hija”, dice— y quebró la última de las tres carnicerías que tenían, dejándoles una importante deuda con Hacienda y la Seguridad Social. En poco tiempo ya no podían pagar la hipoteca de sus dos viviendas (una de ellas en la playa) e incapaces de venderlas, acabaron desahuciados en 2009, agotando los subsidios y sin más apoyo que la familia.
“Ser pobre en España no es tener hambre, pero sí mala calidad de alimentación. No es no poder ir a la escuela, sino no tener material para estudiar. Hablamos de falta de oportunidades y vulneración de los derechos de los niños”, apunta Marta Arias, directora de sensibilización y políticas de infancia de Unicef España, en el marco del debate celebrado por EL PAÍS y la Fundación La Caixa sobre pobreza infantil.
El Gobierno destina 17 millones en cuatro años contra la pobreza infantil
“Esto significa falta de oportunidades para mañana. La pobreza infantil de hoy generará situaciones dramáticas en el futuro que todavía no podemos percibir”, añade José Luis Graus, director de Redes Sociedad Cooperativa Madrileña, que trabajan con familias en riesgo de exclusión en el barrio de Carabanchel.
“Pobre también es el niño que se siente como tal comparándose con los demás, que ve que no tiene opciones. Notas que les falta la esperanza, que perciben el cabreo en casa. Es una tristeza que el niño no puede soportar”, dice el psicólogo y pedagogo, Bernabé Tierno, interviniente en el debate. Una descripción en la que encaja la mayor de las hijas de Amparo Pastor, madre de dos niñas de uno y nueve años. El matrimonio está sin trabajo desde hace dos años, cuando él perdió su empleo como vigilante de seguridad y ella ya no encontró ninguna casa más que limpiar. Los 500 euros de paro que cobra el marido no dan para mucho en una familia de cuatro en Valencia. “Nos falta de todo: alimentos, materiales para el colegio, ropa… Ella nota la tensión en casa. Nosotros procuramos no enfadarnos o alterarnos, pero cuando llegan los recibos y nos los puedes pagar…”, lamenta Pastor. “La niña a veces nos da ánimos, pero otras llora. Eso me pone mala”, relata.
Las familias en las que hay niños que sufren carencias suelen ser numerosas, o monoparentales, con uno de los progenitores extranjeros, o en las que los padres carecen de educación secundaria. A ellos se van sumando, aquella otrora clase media hoy desempleada y agotando los subsidios, o los conocidos como trabajadores pobres con subempleos, precarios y mal pagados. Así lo detalla Andrés Conde, director general de Save the Children. Y aunque el fenómeno no distingue entre comunidades autónomas, coinciden los expertos, las diferencias entre los costes de vida en las grandes ciudades y en las zonas rurales, hace que el umbral de pobreza (14.784 euros al año) afecte de manera desigual a las familias según su localización.
Pero lejos de que se trate de un problema coyuntural que se solucionará cuando el país salga de la crisis, desde las organizaciones sociales alertan que la pobreza, sobre todo la infantil, es estructural y urge tomar medidas para que la penuria no se perpetúe de generación en generación. “Si es estructural quiere decir que la pobreza cambiará de nombre, pero seguirá existiendo”, advierte Graus.
“La educación es la clave”, asegura Tierno. “Los niños tienen más de 100.000 millones de neuronas aunque vengan de una familia humilde”, añade. Pero no son ajenos a la situación económica de sus padres. Pastor asegura que su hija está distraída y le cuesta concentrarse para estudiar y hacer los deberes debido a la situación económica en casa. “Pero todavía no me ha suspendido ninguna”, aclara la madre.
“Creo que poca gente discute ya que la mejora educativa es fundamental para que esto cambie”, considera Marc Simon, director del Área Social de Fundación La Caixa. “Pero las tasas de abandono escolar son muy elevadas y eso no augura un buen futuro”, abunda. Las estadísticas lo corroboran. En su estudio El impacto de la crisis europea con datos de Eurostat, Cáritas Europa revela que uno de cada cuatro jóvenes (26,5%) abandona la escuela de manera temprana, la mayor proporción de la UE y muy por encima de la media, de 13,5%.
La situación de necesidad genera tristeza en los niños", dice Bernabé Tierno
En el debate no hay discrepancias en este punto: la lucha contra la pobreza infantil necesita, en gran medida, luchar contra el fracaso escolar. “Es verdad que se requieren medidas asistenciales para muchos niños de manera inmediata, pero la educación es la apuesta para cambiar el ciclo”, detalla Conde. Así lo cree también el Gobierno, que recoge en el Plan Estratégico Nacional de Infancia y Adolescencia (2013-2016): “El acceso a una educación de calidad desde las primeras etapas de la vida es el mejor instrumento para combatir la pobreza y la exclusión social, así como su transmisión intergeneracional”. La inversión estatal en educación se ha recortado, sin embargo, un 16,7% desde 2010.
Graus lo tiene claro: “No veo voluntad de enfrentar la pobreza infantil”. “Los niños no están en la agenda política porque no son electores. Y no están en la agenda económica porque no toman decisiones de compra, ni financieras, ni son una fuerza de trabajo”, asevera Conde, de Save the Children.
Marc Simon apunta que la solución, sobre todo en momentos de escasez de recursos, tiene que llegar desde la colaboración de muchos: las organizaciones sociales, las empresas y el Estado. Por su parte, la entidad que preside (Fundación La Caixa), ha destinado 300 millones de euros en la lucha contra la pobreza infantil desde 2007 a través de su programa ProInfancia. Para Paloma la ayuda que recibe de este proyecto y Save the Children es importante. “Podemos comprar el material escolar y el niño se pudo ir de campamento el verano pasado. Y llevaba muchos años sin vacaciones”, dice.
