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domingo, 24 de abril de 2022

UN PUEBLO AZUL LE PEN A LAS AFUERAS DE PARIS

 Un pueblo azul Le Pen a las afueras de París

Guitrancourt es una pequeña y tranquila localidad de unos 600 habitantes en la que Agrupación Nacional ganó en la primera vuelta de las presidenciales francesas

El taxi que conduce al pequeño pueblo de Guitrancourt, situado en el departamento de Yvelines, dentro de la región de Isla de Francia, recorre el bulevar Periférico de París, el equivalente francés a la madrileña M-30, sin toparse con un tráfico excesivo. Son cerca de las once y media de la mañana y en la radio suena Chérie FM. Atrás quedan los estudios de la cadena TF1 y el palacio de Versalles. Aunque el viaje dura algo más de una hora, la capital y las afueras son bastante diferentes. Se asemejan igual que un planeta a sus satélites, más por la proximidad que por su composición.

Con 622 vecinos censados según datos de 2019, Guitrancourt fue uno de los pueblos en los que Marine Le Pen obtuvo un mejor resultado en la primera vuelta de las elecciones presidenciales que se celebró hace dos semanas.

En total, la candidata de extrema derecha ganó con un 39,7 por ciento de los votos, muy por delante de Emmanuel Macron, que se conformó con el 18,3 por ciento, y todavía más de Jean-Luc Mélenchon, que sacó un 14,5 por ciento.

Individualismo

Tras cruzar unos prados a través de una carretera comarcal de doble sentido, el taxi se detiene detrás de la iglesia de Guitrancourt, que se tuvo que reconstruir después de ser arrasada en la Segunda Guerra Mundial. De un vistazo, parece que no hay un alma en el pueblo, pero solo es necesario caminar unos metros para encontrarse con el primer vecino, un chico que escudriña los papeles colgados en un panel de anuncios. «Estas elecciones son bastante especiales, porque es la primera vez que vemos que el voto se divide rápidamente en tres partidos, mientras que en los años precedentes las formaciones tradicionales obtenían resultados bastante más importantes», explica Nicola, de 25 años, sosteniéndose en el sillín de su bicicleta y protegido detrás de unas gafas de sol. «En los pequeños pueblos como este, los apoyos se han concentrado solo en tres candidatos, lo que limita la pluralidad política», lamenta. «La sociología de los habitantes hace que el voto esté muy anclado a la derecha y la extrema derecha», continúa, haciendo una pausa al ser preguntado por las causas de esa tendencia. «Creo que se debe a que los temas relacionados con la seguridad y la propiedad privada tienen prioridad sobre los vinculados al acceso a la cultura», responde por fin. «También me parece que en estos pueblos el individualismo es más fuerte, así que las personas, cuando se sienten seguras y tranquilas en sus casas y saben que no les van a subir los impuestos, se muestran indiferentes hacia todo lo demás. No piensan en las políticas públicas que beneficiarían a la comunidad».

Su argumento, vinculando urbanismo e ideología, resulta muy interesante. Según el diario ‘Le Parisien’, Guitrancourt forma parte del ‘cinturón azul’ que rodea a la ciudad de Mantes-la-Jolie, un núcleo industrial de unos 43.000 habitantes, y que integran pequeñas localidades como Chaufour-lès-Bonnières, Montalet-le-Bois o Méricourt, en las que Le Pen ganó con un buen resultado. No se trata del único archipiélago a las afueras de París anexionado por Agrupación Nacional, pues los pueblos del departamento del Oise, en la región de los Altos de Francia, también han expresado sin titubeos su preferencia por la candidata de extrema derecha. A poca distancia en coche de la capital, Le Pen obtuvo más de la mitad de los votos en Beaulieu-les-Fontaines (50 por ciento), Solente (60,7 por ciento) o Flavy-le-Meldeux (59,7 por ciento).

Dos mundos

El mapa político de los pueblos de Yvelines o el Oise no tiene nada que ver con el de París, pero es que la capital tampoco se parece a esa Francia profunda, provinciana y anímicamente muy alejada de sus preocupaciones.

En la plaza principal de Guitrancourt, la escuela, el ayuntamiento y el parque, en el que un monolito conmemora a los niños muertos durante la Primera Guerra Mundial, están cerrados y desiertos. Conversando con Luca, le pedimos ayuda para seguir con este reportaje, y el joven, que se presentó a las municipales e hizo campaña casa por casa, anima a que llamemos a las puertas de los vecinos y les pidamos su opinión. Nos acerca a la rue de la Main y luego se despide desde su bicicleta. Allá vamos. Los primeros intentos se saldan con un fracaso. Un hombre comenta que están a punto de celebrar el cumpleaños de su hija y no puede atendernos. Otro sí abre la puerta, pero afirma que no quiere votar porque hacerlo supondría elegir «entre la peste y el cólera». No será la única vez que escuchemos una expresión tan cruda a lo largo de la mañana.

«Macron, no, y Le Pen, debido a mis orígenes, va a ser duro», responde tras un timbrazo Joseph, de 55 años. «Dudo a quién votar, pero creo que Macron ha hecho mucho mal», añade, y critica al presidente por decisiones como la venta de la empresa Alstom a la estadounidense General Electric, una medida que tomó cuando todavía era el ministro de Economía del expresidente François Hollande. « Le Pen nunca ha estado en el poder y tiene ideas particulares, hay que evitar jugar con fuego», dice sobre la candidata. «Llevo aquí desde 1998 y la extrema derecha siempre ha ganado, salvo en los años de Sarkozy».

Tras un amplio jardín vigilado por unos perros ladradores, la siguiente vecina apela a su «derecho a la reserva» para no hablar. Otros recuerdan que es la hora de comer. La disculpa más alegre es la de un joven con una camiseta de ‘Stranger Things’, que anuncia que se va casar y está un poco nervioso. Le damos la enhorabuena y seguimos a la nuestro. «Me decepcionaron Mitterrand, Hollande, no cumplieron con sus promesas», lamenta René, de 65 años. «Macron es un ser inteligente que se bifurca un poco», concluye con una sonrisa astuta. Otra mujer que vacía su bolsa en un contenedor de vidrio responde a la gallega y pregunta si de verdad pensamos que las elecciones van a cambiar algo. De vuelta a París, Ahmed, un taxista somalí que llegó hace treinta y tres años como refugiado político, conversa animadamente. Tierra de acogida pero también de los Le Pen, Francia es, sin duda, un país con muchas capas.

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