TIENE RAZÓN NO HAY DEMOCRACIA PORQUE SI LA HUBIERA PLENA, EL NO ESTABA AHÍ
Las elecciones catalanas pronostican un más que probable revolcón podemita, que, unido a las inamovibles exigencias de la UE para acceder a los fondos prometidos, incompatibles con las promesas imposibles del marqués de Galapagar, invitan a las huestes del partido morado a hacer mutis por el foro y abandonar el Gobierno. Mejor dicho, a que el Gobierno les abandone a ellos.
Desde el minuto uno, cuando Pablo Iglesias presentó una enmienda a los PGE (con ERC y Bildu) sin el acuerdo de su socio, el PSOE, sobre la paralización de los desahucios, pasando por equipar la situación de Puigdemont con los exiliados republicanos, y concluyendo (de momento), en un alarde de antiespañolismo y deslealtad, alineándose con Putin y con los independentistas, en detrimento del prestigio de España, al declarar que "no hay una situación de plena normalidad política y democrática en España, cuando los líderes políticos de los dos partidos que gobiernan Cataluña están uno en la cárcel y el otro en Bruselas", desde el minuto uno, digo, el señor Iglesias busca la puerta de salida con desesperación.
Y tiene razón el anómalo demócrata Pablo Iglesias en eso de que no hay plena normalidad política y democrática, porque, si la hubiera, después de estas declaraciones inadmisibles en todo un vicepresidente del Gobierno, el señor presidente le habría pegado un chirucazo en el tafanario y le hubiera mandado, vía aérea y previa escala en Leningrado, desde Moncloa a Galapagar.
No es muy normal que Sánchez e Iglesias, socialista y comunista, respectivamente, vivan el primero en un palacio (la Moncloa) y el segundo en un chalé (La Navata), y sus churris respectivas tengan, merced a la “dedocracia”, puestos de relevancia con salarios millonarios en instituciones públicas.
Todo muy de izquierdas, progre y democrático. No es muy normal.
Venga, “Arriba, parias de la tierra. En pie, famélica legión...”.
Ahora, si vamos a lo que Iglesias llama “normalidad democrática”, no me parece que los continuos escarceos del señor Iglesias entren dentro de esa normalidad, ni sus no menos frecuentes conjuras para solapar la acción de tal o cual ministro, compañero de gabinete, ni el caos de populistas “ofertas” legislativas, ni los insultos al Rey, a políticos rivales, a miembros de las fuerzas de seguridad del Estado, a los jueces...
Lo que sí es una anomalía democrática es querer cambiar la ley para sacar de la cárcel a un rapero que jalea a los amigos de ETA y, al mismo tiempo, querer meter en la cárcel a un ciudadano por cantar el himno de España frente al casoplón de Galapagar.
Sí es una anomalía democrática creerse por encima del bien y del mal cuando afirma: “Veo ‘imposible’ que el Supremo me impute. Todo el mundo sabe lo que va a decir el Supremo. Ni como mera hipótesis concebimos que pueda haber una imputación”.
Lo es igualmente decir que “la Policía no protege a los pobres, son matones al servicio de los ricos”, y disponer de una guardia pretoriana para proteger su casoplón con cargo al erario público.
Mientras el PSOE se mantiene en intención de voto, Podemos está en grave riesgo de diluirse en la nada por el progresivo desgaste, y su líder lo sabe e intenta evitarlo presionando con actuaciones de palabra y de obra, que llegan a resultar escandalosas, para que Sánchez se vea obligado a prescindir de su dudosa aportación a la gobernanza de este país y él pueda reforzarse ante los suyos esgrimiendo que los socialistas le han echado por no prestarse a ceder, como exige Europa, en el cumplimiento de sus promesas electorales.
Sánchez (ya sabemos quién manda en la Fiscalía) no quiere soltar presa con los temas judiciales pendientes que, desde hace tiempo, acosan al partido morado (malversación de caudales públicos y administración desleal, revelación y descubrimiento de secretos y daños informáticos, denuncia falsa, falso testimonio, simulación de delito, fraude procesal, tráfico de influencias, fraude a la Hacienda pública, financiación ilegal y blanqueo de capitales), con los que presionar, acogotar y extorsionar, llegado el caso, a Pablo Iglesias. Viva el socialismo del siglo XXI.
Espinosa de los Monteros le pondrá el colofón a esta historia demencial con las propias palabras del Vicepresidente: “Cierre la puerta al salir, señoría”.
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