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sábado, 22 de junio de 2019

UN SONAJERO UNE A UNA MADRE FUSILADA YA SU HIJO 83 AÑOS DESPUÉS.

Un sonajero une a una madre fusilada y su hijo 83 años después


Es un objeto "único" entre todas las fosas de la Guerra Civil, dicen los antropólogos.

Hace 83 años, una madre de cuatro hijos llamada Catalina Muñoz Arranz estaba frente al pelotón de fusilamiento. En uno de sus bolsillos conservaba un sonajero de colores chillones que hacía tan solo unos días había estado en las manos de Martín, su hijo más pequeño, de ocho meses. A Catalina la fusilaron al alba del 22 de septiembre de 1936 y la enterraron con el juguete de su hijo. Ayer, 83 años después, Martín recobró aquel juguete y, con él, la historia de su madre, de la que no tenía recuerdos.
“Si mi madre estuviese aquí le diría que la quiero y que me da mucha alegría”, dijo Martín el viernes sentado en el salón de su casa de Cevico de la Torre (Palencia), el mismo pueblo en que vivió su madre y en el que él ha pasado casi toda la vida sin apenas hablar de lo que sucedió para no herir los sentimientos de su padre. La familia nunca supo dónde habían enterrado a Catalina y la familia solo ahora ha conocido la historia del sonajero. Martín sostenía entre sus manos el juguete y apenas encontraba palabras para expresar sus sentimientos. “Qué tiempos aquellos”, alcanza a decir, y añade, a preguntas de su hija, Martina, que nada de lo que sucedió debía haber pasado.
“Este sonajero es un objeto excepcional, primero porque ayudó a identificar el cadáver de Catalina, porque se sabía que tenía un hijo de ocho meses, y segundo porque no se ha encontrado ningún otro en ninguna fosa de la Guerra Civil”, resalta Almudena García-Rubio, antropóloga de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. “Es un objeto muy simbólico, los colores vivos junto a los huesos color tierra recuerdan una maternidad que se truncó y que en parte representa todo lo que pasó en la Guerra”, añade la científica.
Restos de Catalina Muñoz Arranz junto al sonajero hallados en el parque de La Carcavilla (Palencia) en 2011.
Restos de Catalina Muñoz Arranz junto al sonajero hallados en el parque de La Carcavilla (Palencia) en 2011.
En 2011, esta antropóloga se encontraba excavando las sepulturas de decenas de asesinados por el bando sublevado enterrados en el cementerio viejo de la capital palentina. Los huesos de los represaliados aparecieron debajo de columpios y juegos infantiles, pues sobre las tumbas se construyó un parque público, La Carcavilla. Ponciano Quintero, uno de los voluntarios de la excavación, fue el primero en ver asomar un objeto que parecía sacado de otra época, rosa, amarillo, verde, con forma de flor, un juguete infantil al lado de un cadáver acribillado. García-Rubio excavó con cuidado el objeto y lo llevó a un etnólogo que confirmó que podía perfectamente ser de 1936. “Debido al aplastamiento por la presión de la tierra, le falta la canica o bolita que, batiéndolo, producía el sonido característico de estos objetos”, señaló el etnógrafo en su informe.
Lucía Muñoz, de 94 años, tenía 11 años cuando detuvieron y fusilaron a su madre, Catalina Muñoz.
Lucía Muñoz, de 94 años, tenía 11 años cuando detuvieron y fusilaron a su madre, Catalina Muñoz.

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