Así son las manos que mueven las Bolsas: megafondos, robots y grandes fortunas
El perfil de los inversores que mueven las Bolsas ha cambiado por completo en los últimos 20 años,
Esta semana los nervios han vuelto a las Bolsas y muchas de ellas han entrado en pérdidas anuales. El término “los mercados” se usa para describir de forma genérica y un tanto difusa a aquellos inversores que tienen la capacidad de condicionar el precio de los activos financieros. Pero, ¿quiénes forman ese ente abstracto? En lo que va de siglo XXI, el gran ágora del dinero ha cambiado de forma notable. Los inversores autómatas tienen cada vez más peso, grandes gestoras de fondos de inversión han emergido y manejan patrimonios de millones de pequeños ahorradores, los vehículos de inversión de los países que nadan en petrodólares compran grandes participaciones en empresas occidentales… Estas son las manos que mecen las Bolsas.
1. Robots
¿Cuántas cosas puede hacer durante un parpadeo? Muy pocas. Pues bien, en el mercado hay margen para hacer casi 50.000 operaciones en el lapso de tiempo que se tarda en abrir y cerrar los ojos. El uso de potentes ordenadores basados en programas algorítmicos permite escupir miles de órdenes de compra y venta en microsegundos. Este tipo de estrategia, que se conoce como high frequency trading (HFT) o negociación de alta frecuencia, supone ya más del 50% del volumen de la negociación diaria en Wall Street (en 2005 apenas suponía un cuarto de la contratación), según la consultora Tabb Group, y el 30% en España de acuerdo con los datos de BME.
Los detractores del HFT argumentan que contribuye a elevar la volatilidad del precio de los activos, sitúa en una situación de inferioridad a los inversores tradicionales e introduce mayor riesgo sistémico en el mundo financiero como se pudo ver con el denominado flash crash de Wall Street en mayo de 2010, cuando el Dow Jones perdió cerca de 800.000 millones de dólares de capitalización bursátil en minutos (luego recuperó buena parte de lo perdido). Los defensores del HFT, por el contrario, destacan que la aplicación de la tecnología da liquidez al mercado, abarata los costes y contribuye a eliminar posibles ineficiencias en la formación de precios.
La importancia creciente de estos inversores en el parqué ha atraído a numerosos matemáticos y físicos a la industria financiera. Tienen una misión: desarrollar algoritmos que permitan realizar estrategias de inversión convencionales (arbitraje, contrapartida o creación de mercado, inversión intradía, detección de correlaciones en el precio de los activos…), pero a mucha más velocidad gracias a los avances tecnológicos. Sus programas son como cajas negras. Alto secreto. Están pensados para que operen con total autonomía. Para ellos, la intervención del hombre es un lastre, una tortuga en un mundo de liebres. Intentan dar con la fórmula matemática capaz de batir al mercado. No aspiran a dar el pelotazo inmediato. Con cada movimiento, su objetivo es ganar 0,001 euros. Parece una meta de rentabilidad modesta, ¿no? Multipliquen esta cantidad por miles de operaciones por minuto, ocho horas al día, cinco días a la semana, 52 semanas al año… Un martillo pilón con el que hacer dinero si se acierta con el modelo.
La vida media de un algoritmo de HFT puede medirse a menudo en semanas. La velocidad media en la ejecución de una orden en la Bolsa de Nueva York ha caído desde 20 segundos hace una década a solo un segundo actualmente. Los inversores de HFT requieren de sistemas de negociación que reduzcan al mínimo el tiempo desde que una orden se transmite hasta que se ejecuta (lapso temporal conocido en la jerga como latencia). Esta necesidad ha llevado a los mercados a realizar altas inversiones en comunicaciones e infraestructuras para garantizar la velocidad que necesitan los autómatas. Además, las firmas de HFT han empezado a ubicar sus máquinas tan cerca como físicamente sea posible del servidor del mercado. Las Bolsas, entre ellas la española, les cobran una comisión por hacerles un hueco en sus instalaciones. Cuanto más cerca del servidor central, más probabilidad de éxito de sus estrategias.
Las gestoras de inversión colectiva han vivido un frenético proceso de concentración en la última década. Este es un negocio de escala en el que el tamaño es muy importante, máxime en un contexto de caída de comisiones y fuertes inversiones en tecnología. Las fusiones han transformado por completo el sector y algunos supervisores han alzado la voz alertando de posibles riesgos sistémicos. Los últimos datos de la consultora Willis Towers Watson ponen cifras a este proceso vigoréxico: las 500 mayores gestoras de fondos de inversión manejan activos por valor de 93,8 billones de dólares (84,5 billones de euros). Pero es que dentro de este selecto grupo, las 20 mayores firmas acaparan el 43% del total del dinero, el nivel más alto desde que en el año 2000 se empezaron a recopilar estos datos.
Los grandes dominadores
Los fondos de inversión son, de largo, los mayores protagonistas de las Bolsas. Las 500 mayores gestoras del mundo tienen activos valorados en 93,8 billones de dólares.
