EL PENSADOR
UNA SOCIEDAD A LA DERIVA.
Cuando se está discutiendo sobre si la propiedad de los hijos pertenece a los padres o a las instituciones, lo que la realidad manifiesta claramente es que ni lo uno ni lo otro se corresponde con su verdadero significado.
Si entendemos como propiedad una cosa perteneciente a alguien que puede disponer de ella dentro de los límites legales, parece claro que esa cosa no puede ser un hijo, y menos que se pueda disponer de ese hijo dentro o fuera de los límites legales, ya sean los padres o las instituciones los que se quieran apoderar de esa cosa para hacerla suya.
Convengamos, entonces, que los hijos no pertenecen por tanto ni a los padres ni a las instituciones.
En todo caso, seremos los padres quienes estamos al servicio de los hijos o de las instituciones.
Hemos pasado de ser una sociedad patriarcal, bajo cuyo paraguas se protegía no solo a los hijos, sino a todos los miembros de la familia, a convertirnos en una sociedad al servicio de los hijos y/o de las instituciones, que quieren ejercer un papel dominador, por lo que la figura paterna ha pasado a un segundo plano, al servicio de los primeros, bien de los hijos, o, en su defecto, de las instituciones, mediante la denominada vía parental, que pretende hacer un papel que no le corresponde.
Concluyamos, por tanto, que nos encontramos en un momento de gran confusión en esta cuestión, y ya se sabe que a río revuelto ganancia de los listillos de turno, que pretenden con sus proclamas imponer un criterio decimonónico al respecto.
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