Marichari González-Vegas: «Fui la primera mujer en plantilla en ABC y cobraba igual que un hombre»
«Mis compañeros me tenían en palmitas: no decían tacos delante de mí y, cuando se hacía tarde, me enviaban a casa en taxi»
«Si estuviera en activo, hoy haría campaña a favor de que las empleadas del hogar tuvieran derecho a paro».
A la vuelta del verano de 1966, Marichari González-Vegas se convirtió en la primera mujer que se incorporó a la Redacción de ABC, donde todos sus compañeros eran hombres. Otras mujeres habían escrito en las páginas de este centenario diario, pero siempre como colaboradoras. A Marichari se le hizo un contrato con el mismo sueldo que cobraban los redactores (12.000 pesetas al mes) y aquello marcó un antes y un después en la prensa española: en cuanto se corrió la voz, las pocas periodistas que en aquellos años trabajaban en otros periódicos, como el 'Ya', exigieron el mismo trato. Más de 50 años después, Marichari afirma que el problema de la brecha salarial no se ha resuelto todavía en muchos sitios y dice que, si estuviera en activo, ahora haría campaña a favor de que las empleadas del hogar puedan cobrar el paro.
¿Cómo le dio a usted por dedicarse al periodismo?
Fue por la guerra de Ifni. Mi marido era militar y estábamos destinados allí, y yo le decía: «Si te matan, yo no tengo nada para sacar adelante a los niños». Porque su pensión no sería suficiente y, por eso, me animó a estudiar una carrera corta. Sin embargo, mi madre le decía: «¿Cómo la dejas estudiar ahora periodismo?». Y él le contestaba: «No se apure, que la van a suspender en el ingreso». Y eso que mi madre había estudiado la carrera de Comercio en la Institución Libre de Enseñanza, pero pensaba que si yo trabajaba iba a descuidar la atención a los niños.
¿Su marido militar la animó?
Es que mi marido era muy moderno. Fue el primero que me dijo: «Nos vamos en barco a la península. Cómprate unos pantalones para subir y bajar por las escaleras». Y yo me compré unos pantalones pirata monísimos, con los que llamaba la atención.
Ya casada y con niños, ¿empezó a estudiar periodismo?
Sí. Anson dirigía una academia donde nos preparaban para el examen de ingreso en la Escuela de Periodismo. Allí tuve de compañeros a Alfredo Amestoy y al actor Jaime Blanch. Después ingresé en la Escuela de Periodismo y presenté mi tesina: «Un siglo en las comunicaciones», que empezaba con el invento del telégrafo.
¿Cómo acabó en ABC?
En verano, la Escuela de Periodismo ofrecía hacer prácticas. Nos pedían tres opciones, y yo puse ABC en la primera opción, ABC en la segunda y ABC en la tercera. Me admitieron, y lo primero que me dijeron es que no había mujeres en la redacción, pero no me importó.
Si no había mujeres, tampoco habría baño para mujeres. ¿No?
No, no había baños para mujeres. Al principio, iba a uno que estaba en la Biblioteca, pero como quedaba lejos de la redacción, me dijeron que podía utilizar el del despacho de Juan Ignacio Luca de Tena (el fundador), que tenía un cuarto de baño estupendo y un espejazo buenísimo.
¿Cómo pasó de becaria a redactora?
Cuando acabaron los tres meses de prácticas de verano, se marchó un redactor (Ángel Padín) y me ofrecieron quedarme un mes más. Después, otro redactor (Ángel García Pintado) cogió unas anginas malignas y me quedé otro mes más. Luego, cuando volvió al periódico se peleó con otro redactor, el cual sacó una navaja y echaron a éste. Total, que me dejaron otro mes más. Solo podía estar seis meses en prácticas, pero cumplí un año y me dijeron que tenía derecho a un mes de vacaciones. Me fui y pensé que a la vuelta del verano me iban a despedir.
Pero no la despidieron.
A la vuelta, el ordenanza me dijo que me llamaba el director, que era Pedro de Lorenzo. Y pensé: «Ya está, me va a decir que adiós». Pero me dijo: «Enhorabuena, ya está usted con nosotros. Baje a Personal para dar sus datos y que le hagan un contrato». Fui la primera redactora de plantilla de ABC. Otras mujeres habían colaborado o tenían contrato de ayudantes de redacción, pero el mío era de redactora. Así que abrí la puerta a las mujeres, cosa que está muy bien.
¿Y cobraba lo mismo que un hombre?
Sí, porque yo entré en prácticas, cobrando 4.500 pesetas, y luego cuando el director me llamó a su despacho me dijo que ya iba a cobrar la nómina como cualquier redactor. Eran 12.000 o 12.500 pesetas (unos 75 euros), ya no me acuerdo. No me hicieron ningún feo.
