Científicos del CSIC y expertos de la ONU: las caras de la «revolución climática» que ha teñido el Congreso
El colectivo avisa sobre la extrema urgencia del cambio climático y demanda compromisos políticos, así como una verdadera participación ciudadana en la toma de decisiones climáticas para evitar que sean tomadas por los lobbies
Catedráticos, doctores, funcionarios, miembros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) o del panel de expertos en Cambio Climático de la ONU. Medio centenar de científicos han participado en una protesta que ha teñido con pintura roja biodegradable la fachada y las escalinatas de la Cámara Baja. Han pedido «justicia climática» y, para ello, 'Rebelión Científica' ha recurrido a las técnicas de la organización a la que están vinculados, Extinction Rebellion, que defiende «acciones disruptivas de desobediencia» para alertar sobre la urgencia de la crisis climática y demandar compromisos políticos.
Sobre las 10 horas de este miércoles, el grupo lanzó botes de plástico usados con pintura roja biodegradable (se ha quitado con un manguerazo) en el acto central de la campaña de protestas que se celebran esta semana en más de 25 países.
El grupo es una rama de 'Extinction Rebellion' formada solo por científicos que están de acuerdo «en que es hora de tomar medidas directas para enfrentar el clima catastrófico y el colapso ecológico», según figura en su página web.
Entre los asistentes a la protesta de este miércoles estaba Fernando Valladares, biólogo y director del grupo de Ecología y Cambio Global del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC. También ha acudido Fernando Prieto, director del Observatorio de la Sostenibilidad, Jorge Reichman, de la Universidad Autónoma de Madrid o Javier Peña, doctor en Ciencias Químicas por la Universidad Politécnica de Barcelona (UPC) y director general de Elisava Escuela Superior de Diseño e Ingeniería de Barcelona. También lo ha hecho José Esquinas, doctor ingeniero Agrónomo por la Universidad Politécnica de Madrid, entre otros.
Según los manifestantes, la pintura roja simboliza el estado de «trágica emergencia» que establece el sexto informe del grupos de expertos en cambio climático de la ONU, el IPCC, cuya última parte fue publicada este lunes y apunta a que es necesario que el pico de emisiones se limite a 2025 para asegurar un 'futuro habitable'. «Esta sangre falsa y biodegradable no ocasionará daño ni perjuicio material alguno, al contrario de la criminal inacción climática actual de los gobiernos», han asegurado en un comunicado.
«Es la mayor campaña de desobediencia civil liderada por científicos de la historia», defendió el martes la doctora en Historia Cultural de la Universidad de Montpellier (Francia), Agnes Delage, en una rueda de prensa en Madrid para presentar las movilizaciones, informa EP. En ese mismo acto también participó Marta Rivera, científica de la Universidad de Vic-UCC y miembro del IPCC de la ONU, quien incidió en que todos los estudios científicos muestran que el cambio de actitud individual es muy difícil de conseguir incluso para la gente que está muy informada y concienciada. Por ello, reclamó acción política, mecanismos, impuestos, entre otras iniciativas para favorecer el cambio de actitud bajo el principio de responsabilidad distribuida y explicar por qué se hace cada cosa para que las sociedades no rechacen los cambios con el fin de mantener su bienestar material.
Organización
Los integrantes de Extinction Rebellion (XR) y grupos afiliados como Rebelión Científica van a seguir cortando el tráfico, pintando edificios u okupando aceras mientras no se cumplan sus demandas. Piden que los gobiernos reconozcan la «emergencia climática», una huella de carbono cero y que se creen jurados populares que decidan sobre todos los aspectos relacionados con el cambio climático. Según explicó Delage el martes, el colectivo quiere una verdadera participación de los ciudadanos en la toma de decisiones climáticas para evitar que estas sean tomadas por los lobbies y la oligarquía política. «La asamblea ciudadana es la manera de abrir la rebelión a la gente», insistió.
Extinction Rebellion se define como una «holocracia» autoorganizada y no jerárquica. Nació de un grupo de académicos activistas que formaban parte de «Rising Up», otro movimiento de contenido comunista que tenía como objetivo transformar la sociedad en sus cimientos. La cabeza más visible es la bióloga Gail Bradbrook, de 47 años. En 2016, en un viaje a Costa Rica, probó una droga alucinógena, la iboga, que «reconectó» su cerebro, dijo. Regresó a Reino Unido, dejó a su marido y fundó el movimiento junto a otros activistas, como el agricultor y estudiante de un doctorado sobre diseño de campañas radicales, Roger Hallam. Así nació la fórmula mágica: una desobediencia civil masiva del clima. XR se dio a conocer en 2018, casi en paralelo con el nacimiento del otro gran movimiento climático –y menos radical–, el de Greta Thunberg y los Fridays for Future. Pero en XR la fórmula es la desobediencia civil.
Como ya contó ABC, XR se financia, entre otras cosas, del «Fondo de emergencia climática», creado por Aileen Getty, nieta del millonario petrolero J. Paul Getty, y Rory Kennedy. Además, el blog Sciencefiles.org ha rastreado los apoyos que recibe el movimiento y su más directo soporte es Revolución Compasiva, una sociedad limitada superviviente del movimiento Occupy, que «continúa su lucha contra el capital bajo la bandera de la protección del clima».
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