En Europa, las competencias locales están siempre subordinadas a la supervisión del gobierno central.
La Unión Europea reconoce la existencia de regiones dentro de los países miembros y de hecho existe una institución comunitaria dedicada a reflejar sus intereses, el Comité de las Regiones. Sin embargo, el artículo 4 de los Tratados establece claramente que la administración territorial es competencia de cada Estado y que cada país es libre de determinar cómo organizarlo. Eso supone que existe una diversidad prácticamente universal entre países extremadamente centralistas como Francia o federalistas como Bélgica o Alemania. Sin embargo, no es fácil encontrar un sistema en el que las regiones tengan tantas atribuciones y competencias propias como las que tienen Cataluña o el País Vasco en España.
Seguramente el caso en el que una región goza de mayores atribuciones simbólicas es el de las islas Aland, que en el momento de la independencia de Finlandia en 1917 pudieron elegir si se quedaban en Suecia o se incorporaban al nuevo país. Además del derecho de hablar sueco, tienen hasta la potestad de emitir sellos de correos, un símbolo bastante poco práctico en estos tiempos. Y deben tener una representación en las embajadas y pueden participar en el Consejo Nórdico. Sin embargo, a la hora de la verdad sus competencias son muy limitadas. El de Aland es un caso específico que tiene que ver con la fundación de un país, es decir, las condiciones con las que sus escasos habitantes decidieron sumarse a Finlandia y que es algo que ahora no ponen en duda. En las islas Feroe de la cercana Dinamarca, por ejemplo, el danés es la lengua oficial, por encima del feroés local.
Nada que ver con el caso de Bélgica, donde la lengua es la fuente de la división y la extensión constante de las competencias regionales no ha servido para obtener la lealtad de la minoría independentista de Flandes. El Reino de Bélgica fue creado en 1830 como Estado unitario, a pesar de estar formado por comunidades idiomáticamente diversas. En 1966 se dividió el país en regiones lingüísticas y en 1970 se dio el primer paso para convertir al Reino en un Estado Federal, siempre atendiendo a las reclamaciones de los nacionalistas flamencos.
Los nacionalistas flamencos miran con interés el desarrollo de los acontecimientos en Cataluña, querrían ser los siguientes en la fila
En estos momentos, la división de competencias ha formado un enjambre de instituciones en un país de menos de 12 millones de habitantes. Entre ayuntamientos, comunidades culturales y divisiones políticas el país cuenta con una miríada de parlamentos y gobiernos que lastran su gasto público hasta límites insostenibles. Los nacionalistas flamencos miran con gran interés el desarrollo de los acontecimientos en Cataluña, porque querrían ser sin duda los siguientes en la fila de las proclamaciones de independencia. Pero seguramente también se alegrarían de contar con alguna de las competencias que tiene esta comunidad autónoma española.
Sin embargo, a diferencia de los independentistas catalanes, sus émulos flamencos tienen la capacidad de entender que cuando no pueden dar un paso en la dirección de la destrucción de Bélgica (su grito preferido en las manifestaciones es «Muera Bélgica») también son capaces de pactar con el statu quo. En la actualidad, los independentistas flamencos que pusieron la estelada en la sede de su partido (N-VA) forman parte de la coalición de Gobierno federal y ocupan las carteras más importantes, entre ellas las de Defensa e Interior. El ministro de Defensa, Steven Vandeput, que sueña con una Flandes independiente, es capaz de presidir el desfile ceremonial de la fiesta nacional belga y cuadrarse ante el Rey Felipe antes de dar la orden a las tropas, con toda normalidad.
El más parecido
El país al que España se parece más es Alemania. La división de los lander también recuerda en cierto modo la de los viejos estados feudales que existieron hasta la fundación del imperio alemán en 1870. El único de esos antiguos reinos que ha prevalecido en sus dimensiones y que ha mantenido su carácter nacionalista es el de Baviera. La principal diferencia con España es que los lander tienen mucho más definidas sus competencias, por la sencilla razón de que todos tienen prácticamente las mismas. Tienen competencias en Interior, lo que implica que hay también una división regional de la Policía, que no es lo mismo que tener cuerpos de policía separados por regiones.
En general, en Europa las competencias en materia de educación suelen ser de ejecución local, pero con supervisión del gobierno central. No existe un sistema como el español en el que cada región tenga competencias separadas y mucho menos sobre el contenido de las materias o las lenguas vehiculares.
El mayor grado de autonomía lingüística se da en las regiones donde existen minorías nacionales muy marcadas. Por ejemplo en Transilvania (Rumanía) vive una comunidad húngara que en determinadas zonas representa más del 40% de la población. Rumanía les reconoce el derecho de organizar un partido político para defender sus intereses, pero no gozan de ninguna base territorial desde el punto de vista administrativo. El caso de los húngaros repartidos en Rumanía, Eslovaquia, Serbia o Ucrania, sería probablemente uno de los que se despertaría si se admitiese que una región como Cataluña no respete el marco constitucional.
En la cercana Austria, convertida en un estado federal en recuerdo de la política de respeto a la diversidad del viejo imperio de los Augsburgo, pero aparte de recaudar impuestos y tener un pequeño parlamento, las regiones austriacas tienen competencias muy limitadas comparadas con las comunidades autónomas españolas.
En Italia, un país de formación relativamente reciente, hay una división asimétrica en la que hay algunas regiones reconocidas constitucionalmente, con competencias definidas que no incluyen ni policía, ni televisión: Sicilia, Cerdeña, Valle de Aosta, Friuli-Venezia Giulia y Trentino-Alto Adige. La mayoría son fronterizas, así que admiten el estudio de las lenguas vecinas (francés, esloveno o alemán) a la par que el italiano. En Sicilia y Cerdeña se enseña también el sardo o el dialecto siciliano, pero con preeminencia del italiano. Dos de las regiones no constitucionales, Veneto y Lombardía, han convocado un referéndum para decidir si desean más competencias, que en ningún caso pueden ser como las de las regiones constitucionales que son mucho menores que las de Cataluña.
Una de las más ordenadas
La experiencia española se ha considerado una de las más ordenadas de Europa. Francia nunca se ha atrevido a dar el paso de ceder autonomía a las regiones y en el último periodo socialista se produjo incluso una reorganización de las regiones, fusionando por decreto varias de ellas, para reducir costes, sin consultar siquiera a los dirigentes locales. La idea de transferir las competencias en educación que ejerce el Estado ha sido ampliamente rechazada por los propios profesionales de la educación.
De todos los modelos se puede obtener un buen ejemplo, pero como sucede en los países con grandes tensiones territoriales como Bélgica, la cuestión esencial es la lealtad al proyecto común. Lo que no se había dado todavía en ningún lugar es que las autoridades regionales utilicen sus competencias para atacar la legalidad de la que emana su autonomía.
EN ESPAÑA LO QUE HAY ES MUCHO EGOISMO Y QUIEREN MÁS, HAY MUCHA INSOLIDARIDAD.
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