Más parches para la inmigración
Soluciones como las que propone Estados Unidos a España para descargarse de parte de su inmigración ilegal seguirán siendo provisionales. Continuarán siendo un 'sálvese quien pueda'
El hecho de que una fuente de la Administración Biden haya admitido que España forma parte del acuerdo migratorio que se abordará en la Cumbre de las Américas para ser un país receptor de inmigrantes que tratan de entrar ilegalmente en Estados Unidos no responde solo a la confirmación de una revelación informativa de ABC. Responde a un intento desesperado de la Casa Blanca por aplacar la llegada masiva de inmigrantes y hacer frente a una crisis larvada que, en solo año y medio, ha afectado a más de tres millones de personas, y ante la que no parece hallar soluciones.
Atrás quedan las sobreactuadas medidas que planteó Donald Trump con un discurso excluyente y xenófobo, y con su compromiso de ampliar el muro que separa la frontera con México.
Pero hoy el problema continúa latente y la crisis migratoria global se agrava. La otra cara de esta moneda es la disposición del Gobierno español, otra vez opaca, a aceptar cualquier condición que imponga Estados Unidos con tal de que mejoren las relaciones bilaterales, y que España deje de ser objeto de castigos comerciales y arancelarios. Y sobre todo, que Sánchez deje de ser un presidente ninguneado por Biden por desconfianza hacia el Ejecutivo que encabeza con Podemos, o por crisis como la de Pegasus.
Estados Unidos siempre ha sido una cuenta pendiente para los gobiernos socialistas desde que José Luis Rodríguez Zapatero ganó las elecciones en 2004. Desde que en la celebración de un desfile de la Fiesta Nacional se negó a levantarse al paso de la bandera estadounidense, las relaciones diplomáticas se resintieron. Hubo una ruptura de vínculos institucionales y emocionales. Y hasta hoy los esfuerzos de Sánchez por retomar la iniciativa han resultado baldíos. Prueba de ello fue la imagen del 'paseíllo' que forzó Sánchez para caminar junto a Biden en una cumbre de la OTAN. Sin embargo, ahora Estados Unidos sí considera útil a España para servir como contenedor de inmigrantes, como si en lugar de tratarse de una cuestión de extrema sensibilidad, de un drama humanitario conmovedor, y del derecho de cualquier ser humano a huir de la pobreza o las amenazas, fuesen meros contingentes para ser esparcidos.
Europa conoce bien este tipo de políticas migratorias. Los dramas vividos en la isla de Lampedusa, o las llegadas masivas de pateras con subsaharianos a las costas del sur de Europa, y en especial de España, no son por desgracia anecdóticas o residuales. En su día el Reino Unido fue muy criticado por alcanzar acuerdos con países africanos como Ruanda para despejar su territorio de una inmigración que desechaba. La Unión Europea, a menudo autodefinida como modelo de respeto a los derechos y a las libertades, también pactó con Turquía pagos millonarios para que ese país contuviese la inmigración ilegal que trataba de acceder sin control a Europa central. Y regiones de Turquía albergaron campos de refugiados a cambio de financiación. España, de un modo o de otro, hace algo idéntico con Marruecos, y ya lo hizo con Senegal en el pasado.
Cualquier solución que ofrezca ahora España a la Casa Blanca será un simple parche, otra operación que Sánchez disfrazará de propaganda cuando le convenga. En cualquier caso, todas son soluciones provisionales, puros remedios ocasionales que demuestran que el planeta sigue sin tomar conciencia de que llegamos tarde a abordar la inmigración desde un punto de vista realista, global, ordenado, solidario y racional, y no como un 'sálvese quien pueda'. Las abismales diferencias entre hemisferios y los éxodos que se están produciendo son la señal definitiva de que cualquier parche, como denunció el Papa, es solo «una vergüenza».
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