“Hay una mayor concentración en los grandes juradores de la industria. Sobre el papel, los datos sugieren que es un sector de crecimiento estable. Sin embargo, cuando lees la letra pequeña se observa que estamos ante una industria que afronta importantes cambios”, dice Bob Colllie en el último informe de Willis Towers Watson.
Otro rasgo de esta industria es el apabullante dominio estadounidense. Entre las 20 mayores gestoras del mundo, 12 tienen sede en EE UU. Francia, con 4 firmas; Alemania, con 2, y el Reino Unido y Suiza, con 1 cada uno, completan la aristocracia de la inversión colectiva mundial. España en este sentido es un pigmeo entre gigantes: solo tiene un representante en la lista de las 100 mayores gestoras del mundo, Santander Asset Management, en el puesto 89.
El inversor más potente del mundo —administra activos por valor de 6,84 billones de dólares, unas seis veces el tamaño del PIB español— es BlackRock. El peso de esta firma es tal que su fundador, Larry Fink, se permite todos los años enviar una carta a los presidentes de las principales empresas cotizadas del mundo para darles consejos. En su última misiva recordaba a los directivos que las compañías no solo están para ganar dinero, deben tener también un fin social. BlackRock es el mayor o uno de los principales accionistas de los pesos pesados del Ibex 35. Tiene el 5,38% del capital del Banco Santander, el 5,91% del BBVA, el 5,13% de Iberdrola, el 4,89% de Repsol y el 5,22% de Telefónica, entre otras muchas participaciones.
Junto a BlackRock, la otra gran gestora de fondos es Vanguard. A principios de año murió Jack Blogle, el creador de esta firma que ha revolucionado la industria y que acumula activos por valor de 5,2 billones de euros. Vanguard es el paradigma de la denominada gestión pasiva, un estilo de inversión que se basa en replicar la composición de los índices bursátiles asignando a cada empresa una inversión equivalente a su peso en un determinado mercado. Con esta estrategia ha logrado tirar por los suelos las comisiones de gestión y atraer a millones de inversores. Dentro de este tipo de productos hay que destacar el espectacular desarrollo que han tenido los fondos cotizados (ETF, por sus siglas en inglés), que ya acumulan activos valorados en 4,68 billones de dólares, según cifras de Statista. Los ETF son vehículos que replican índices con la peculiaridad de que no hay que esperar al cierre de la sesión para comprar o vender las participaciones del fondo, sino que se negocian en tiempo real como si se tratase de una acción cualquiera.
En el caso español, los fondos internacionales ha adquirido un papel protagonista en los últimos años. Las gestoras extranjeras ya controlan el 48,1% de la capitalización de la Bolsa nacional, un récord histórico, según los últimos datos facilitados por BME. El impacto de los fondos foráneos es aún mayor en el caso de la contratación: ocho de cada diez euros que se intercambian en el mercado continuo llevan su firma.
3. Fondos soberanos
Los vehículos de inversión creados por países ricos en materias primas o con superávit fiscal, bautizados en la jerga bursátil como fondos soberanos, han ganado gran peso en el mercado durante los últimos años. Estos fondos tienen una política de inversión a largo plazo y destinan su dinero tanto a deuda (pública y privada) como a renta variable o activos inmobiliarios. Mirados con recelo hace unos años en Occidente por su opacidad y su carácter estatal, los sovereing wealth funds (SWV) son ahora cortejados por empresarios y gobernantes por su abundante liquidez, por la estabilidad que proporcionan al accionariado y por la habitual lealtad a los gestores empresariales.
En la actualidad hay 91 fondos soberanos en el mundo pertenecientes a 61 países con activos valorados en 8,1 billones de dólares, según el último informe sobre el sector elaborado por IE Business School. La expansión de estos vehículos es considerable ya que desde 2010 se han lanzado 31 fondos y 18 países están analizando la posibilidad de crear uno. En 2018, las operaciones realizadas por los SWF se concentraron sobre todo en EE UU, China, Holanda, Australia y Francia, y los sectores preferidos por estos inversores fueron tecnología, finanzas, inmobiliario, biotecnología y consumo.
Los SWF en España tienen una presencia cada vez más importante. Están en empresas no cotizadas (Cepsa y El Corte Inglés son los casos más conocidos), pero también en muchas compañías con presencia en Bolsa. El noruego Norges tiene intereses en 85 compañías cotizadas españolas con una inversión total de 11.025 millones de dólares. Entre su cartera destacan las posiciones del 3% en Iberdrola, el 2,64% en Banco Santander, el 2,62% en BBVA y el 1,94% en Telefónica. También tiene una consolidada presencia Qatar, con participaciones en Colonial (20,2%), e Iberdrola (6,16%), y de forma indirecta (Qatar Airways) es el mayor accionista de IAG con el 21,42%. Otra participación histórica, aunque ha ido reduciéndose con el tiempo, es la del fondo de Singapur Temasek en Repsol (1%).
