El PSOE, en su conjunto, ha caído en la obediencia ciega al jefe, sin ideología, ni autonomía, ni libertad.
Van a "calzón quitao" gritando y aplaudiendo histéricamente para ver si, con tanto ruido, los votantes siguen sin enterarse.
Un ejemplo de libro lo tenemos en María Jesús Montero, quien en 2018, siendo consejera de Hacienda de Andalucía, dijo: "El señor Montoro no puede pretender que, vía reestructuración de deuda o condonación, se pueda sustituir el debate de una propuesta que se hiciera, por mucho que se beneficiara, o no, a Andalucía; el debate es insustituible en materia de financiación".
Es lo bueno que tiene ser socialista, que siempre aciertas. Si haces una cosa, como estar contra la condonación de deuda autonómica, está bien; si haces la contraria, condonar la deuda autonómica, sigue estando bien, y si ya es para pagar los chantajes que los nacionalistas catalanes hacen al Presidente para que este mantenga sus posaderas en Moncloa, quiero decir, "para pacificar Cataluña", ni te cuento.
Personalmente, veo a esa señora como una heroína de valores y principios intercambiables, capaz de decir una cosa y la contraria con el mismo convencimiento. Tiene mérito, por supuesto, aunque no resulte difícil imaginarla controlando el tren de la bruja o el tren de los horrores en cualquier fiesta de pueblo. Nunca dirigiendo un Ministerio o la Junta de Andalucía.
Su habitual puesta en escena es su irrefrenable tendencia compulsiva, rayana en la obsesión, a mentir, sus gestos obscenos en el Congreso, lengua incluida... etcétera. Uf, vaya lacra de personaje público.
Me resulta tan poco creíble que ni siquiera me creo que la tal María Jesús Montero Cuadrado sea la María Jesús Montero Cuadrado que dice ser, y todo quede en una ministra "Mopongo", fanática sanchista que da vergüenza ajena por sus aspavientos, sus aplausos tan exagerados al líder, su defensa cerrada de la presunta corrupción del número uno, de su familia, de su partido, con ataques incluidos a jueces y prensa, para cerrar el círculo sectario, radical y populista (tras la sentencia absolutoria de Dani Alves) con otra frase lapidaria pleistocénica para la historia feminista: "¡Qué vergüenza! que la presunción de inocencia esté por delante del testimonio de mujeres jóvenes, valientes". Una joya.
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