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sábado, 10 de agosto de 2013

LASOLUCIÓN E GIBRALTAR ES CERRAR LA VERJA SEGÚN LA GUARDIA CIVIL

Imagen del Peñón de Gibraltar. (A.Rivera)
“¿La solución?¡Cerrar la Verja!”. El Guardia Civil, de unos 30 años, es de La Línea de la Concepción y explica su recetaa El Confidencial. “¿Por qué hay Aduana? ¿Esto no es Europa? Ni España, ni Reino Unido quieren solucionar esto de una vez. Se les ha dado demasiada libertad a los gibraltareños”. Para entrar a Gibraltar en coche se tardaba este sábado por la mañana unas dos horas y media. Para hacerlo a pie, ni un minuto. ¿Y para salir del Peñón? Menos de una hora. Esta tarde será justo al revés.
Una de las soluciones que propone un miembro del Instituto Armado destacado en la frontera entre La Línea y Gibraltar es abrir más carriles de entrada y salida. Así se evitarían las colas de ciudadanos que se salen de los vehículos. Los conductores preguntan al que tienen delante cuánto queda para entrar en territorio británico y si rastrean los maleteros de los vehículos.
En el acceso peatonal al Peñón, algunos españoles enseñan el pasaporte en vez del DNI. El policía gibraltareño ve documento y deja entrar sin mucho entusiasmo“Llevamos 300 años así y esto sigue igual”, se lamenta otro Guardia Civil que pasea haciendo ejercicio por el Paseo Marítimo de Poniente de La Línea. Le acompaña su mujer, no muy amiga del ministro principal de Gibraltar: “[Fabián] Picardo es un poco petardo”. “No creo que esto vaya a más”, apunta el agente. Y añade: “Lo que sí hay que protestar es que pongan hormigón y ganen terreno cada año”.
"Nunca seremos españoles"
Las nubes ocultan parte del Peñón. Desde el municipio linense, la Roca emerge como un colosal desafío. John, de 69 años, llanito, está jubilado y conduce su Mercedes negro matrícula de Gibraltar. “Esto ya lo hemos vivido antes. Ustedes nos ponen de piratas, pero con esta actitud, insultando, jamás seremos de España”, critica el gibraltareño, que acaba de aparcar el coche en un hueco de la parada del autobús municipal. “Yo entiendo el amor propio de los españoles, pero son un poco ignorantes. El contrabando es global, no sólo de Gibraltar”
Cartel en la frontera con Gibraltar.  (A.R.)Cartel en la frontera con Gibraltar. (A.R.)Manuel Pérez, de 84 años, es un taxista jubilado. Anda muy despacio. Le acompaña Juan Carlos, un chico boliviano. “No me gusta Gibraltar. Hace ocho años que voy”, dice Manuel. Rob, alemán de 51 años, que pasa unos días de vacaciones en Málaga y ha aprovechado el día para ir a Gibraltar junto a su mujer y su hija, de unos cinco años. “Es curioso que aquello sea de Reino Unido estando en España”, admite mirando La Roca.
En el acceso peatonal al Peñón, algunos españoles enseñan el pasaporte en vez del DNI. El policía gibraltareño ve documento de identidad y deja entrar sin mucho entusiasmo. El cartel evidencia que se trata de otro territorio: “Inmigration”. El turista está ya en Gibraltar y lo primero que se encuentra son fotografías en blanco y negro antiquísimas, un cartel de un memorial de John Lennon y una guía que enseña mapas de los monos. Welcome to Gibraltar.
El primer negocio es un estanco donde se vende tabaco barato. La gasolina también es más asequible aquí. Un avión de Easyjet está a punto de aterrizar. La pista del aeropuerto se encuentra a apenas 100 metros de la frontera. Hay que esperar cinco minutos. Luz verde en el semáforo. Familias enteras entran al supermercado Eroski. Los monos, allá a lo lejos, siguen con su feria, ajenos a las colas, el intenso sonido del claxon y al control de la Guardia Civil en la frontera.
 
COMETARIO:UN POCO E HISTORIA.
 
La traición de Rooke
Gibraltar es suelo español desde tiempos de los romanos. La captura británica de la roca fue un simple acto de piratería. Pero, ¿cómo sucedió?
Estamos en 1704. España sufre la Guerra de Sucesión. Carlos II, el último Austria, ha muerto sin descendencia. Los grandes poderes mundiales mueven ficha para que la Corona española quede bajo su área de influencia, porque España ya no es el imperio que fue, pero sigue siendo una potencia descomunal. Por un lado está Francia, que tiene a su favor el testamento real, porque Felipe de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV, ha sido designado heredero por Carlos II, de quien era sobrino; Francia sueña con una alianza francoespañola que multiplique el poder de los Borbones y frene en seco a Inglaterra. Por otro lado está la coalición del imperio austriaco y de Inglaterra, el primero porque el Archiduque Carlos, igualmente sobrino de Carlos II, había sido designado sucesor con anterioridad, y los ingleses porque, evidentemente, temían la constitución de un bloque francoespañol. Podemos ahorrarnos el cruce de intrigas palaciegas y diplomáticas. El hecho es que en 1702 comienza la guerra; primero una guerra europea, después una guerra española.
En ese contexto de la Guerra de Sucesión, el 3 de agosto de 1704 se presenta ante Gibraltar una flota anglo-holandesa al mando del almirante Rooke. No viene en nombre de Inglaterra, sino del Archiduque Carlos; es decir, no es que los ingleses estén invadiendo España, sino que esa fuerza forma parte de los ejércitos de uno de los aspirantes al trono. La fuerza naval es importante: unos 900 cañones amenazan desde el mar. Las defensas de Gibraltar son exiguas: 80 soldados, un centenar de milicianos sin instrucción y 120 cañones de los que un tercio eran inservibles, al mando del sargento mayor Diego de Salinas. Los ingleses instan a la rendición en nombre del Archiduque. No obstante, como la mayor parte de España, incluido Gibraltar, ya habían prestado obediencia a Felipe V de Borbón, la fortaleza decide resistir. La flota anglo-holandesa bombardea a conciencia el peñón: cinco horas de cañoneo, unos 3.600 disparos. Finalmente la plaza se rinde. Es el 4 de agosto de 1704. Salinas no se rinde a los ingleses, sino a Carlos III de Austria, rey de España.
Pero es entonces cuando los ingleses hacen algo que, en rigor, sólo se puede considerar como un acto de piratería. El almirante Rooke, desobedeciendo las órdenes de su jefe, que es el Príncipe de Hesse Darmstadt, y aparentemente sin instrucciones directas de Londres, decide cambiar las tornas y tomar el peñón para la reina Ana de Inglaterra. Las tropas que habían tomado Gibraltar se entregan al asesinato, la violación y el saqueo. El Santuario de Nuestra Señora de Europa fue ultrajado; las imágenes sagradas, decapitadas. Los civiles, antes que someterse a los ingleses, prefirieron abandonar la ciudad; se refugiaron en la ermita de San Roque, y así nació la ciudad que ahora lleva su nombre. Allí se conservan las llaves de la vieja fortaleza gibraltareña.

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