Un real coito con testigos… como tendrá que ser
«Hay que reconocerle a Irene Montero, Montera o Montere que a la hora de sacar adelante sus requetefeministas leyes tiene más ovarios que sus colegas socialistas que terminan arrugándose y le dejan hacer»
Dentro de unos años, muchos años, cuando el Tribunal Constitucional tenga a bien, conoceremos su pronunciamiento en contra de la ley Montero, la del «sí sólo es sí, si ella o elle dice que sí». Salvo que el hiperactivo y megafinanciado lobby feminista haya conseguido intoxicar de tal modo a los miembros, miembras y miembres del TC, para que den por buena la suma indefensión en la que queda el varón. ¿Acaso no lo es si la compañera de himeneo denuncia aduciendo que sí pero no, y que el pichabrava se dio mucha prisa y entró a matar estando todavía en el tercio de banderillas?
Hay que reconocerle a Irene Montero, Montera o Montere –cuyo mayor éxito político lo consiguió el día en que logró su nombramiento ministerial por el tercio familiar en la terna podemita— que a la hora de sacar adelante sus requetefeministas leyes tiene más ovarios que sus colegas socialistas que terminan arrugándose y le dejan hac
Esto de que a la hora de una coyunda haya testigos no es nuevo. El propio rey don Jaime I cuenta en la Crónica o Llibre dels Feyts, cómo fue posible su engendramiento, habida cuenta de la desgana de su señor padre para copular con la reina dado que el muy picaflor estaba por seducir a una hermosa doncella de Montpellier en vez de poner la semillita para asegurarse un heredero.
«Contemos ahora –dice el rey don Jaime — de qué manera fuimos engendrado, y cómo aconteció nuestro nacimiento, Es de saber primeramente, que nuestro padre don Pedro desamaba a la sazón a nuestra madre la reina; pero sucedió una vez, que hallándose nuestro padre en Lates y la reina en Miraval, se presentó a aquel un ricohombre llamado Guillermo de Alcalá, el cual pudo conseguir con sus ruegos que el rey fuese a reunirse con la reina. La noche aquella en que ambos estuvieron juntos, quiso el Señor que Nos fuésemos engendrado».
Mucho más explícito y novelero es el cronista Ramón Muntaner al referir el extraordinario suceso que fue el real ayuntamiento carnal y el montaje previo que los cónsules de Montpellier idearon para que el rey don Pedro, encoñado como estaba de una joven de la localidad, creyese que se le llevarían a su alcoba.
«El domingo por la noche, cuando en el palacio estaban ya todos recogidos, los mencionados veinte y cuatro prohombres, los abades y priores, el oficial del obispo y los religiosos, y las doce mujeres con las doce doncellas, entraron en el palacio, cada cual con el cirio en la mano, acompañados asimismo de los dos notarios; juntos de este modo, llegaron hasta la puerta de la cámara del señor rey, y aquí entró mi señora la reina, quedándose todos los demás afuera, de rodillas y en oración».
«Se solazaron entonces el rey y la reina, creyendo el señor rey que la dama que tenía junto a si era aquella de quien estaba enamorado; y entretanto, y durante toda aquella noche, estuvieron todas las iglesias de Montpellier abiertas, rogando a Dios la gente que en ellas había, como anteriormente se dijo que se había ordenado, más cuando llegó el alba, todos los prohombres, prelados y religiosos, junto con las mujeres, entraron en la cámara, llevando en la mano cada cual su cirio encendido. Al verles el señor rey, que estaba acostado con la reina, se maravilló en extremo, y de un salto se puso en pie sobre la cama, empuñando la espada. Arrodillándose todos entonces, y llorando le dijeron: Señor sírvase vuestra merced ver quien es la persona que a su lado yace. Y levantándose la reina, reconociola el señor rey, y los demás le contaron todo lo que habían tratado, a cuyas palabras contestó el señor rey diciendo que, pues así había sucedido, pluguiese a Dios que la idea que habían llevado a cabo se cumpliese».
No será necesario una corte tan nutrida como la que el cronista da testimonio del connubio entre don Pedro y doña María, para que todo hombre pueda acceder sin riesgo ni temor a un encuentro carnal, pero tal como queda recogido en la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, bien hará el varón en tomar las debidas precauciones. El atávico temor que antaño se podía sentir de dejar preñada a la pareja o el de contraer unas purgaciones sifilíticas, ceden ahora el paso al canguelo de que la chorba que te ligaste pueda hacerte una grandísima pirula después de, diciendo que ella dijo sí, pero que sólo la puntita…. El lobby feminista sigue ganando batallas.
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