Los mayores SWF son el ya mencionado Norges, con un patrimonio valorado en más de un billón de dólares; China Investment Corporation (940.000 millones); Abu Dhabi Investment Authority (828.000 millones) y Kuwait Investment Authority (595.000 millones). Por si su potencia económica no fuera suficiente, estos actores del mercado están poniendo en práctica durante los últimos años una estrategia novedosa: la coinversión. Asociándose con otros fondos soberanos, aseguradoras, fondos de inversión y de pensiones consiguen, según IE Business School, “ser más conocidos y aceptados entre la comunidad financiera global”.
Un capitalismo menos popular
El último tramo del siglo XX en España alumbró el denominado “capitalismo popular”. La salida a Bolsa de empresas públicas animó a muchos ciudadanos a comprar accciones. En 1997, la participación de las familias en el mercado alcanzó su máximo histórico (34,1%), pero en los últimos años su peso se ha ido diluyendo y ahora solo representan el 17,2%.
4. Fondos de pensiones
Las viudas escocesas, los policías jubilados de Boston o las antiguas maestras de Texas tienen mucho que decir en el devenir de los mercados. Los fondos de pensiones acumulaban activos bajo gestión que superaban los 16 billones de dólares al cierre de 2017. Como ocurre con los fondos de inversión, los ahorros para la jubilación han sufrido un intenso proceso de concentración —las 20 mayores gestoras tienen una cuota de mercado del 40%— y el dominio de las firmas estadounidenses, con el 44% del dinero de esta industria, es apabullante. Otro rasgo característico de esta industria es su mutación. Un cambio de paradigma forzado por las políticas monetarias ultralaxas de los bancos centrales que han sacado a estos inversores, conservadores por naturaleza, de su zona de confort (la renta fija) para pescar en nuevos caladeros con más riesgo (acciones, inmuebles, activos alternativos e incluso capital riesgo) para compensar la caída de los tipos de interés.
El 40% de los fondos de pensiones que hay en el mundo son de titularidad pública, el 28% son vehículos soberanos, el 18% son de empresas y el 14% son firmas privadas independientes. El mayor inversor de esta categoría, el Fondo de Pensiones del Gobierno de Japón, que administra un patrimonio próximo a los 1,4 billones de dólares, según los datos que publicó el 30 de junio pasado. Otro protagonista destacado en esta categoría es el National Pension de Corea del Sur (600.000 millones). En EE UU sobresale el caso del fondo que maneja los ahorros de los funcionarios de California (Calpers), con un volumen de activos de 376.000 millones.
5. ‘Hedge funds’
Los fondos de cobertura o especulativos tienen un origen periodístico. La revista Fortune encargó en 1949 al sociólogo Alfred W. Jones una investigación para intentar predecir el comportamiento del mercado. Como parte del estudio, Jones combinó en un mismo fondo posiciones largas y cortas, es decir, apostó a un tiempo por la subida de la Bolsa y por su bajada, cubriendo así la volatilidad. Nacía así un nuevo producto de inversión: los hedge funds. Siete décadas después de este experimento, la industria de los fondos de alto riesgo se ha consolidado como uno de los actores más importantes, y con peor prensa, del mercado. Los hedge funds administraban activos a 30 de junio pasado por valor de 3,24 billones, según la consultora Hedge Fund Research, aunque el uso de apalancamiento y derivados multiplica su impacto real en el mercado.
La mayor gestora de hedge funds del mundo es Bridgewater Associates. Esta firma acumula un patrimonio de 124.000 millones de dólares, y está dirigida por Ray Dalio, uno de los gestores más carismáticos del mundo. Dalio, asiduo al Foro de Davos, fue uno de los primeros en prever el estallido del mercado de hipotecas basura en EE UU y tiene una visión darwinista del mercado. “La Bolsa es un juego de suma cero. Para ganar más que la media tienes que coger el dinero de aquellos que se equivocan”, explicó cuando The New Yorker publicó un reportaje sobre él. Otros grandes de la industria de los fondos de alto riesgo son Reinassance Technologies, Citadel, Brevan Howard y Man Group.
6. Grandes fortunas
El número de ricos ha aumentado con fuerza tras la Gran Recesión y sus fortunas son cada vez más voluminosas. El último informe de Credit Suisse señala que en el mundo hay 149.850 personas con un patrimonio en activos financieros superior a los 50 millones de dólares y el 47% de este exclusivo colectivo tiene nacionalidad estadounidense, seguidos por los chinos (11%). Las grandes fortunas suelen tener sus propios banqueros privados u oficinas de inversión para sacarle partido a su patrimonio. Los 20 mayores family offices del mundo, según cifras recopiladas por Bloomberg, suman un capital bajo gestión de 807.000 millones. Destacan las divisiones para altos patrimonios de HSBC (mueven 137.300 millones de 340 familias), Northen Trust (112.000 millones de 3.457 clientes) y Bessemer Trust (77.900 millones de 2.200 ricos).
ES UNA ESPECULACION CLARA QUE NO RESPONDE A NINGÚN CRITERIO REAL
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