El Rey y Mas, el pasado 17 de julio en el Palacio de la Zarzuela.
El día que Mas cerró la puerta
El Rey perdió el 17 de julio la esperanza de una marcha atrás al plan soberanista
La audiencia al expresidente le hizo cambiar la opinión de su primer año de reinado.
Durante todo su primer año de reinado, Felipe VI mantuvo la esperanza de que el plan soberanista catalán era reconducible, de que la hoja de ruta independentista tenía marcha atrás, y desplegó su agenda institucional para intentarlo. El monarca acudió a 12 actos en Cataluña (uno por mes, es el tercer territorio donde más actividad ha tenido, solo por detrás de Madrid y Asturias), mantuvo continuos encuentros institucionales con Artur Mas por los motivos más diversos y aprovechó esos viajes para celebrar reuniones privadas y discretas con representantes de la sociedad catalana.
En todos esos encuentros que el Rey mantuvo con Mas el presidente catalán —como ya había hecho en la última etapa con don Juan Carlos— aprovechaba para criticar al Gobierno de Mariano Rajoy por su actitud de negarse a negociar un trato especial para Cataluña. El president, que nunca rehuyó las citas con Felipe VI desde su proclamación —a la que Mas decidió acudir pese a que muchas voces independentistas le pidieron que no lo hiciera— solía lamentar que desde Madrid se le estaba empujando hacia el independentismo. Esa queja constante, que Mas repitió a otros altos representantes de la política española, hizo pensar a Felipe VI que había margen de maniobra, que la puerta al diálogo con Cataluña estaba abierta, por más escenificaciones que el bando soberanista llevase a cabo en las instituciones catalanas y en la calle.
Eso fue así hasta el pasado 17 de julio. Ese día durante la recepción que el Rey ofreció a Mas en el Palacio de La Zarzuela —igual que había hecho antes con otros presidentes autonómicos y para enviar un mensaje de normalidad pese a las noticias que llegaban desde Cataluña— Felipe VI se dio cuenta de que sus esfuerzos durante más de un año no habían hecho efecto sobre Mas y que el líder catalán estaba dispuesto a llegar hasta el final.
Ni la Casa Real ni la Generalitat ofrecieron explicación alguna pese a la relevancia del encuentro. Fue una indiscreción del presidente de Cantabria, el singular Miguel Ángel Revilla, la que reveló que el Rey ve “irreconducible” el plan soberanista de Mas. Lo que sucedió durante los 75 minutos que duró la reunión de ambos se quedó entre esas cuatro paredes del palacio y forma parte del secreto oficial pero ELPAÍS ha podido saber que ante la pregunta institucional del Rey sobre los proyectos de su Gobierno (una cuestión que también planteó al resto de presidentes autonómicos) Mas aprovechó para explayarse en la defensa del proceso secesionista en marcha y sobre sus planes para declarar la independencia en 18 meses si la lista única y la CUP consiguen mayoría absoluta en los comicios de septiembre.
Un acto al mes en Cataluña
En el primer año de reinado, Felipe VI ha multiplicado su presencia en Cataluña. El monarca ha compartido con el president, Artur Mas, entregas de galardones como las Medallas de Honor del Treball 2014 y los VII Premios Carles Ferrer Salat, o la bienvenida a la 65ª promoción de jueces. Sus viajes han incluido visitas a empresas como la factoría de Seat —el Rey se puso al volante de uno de los coches con Mas de copiloto para solaz de los fotógrafos— o las bodegas Freixenet.
En Barcelona inauguró el congreso mundial de móviles y participó en el funeral institucional a las víctimas del accidente aéreo de Gernmanwings, entre otros actos públicos (uno al mes).
Durante la conversación esta vez ya no hubo quejas contra el Gobierno español o Madrid, término que suele emplear el president, sino el detalle de una hoja de ruta que Mas está decidido a cumplir al margen de las leyes y de la propia Constitución.
El monarca preguntó a Mas por sus planes, le escuchó con atención y se limitó a actuar desde el ámbito puramente institucional, porque el ejercicio político y el papel de árbitro que le confiere la Ley Fundamental solo le está permitido bajo el encargo del presidente del Gobierno.
La conclusión de Felipe VI fue que la actitud de Mas es "irreconducible", como comentó en los días sucesivos a varios presidentes autonómicos que le visitaron y se encargó de divulgar el cántabro Miguel Ángel Revilla.
Don Felipe pudo sospechar que la cosa no iba bien cuando Artur Mas dijo a los periodistas antes de entrar: "Vengo en son de paz". Lo dijo con la misma media sonrisa que ya había mostrado en la final de la Copa del Rey mientras gran parte de las aficiones del Barça y del Athletic de Bilbao pitaban el himno español. El saludo en la sala de audiencias del palacio ya fue mucho más frío que en los encuentros anteriores y los escasos veinte pasos que dieron hasta que se sentaron en el despacho del monarca despedían un aire gélido. El contexto no ayudaba. El presidente de la Generalitat había cerrado el día anterior un acuerdo con Esquerra Republicana y las entidades soberanistas para concurrir a las elecciones del 27 de septiembre con una lista unitaria para proclamar la independencia. El día de su cita en la Zarzuela esa fue la foto de portada que propició Artur Mas a la mayoría de los periódicos, apilados en la mesa de trabajo del despacho real.
Desde ese día, la distancia entre el Rey y el presidente de Cataluña se ha agigantado. Esta semana se han vuelto a ver en un ambiente glacial. El pasado jueves, durante la entrega de los despachos a la 65ª promoción de jueces, Felipe VI, recordó ante el president la “exigencia ineludible de cumplir la ley para una convivencia democrática en paz y libertad” y que la norma es “fuente de legitimidad”. Mas dijo después que no se dio por aludido y defendió que su gobierno no ha incumplido la ley. Y de paso aprovechó para volver a marcar distancias con Felipe VI. Durante el cóctel posterior, contraviniendo el protocolo, abandonó el acto antes de que lo hiciera el monarca. Las sonrisas institucionales que ambos compartieron durante el último año, hoy son historia.
NO ME GUSTA NADA DE LO QUE VEO,VOLVEMOS AL TREINTA.
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