¿Cómo reaccionaron sus compañeros?
Divinamente. Todos eran muy amables. Yo nunca noté que me hicieran de menos. Yo entré como Pedro por mi casa. No tuve nunca ningún problema por ser mujer.
Y, al revés, ¿notó una protección especial?
Totalmente. Empecé trabajando en la edición de Provincias, que nadie quería, con José Calvillo de redactor jefe, y mi horario era de once de la mañana a cinco de la tarde. Tiempo después, pasé al turno de tarde. Y cuando se complicaba el cierre y se hacía tarde me mandaban a casa con un taxi o con un coche del periódico. La verdad es que me tenían en palmitas. Se portaron todos divinamente. No decían una palabra malsonante ni un taco delante de mí, hasta que llegó Federico Villagrán, que ese soltaba tacos y entonces Calvillo le mandaba callar: «Que está Marichari», le decía, y respondía: «Ay, perdón, perdón...». Eran majísimos todos. Yo nunca noté que estuviera en un ambiente hostil.
Usted ¿hacía lo mismo que ellos?
Yo iba a donde me mandaban. Primero me mandaron a Sucesos, luego Miguel Pérez Ferrero me ofreció irme a Cultura y allí escuché todas las conferencias del mundo y las reseñaba. Después Miner Otamendi (José Manuel) me llevó como ayudante del redactor jefe, luego pasé a la sección de Madrid, donde estuve quince años y durante diez tuve una columna que se llamaba Patio de Cristales. Luego pasé a Huecograbado y a la Sección de Religión.
Su firma en ABC está muy unida a la catedral de La Almudena.
Es que estuvieron a punto de derribarla para hacer un centro cívico, que era lo que pedía Umbral, quien tenía mucha fuerza. A mí me daba mucha pena. Anson creyó que se debía terminar y convocamos desde ABC un coloquio, al que asistieron representantes del Ayuntamiento, de la Comunidad, de las Cajas de Ahorro, de todo el mundo... Se constituyó un patronato y una fundación, ABC convocó una suscripción para que los lectores donaran fondos y, gracias a eso, se pudieron acabar las obras y Madrid tiene una catedral.
¿Se sintió acosada alguna vez?
No, a mí no me acosó nadie nunca, jamás. Al revés, todos muy solícitos conmigo e hice muy buenos amigos.
¿Cómo era el ambiente en la redacción?
Estupendo. A veces había alguna pelea, cosas chuscas... pero yo me sentí siempre muy cómoda.
¿Cómo reaccionaron los compañeros de otros medios de comunicación?
Yo no me había dado cuenta de que había puesto una especie de pica en Flandes. Pero un día, Blanca Álvarez, de TVE, me dijo: «Enhorabuena, que te han admitido en plantilla». Y fue cuando me di cuenta de que había logrado una cosa.
¿Había mujeres en los otros periódicos?
Sí, pero estaban como colaboradoras. Y cuando me metieron en plantilla, las del 'Ya' protestaron y las metieron a ellas en plantilla.
¿Qué es el feminismo para usted?
Feminismo, sobre todo, es igual trabajo, igual salario. No se puede consentir que una mujer trabajando lo mismo que un hombre y rindiendo lo mismo cobre menos por ser mujer y tener el pelo largo. El primer trabajo que me encargaron sobre la mujer trabajadora fue en 1970 y trataba sobre las 129 mujeres que quemaron vivas en la fábrica de algodón de Nueva York en 1911. ¿Y qué pedían ellas? Equiparación salarial. Eso no se ha resuelto todavía en muchos sitios.
Si siguiera en activo, ¿por qué haría campaña?
Haría campaña a favor de que las empleadas de hogar tengan derecho a paro. Trabajan igual que un peón de obra, porque limpiar una casa tiene mucho mérito y peligro, se tienen que subir por los altos y trabajan un montón de horas. No hay derecho a que no cobren el paro.
¿Cree que la situación de la mujer ha cambiado mucho?
Pues yo la veo cada vez peor, porque ahora hay muchos asesinatos. Habría que estudiar las causas, por ejemplo la influencia del alcohol y las drogas en estos crímenes, y tomar medidas. Pero no se hace nada, solo salen con pancartas y aplauden a los féretros. ¿Qué feminismo es eso? Yo creo que cuando hablan de un asesinato machista suavizan la realidad. Quitemos el apellido de machista, porque le quita gravedad. Es un crimen y ya está.
PERSONALMENTE NO CONOZCO NINGUNA QUE COBRAR MENOS QUE UN HOMBREA A IGUAL TRABAJO.SERÁ AHORA CON EL PROGRESO.
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