SÓLO NO VE EL QUE NO QUIERE VER.
Consecuencia de la rebelión independentista de octubre 2017 en Cataluña, el entonces presidente Rajoy pasará a la historia porque ante desafío de tal magnitud, actuó con la ley en la mano, gestionando el consenso de todos, aplicando el 155, haciendo que la mitad de los rebeldes (la otra mitad huyó fuera de España) fueran detenidos, juzgados, condenados y encarcelados. Hasta ahí, la ley.
Llegó Sánchez al Gobierno y por conveniencias políticas, que no de interés general, a base de "diálogo", votos, cesiones y mucho dinero, empezó a revertir la situación empezando por olvidar los actos violentos en Barcelona que, en palabras de Marlaska, "no quedarían impunes", poner en la calle a los encarcelados y (no me sorprendería) la anulación de las condenas, destierro de los jueces y fiscales del procés, encarcelación de Rajoy por el 155, y declaración de la independencia de Cataluña.
La ley de causa y efecto, que es universal y no acata ni las leyes humanas, ni las normas morales, dará y quitará razones, mientras otros aquí, negacionistas de izquierdas, en un prodigio de originalidad e inteligencia, aprovechan para echarle la culpa a los de siempre: Franco, Aznar y el Papa. Franco y Aznar son fijos; Papa, el que toque.
Asentados en nuestras vidas los cuatro jinetes del Apocalipsis (crisis sanitaria, económica, política e institucional), nuestro país lleva camino de batir el récord de degradación democrática, para lo cual batiremos otro récord, el del tiempo que tardaremos en conseguirlo.
¿Tiene que ver la crisis sanitaria?, sí. ¿Tiene la culpa de la pandemia el Gobierno?, no. ¿Tiene la culpa de la gestión de esa pandemia?, sí, sin duda.
Algunos habituales de este foro, personas inteligentes, de izquierdas, preparadas y con experiencia, a los que leo siempre con mucho interés, van rotando en sus juicios y apreciaciones al tiempo que ven y reconocen la deriva de este Gobierno, rehén del marketing y la propaganda.
Lo que resulta acojonante es que algunos, empecinados en no variar su percepción inicial y que escriben con el palillo en la boca, incapaces de soportar la verdad, nieguen la evidencia y sigan defendiendo a este Ejecutivo indefendible hoy, generando debates insulsos sobre personajes de hace 20 años.
No, hombre, no, eso es prehistoria; hablemos del aquí y ahora, que es lo que nos afecta y preocupa. Lo único que nos faltaba a los ciudadanos es tener que preocuparnos de que los políticos de uno y otro bando no lleguen a final de mes, se lleven bien entre ellos (demasiado bien se llevan fuera de cámara), esnifen cocaína o se pongan los cuernos... para eso están las urnas, llegado el momento.
Sin tener unos mínimos conceptuales en los que coincidamos, el debate no conduce ni siquiera al desacuerdo y, en mi humilde opinión, una premisa necesaria es dar por supuesto que en la gestión de esta gran nación que es España, el Gobierno de turno, como cualquier director de una multinacional, es el que tiene, en los éxitos y los fracasos, toda la responsabilidad.
¿Alguien duda de que si Sánchez así lo quisiera se entendería perfectamente con el PP? Está claro, pero ni quiere ni le interesa, como quedó evidenciado en las declaraciones a un rotativo italiano cuando dijo que "nunca pactaría nada con el PP", aunque después (y antes) salieran los doberman de turno montando el número en el Congreso, crispando y diciendo lo contrario.
Editorial de "El País", hace siete meses: "El Gobierno no puede reclamar unidad sin ofrecer previamente información e, incluso, corresponsabilidad en las decisiones. El líder del PP, Pablo Casado, ha evitado reclamar desde la crispación de otras ocasiones aquello a lo que no solo tiene derecho, sino que es imprescindible para hacer frente a la pandemia".
En "The Economist", hace cuatro meses: "Sánchez ha pedido repetidamente la unidad nacional, solo para que los ministros claven el cuchillo a la oposición». Hacer algún comentario obligaría a sacar el palillo de la boca.
Bueno, volviendo al presente, que es lo que importa, sea el Gobierno una maravilla o una ruina (en este momento, me inclino por lo segundo), lo cierto es que con esta crisis tremenda, absurdamente gestionada (pregunten a colectivos de cualquier sector), nos van a dar a todos por el tafanario. A ver, suena más fino un PCR anal que proponen ahora los chinos; además, a Feijoo parece que le gusta la idea de que sean los gallegos los cabeza de... chino, en probar tan "incendiaria" iniciativa.
Un alivio que el Sr. Illa haya abandonado el Gobierno, porque su Ministerio, en lugar del hisopo preceptivo, tal vez nos habría aplicado un "isótopo", probablemente radiactivo, aunque no hay que tirar cohetes ante las imaginativas ideas de estos homínidos patrios.
¿Y si en esta deriva de suplicio ciudadano nuestro querido Gobierno tiene previsto un PCR anal con el hisopo que se emplea en los oficios religiosos? Treinta centímetros de metal y mango de madera me parecería un exceso más propio de sangrientos torturadores medievales.
Hasta ayer, podríamos decir que siempre nos quedará Andorra; ahora, con este revuelto de basura inacabable, tendremos que hacerle caso a Gregory Maguire cuando aconseja: "Recuerda respirar; después de todo, es el secreto de la vida". Respiremos, pues.
Animo a todos los catalanes a votar en libertad lo mejor para ellos y sus familias, que será a la postre lo mejor para Cataluña y España.
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