Aragón, en vilo con Opel.
La multinacional ha amagado con una deslocalización industrial, posibilidad que hace temblar a la región, ya que la fábrica de Figueruelas supone casi la cuarta parte del PIB.
La economía aragonesa ha temblado esta semana con el anuncio de la dirección de Opel que sembró de inquietud el futuro de la fábrica de Figueruelas (Zaragoza). Tras dos meses de negociaciones fallidas en torno al nuevo convenio colectivo de esta planta, la compañía se descolgó con un órdago inquietante: el nuevo modelo del Corsa no se fabricaría en Figueruelas y se suspendían otras inversiones previstas para la planta. El futuro para la factoría pintaba negro y saltaron todas las alarmas en una región en la que Opel es mucho más que una gran fábrica. Es su pulmón industrial.
En torno al 23% del Producto Interior Bruto (PIB) de Aragón está ligado a la fábrica de Opel, a ese pequeño pueblo situado a 20 kilómetros de Zaragoza capital que es ejemplo de prosperidad industrial, locomotora de la economía regional. De esta fábrica de coches dependen unos 5.500 empleos directos y otros 3.000 puestos de trabajo de empresas auxiliares que viven, en todo o en gran parte, de los componentes que le venden a Opel.
Tras la mediación de urgencia del gobierno aragonés, sindicatos y empresa decidieron reanudar las negociaciones el pasado viernes –y que continuarán hoy–, con la fecha límite de mañana lunes para pactar un convenio laboral que reduzca costes salariales –como pretende la compañía– y que vaya acompañado de un compromiso de la multinacional que garantice a futuro la plena actividad en la factoría, como exigen los sindicatos. Al final, la cuestión pasa por encajar las dos posiciones que ambas partes se encargaron de dejar claro que no son excluyentes tras el susto provocado por la ruptura de las negociaciones del miércoles.
Salarios y costes
La plantilla dice estar dispuesta a sacrificios salariales –ya lo demostró en otras ocasiones años atrás– y la empresa se declara abierta a considerar lo que reclaman los sindicatos si hay disposición para recortar costes.
La buena voluntad expresada por unos y otros redujo la tensión y dio un respiro tras horas de zozobra en círculos políticos y económicos aragoneses. Hoy por hoy, es difícil imaginar un Aragón sin Opel y la riqueza industrial que irradia. Y Figueruelas es el epicentro, el municipio elegido hace casi 40 años por el gigante automovilístico General Motors (GM) para instalar su fábrica en España. El Rey Don Juan Carlos acudió a la inauguración de la planta en 1982. Marcó un antes y un después para la economía aragonesa: el tejido industrial de la región recibió un espaldarazo sin precedentes, la actividad de esta fábrica está detrás de prácticamente la mitad del comercio exterior aragonés, ha facilitado la proliferación de un extenso tejido de industrias de automoción y miles de familias dependen de esa planta.
En Figueruelas, esta fábrica domina su paisaje económico y humano. La localidad es un núcleo industrial envidiable: un municipio de 1.300 vecinos que supera ampliamente los 6.000 puestos de trabajo.
«No fue casual que Opel se instalara en Figueruelas, porque ya por entonces, hace 40 años, esta localidad destacaba por su dinamismo industrial, algo poco común en municipios de su tamaño», explica el alcalde, Luis Bertol (PP). Por entonces el pueblo tenía unos 850 habitantes y ya despuntaba la industria local, y con Opel aquella realidad se multiplicó de forma tremenda. «Para Figueruelas es, lógicamente, el pilar económico más importante», indica Bertol, quien no tiene duda de que esta factoría seguirá siendo un referente para la multinacional. «Tiene una mano de obra de muchísima calidad, con unos estándares altísimos, es una factoría moderna que dispone de un capital humano que siempre ha destacado por su competitividad y su capacidad de alcanzar acuerdos», afirma Bertol.
Un pueblo envidiado
Aunque la economía de Figueruelas se ha diversificado y eso ha hecho reducir su dependencia respecto a la gigantesca fábrica de Opel, esta sigue siendo determinante en una localidad envidiada por su prosperidad industrial. Eso sí, de todos los que trabajan en la planta de Opel, los que viven en Figueruelas son una pequeñísima parte, menos de cien. Los más de 5.000 restantes llegan a diario en autobuses desde Zaragoza o acuden desde otros municipios del entorno.
Figueruelas es un pueblo con prósperos contrastes. Por ejemplo, solo tiene dos restaurantes –uno en el casco urbano y otro a pie de carretera– y no abunda el comercio, pero anda nutrido de industrias, varias de ellas con más de cien trabajadores y gran parte de todo ese tejido industrial no depende de Opel, lo que es una garantía extra de diversificación económica.
La gran fábrica de coches que echó a andar en 1982 y que el año pasado pasó a manos del gigante francés PSA, ocupa una posición dominante en el paisaje de Figueruelas. Un poderío económico que acaba trasladándose a las arcas públicas de todo el vecindario: en torno al 70% de los ingresos de este ayuntamiento le llegan por los tributos locales que abona anualmente la fábrica, con el IAE y el IBI al frente. De los algo más de tres millones de euros a que asciende el presupuesto anual del ayuntamiento de Figueruelas, un par de millones los cubre con los ingresos fiscales que obtiene de Opel.
TODO DEBIDO AL CLIMA DEL SEPARATISMO CATALÁN QUE FABRICAN PIEZAS.
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