Arias matiza que las acciones de las ONG y la responsabilidad social corporativa de las compañías son necesarias, pero “no deben sustituir la labor de la Administración pública”. “Estamos hablando de derechos básicos como la alimentación o la educación. Y el Estado es responsable. España tendría que hacer una mayor inversión en infancia. La que hay es escasa y poco efectiva. Hay países que dan ayudas públicas a los niños desde que nacen”, afirma.
En este sentido, Conde cree, además, que no existe conciencia social sobre este problema. “Cuando la haya, entrará en la agenda política”. Así, el director de Save the Children echa de menos un plan nacional para luchar contra la pobreza infantil. “Con recursos, claro”. Lo dice porque el Plan Estratégico Nacional de Infancia y Adolescencia, aprobado en abril de 2013, no contiene medidas específicas en este sentido. Sí las hay en el Plan Nacional de Inclusión Social, de diciembre de 2013, que hace un diagnóstico exhaustivo de la situación y contempla por primera vez una partida presupuestaria exclusiva e íntegra contra la pobreza infantil. “Es un esfuerzo”, reconoce Conde. Pero la cantidad anunciada, de 17 millones para cuatro años, dividida entre los casi tres millones de niños en riesgo, supone una inversión de un euro y medio anual por menor. “Es insuficiente”, zanja.
Los presupuestos que los diferentes ministerios destinan en general a familia y niños —educación o servicios sociales— tampoco son elevados comparados con otros países del entorno. España dedicó 270 euros por habitante (1,5% del PIB en total) en este concepto, según los últimos datos disponibles de Eurostat de 2011 que maneja Unicef, frente a 510 de media en la UE (2,3% del PIB).
Amparo Pastor no ha recibido todavía la ayuda para la adquisición de libros de texto que le concedieron el año pasado. Desesperada, hizo fotocopias de algunos de los manuales para que su hija pudiera estudiar en el colegio. “Pero me dijeron que no se puede y yo no puedo comprarlos. El próximo septiembre ya veré que hago. Ella quiere estudiar”, relata. Pastor dice que la explicación que da a su pequeña cuando le pide algo y no se lo pueden dar (la mayoría de las veces) es que están vivos y que ya llegarán momentos mejores.
Con ProInfancia La Caixa dedica 300 milones para menores en riesgo
Marta Arias recuerda que otros países ya han tomado medidas especiales cuando han tenido un repute de pobreza infantil, como Gran Bretaña o Irlanda, que España podría replicar. El director de Save the Children coincide. “Hay que proteger a los niños porque son un colectivo vulnerable. Igual que se hizo con las personas mayores en su momento en el Pacto de Toledo. Habría que dar ayudas directas a familias, promover políticas de empleo que discriminen positivamente a personas con hijos y potenciar la atención a la infancia en los servicios sociales”, detalla.
A falta de esas políticas, las existentes se presentan insuficientes en un país que no está preparado para afrontar un fenómeno que no es nuevo, pero sí desconocido en las dimensiones actuales, según los especialistas. Las ONG como las que dirige Graus, especializadas en asistir a chavales en riesgo, tienen más trabajo, pero se encuentran que sus presupuestos también han sufrido recortes. “En Carabanchel, la inversión en nuestros programas se ha reducido dos tercios desde 2009”, denuncia Graus, de Redes Sociedad Cooperativa Madrileña.
Pero las causas por las que las familias a veces no reciben ayuda no son políticas ni por falta de programas. Muchas —que hasta hace menos de un lustro no habían pasado estrecheces— se resisten a pedir auxilio. Es el caso de Paloma. Ocultó sus problemas financieros a su entorno, también a los hijos, hasta que la situación fue insostenible. Save the Children le apoyó para que contase su caso en el colegio de los niños y le puso en contacto con el programa ProInfancia de La Caixa del que hoy es beneficiaria. “Me arrepiento mucho de no haberlo contado antes”, reconoce. “La directora del colegio lloraba cuando nos reunimos y supo lo que pasaba”, recuerda. Desde entonces, han recibido el apoyo del centro escolar. También de su banco, el mismo que los desahució (Bankia), que les ha proporcionado un alquiler social. Poco a poco, dejan atrás la concatenación de semanas sin probar el pescado —“la ternera lleva años sin aparecer por casa”, bromea triste la madre— y los días de invierno en los que no han puesto la calefacción. Solo queda por delante la titánica tarea de que ningún niño esté mal nutrido o pase frío. En cualquier parte del mundo. Tampoco en la puerta de al lado.
COMENTARIO:
Los límites están en el conocimiento no en la ignorancia. En la vida se puede aprender mucho a poco que se disponga de la suficiente conciencia y visión de cuanto nos rodea esencial. Una de las claves es la educación sin condicionantes en libertad y sin dogmas. La juventud y la sociedad en general, no es que no conozca y sienta la esperanza, es que hemos perdido la sensibilidad y la noción de las cuestiones esenciales. Esto entiendo, es lo preocupante. Sino recuperamos la esencia de lo que somos y quienes somos, la humanidad está perdida.
Pues precisamente la evolución mutante del capitalismo del siglo XXI no lleva a todo lo contrario. unas élites más enriquecidas que nunca y una clase media aterrorizada de no caer en la exclusión social donde ya esta el 25 % de la sociedad y el 50 % de la juventud !!! pero no pasa nada entre el derecho a decidir, el fin de Eta, el fútbol, Urdangarín y Bárcenas ya nos tienen peleándonos entre nosotros gracias a los periodistas que sueltan arengas para sus feligreses
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