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miércoles, 17 de abril de 2013

LA PANTOJA NO VA LA CÁRCEL, POR SER VOS QUIEN SOIS

Una penita calculada para la Infanta Pantoja .
El Estado juzga que la Infanta Pantoja es un personaje inapropiado para ingresar en prisión. Sin embargo, la ha sentado en el banquillo y la ha condenado con dureza en la cartera donde más duele. La tonadillera se libra de la cárcel porque puede pagárselo. El tribunal ha sido más benévolo con ella que la turbamulta a las puertas de la Audiencia.

Con el catálogo de penas y accesorios que etiquetan al Derecho Penal, es matemáticamente -si no jurídicamente- imposible que una condena cuelgue exactamente de la percha de los dos años. En este ajuste hay más deliberación que contingencia. Dado que la voluntad de los magistrados es impenetrable, el número que marca la frontera carcelaria lanza el mensaje de que el reproche pudo ser perfectamente mayor.

Una penita muy bien calculada para la Infanta Pantoja. No un año y diez meses, ni dos años y dos meses. Cayó en el justo medio, donde Aristóteles cifraba la virtud. En todo caso, las audiencias andan revueltas, y el «caso Pallerols» de Unió demuestra que los límites protectores pierden su virtualidad según el impacto del escándalo. Además, la reacción popular ha desbordado a la sentencia judicial.

La España confesional ha migrado del catolicismo al «escrache», sin mengua del fervor religioso y con vías abiertas para la exportación de esta pujante industria. Por ello, Málaga dispensó a la Infanta Pantoja una acogida digna de funeral de Arafat, o de recepción a presidente de caja de ahorros. Las mismas personas que ayer vituperaban a la cantante por haberse librado de la cárcel la aclamaban hace unos meses. La crisis hace estragos, ni los artistas poseen ya licencia para pagar impuestos según su inapelable voluntad.

La Pantoja es la versión folclórica de la Zarzuela. La Infanta da el cante, el mismo día en que Miquel Roca argumenta que las leyes no deben prevalecer contra los Reyes, sus allegados y amantes. La plebeya Mayte Zaldívar no tuvo tanta suerte, por mucho que declamara ante el tribunal que «no sé distinguir entre blanquear dinero o blanquear una pared». Ni los sepulcros blanqueados se respetan ya. El fariseísmo ha topado con la justicia, y Pantoja conoció ayer el veredicto callejero de los contribuyentes defraudados.

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