El error argelino se multiplica
España culpa de la ruptura con Argelia a su alianza con Rusia, pero Alemania, Francia o Italia demuestran que los argelinos no tienen un problema con Europa, sino con Sánchez
Pasan los días y el Gobierno sigue sin dar una sola explicación sobre la ruptura unilateral por parte de Argelia del Tratado de Amistad de 2002. Ni media palabra ante la opinión pública ni en el Congreso de los Diputados, donde Pedro Sánchez es cada vez más reacio a acudir cuando se trata de abordar cuestiones peliagudas que en este caso, además, comprometen nuestras relaciones internacionales, el comercio exterior, el coste del suministro de gas y la estabilidad diplomática. A lo sumo, solo la vicepresidenta Nadia Calviño ha asegurado que «Argelia está cada vez más alineado con Rusia», algo por otro lado sobradamente conocido desde hace lustros. Solo le faltó decir que Vladímir Putin pretende abrir una base militar en Orán para comprometer el Mediterráneo y su argumento habría quedado completo.
Según esa peregrina teoría sobre las relaciones de España con El Magreb, la ruptura de Argelia es hasta una buena noticia que nos libera moralmente de mantener negocios con un socio de Putin. Es un disparate pretender dar la vuelta a un argumento de geoestrategia internacional de forma tan infantil. Tampoco ha explicado Sánchez qué ocurrió realmente para dar un giro tan insospechado, urgente y secreto a las relaciones con Marruecos renunciando a un estatus sobre el Sahara que había estado vigente cincuenta años. En cualquier caso, resulta difícil que un Gobierno haya conseguido en solo tres años tener unas relaciones tan conflictivas con Estados Unidos, tan turbulentas con Marruecos, y prácticamente rotas con Argelia. Ningún presidente en democracia salvo Sánchez puede atribuirse semejante currículum.
No obstante, el asunto trasciende a España. Si fuera cierto que a nuestro país le viene bien distanciarse de Argelia porque es un país subalterno de Rusia en el Magreb, y si Marruecos lo es de Estados Unidos y convenía poner a España en el lado bueno de la historia, no tiene lógica alguna que países como Alemania, Francia o Italia se hayan apresurado a exhibir un magnífico tono diplomático con Argelia en pocos días. O el Gobierno miente o desconoce qué hacen Europa y sus principales potencias reafirmando sus lazos económicos con ese país. Días atrás, el ministro de Exteriores argelino, Rantan Lamamra, mantuvo conversaciones con la titular de Exteriores francesa, Catherine Colonna. Y a tenor del comunicado posterior, la reunión no debió ir mal ni fue tensa, y eso que Francia es el socio preferente de Marruecos en Europa.
Después, la viceministra alemana de Exteriores, Katja Keul, ha viajado hasta Argel para entrevistarse personalmente con Lamamra. Y en Italia, el embajador argelino en Roma ha celebrado reuniones con el secretario general de Exteriores para preparar la cuarta cumbre interregional Italia-Argelia del mes de julio. No es cierto que la irritación de Argelia sea con Europa. Lo es con España, y el Gobierno no solo no lo explica, sino que ofrece versiones edulcoradas sobre las consecuencias económicas reales que acarrea tanto error de bulto.
Desde luego, no cabe felicitarse de que Argelia llame «pirómano» al ministro Albares, ni de estos errores del Gobierno porque causan serios perjuicios a España. Por eso Europa debería mostrar una cohesión política e institucional mayor y más sincera. Italia se ha precipitado a aprovechar la debilidad negociadora española para sacar tajada con el gasoducto de Argelia y ocupar el privilegiado espacio que deja libre España en el organigrama diplomático. Francia juega astutamente con varias barajas, y Alemania ha visto una oportunidad para su suministro gasístico en el otoño. Europa está actuando con cierto cinismo respecto a España, y eso Sánchez tampoco está sabiendo combatirlo.
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