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domingo, 3 de abril de 2022

ALCARAZ ENHORABUENA CAMPEON,

 Alcaraz inicia en Miami su propia era

El español conquista su primer Masters 1.000 y rompe el maleficio de Miami, donde ningún tenista hombre español había ganado

Ni Nadal, ni Ferrer, ni Moyà, ni Bruguera. Carlos Alcaraz. El fenómeno murciano rompe la maldición de Miami, campeón ante Casper Ruud, una hazaña que ningún otro hombre había logrado para el tenis español. Le quedan todavía unos días para cumplir los 19 años, pero ya construye con galones y títulos de prestigio una leyenda que se vislumbra imparable. Campeón del Masters 1.000 de Miami, primero de esta categoría en su palmarés, con una muestra más de ese tenis único: poliédrico, divertido, descarado, como debe ser por la edad, y a la vez maduro y pensado, propio de los elegidos para liderar cualquier deporte.

Era la primera final de esta categoría para ambos, y al español le costó más soltar el brazo. Nervios para empezar, y un noruego que quería vengarse de aquel incontestable 6-2 y 6-4 en Marbella el año pasado en el único choque previo. Sus derechas adquirieron una velocidad media de 91 millas por hora (146 kilómetros por hora);evitar a toda costa dejarse engatusar por las genialidades y diabluras que ya definen el juego del español. Ruud, 8 del mundo, sorprendió con ese inicio supersónico, saques perfectos y desplazamientos velocísimos para aporrear la pelota de lado a lado sin que las piernas algo lentas de Alcaraz fueran suficientes.

Sin embargo, el español, fortalecido en el gimnasio, lugar al que no le hace ascos porque ha entendido que a este tenis se llega por potencia y se gana por todos lo demás, ha multiplicado músculo en este curso de la consagración. En los brazos, sobre todo en las piernas, y, más que en ningún otro sitio, en la cabeza.

Con pocas grietas para la frustración, por mucho que la final comenzara con un 0-3, el de El Palmar también ha aprendido, y de maravilla, a percutir desde la adversidad. Mejoró el saque, la derecha movía al rival, el revés cambiaba el patrón de las alturas con efectiva sencillez, y el puño comenzó a sacarse más a menudo. Incluso entendió, a la cuarta que no salió, que no tocaba demasiado en este partido hacer gala de esa muñeca finísima con las dejadas con las que había ganado 51 puntos de 59 antes de llegar a este último partido.

Comprendido el error, buscó soluciones, halló las respuestas. Hay mil recursos, variedad y valentía en el tenis de Alcaraz que, poco a poco, se adueñó de los puntos desde el fondo.

Capaz de aguantar maratones contra los mejores, carga el brazo como una catapulta, tan rápido para sacar la mano a pasear, que contrarió a Ruud, con tiros potentes también, pero cada vez menos animoso y mucho menos certero en la resolución. De 0-3 a 6-5. Puro Alcaraz, a cada golpe, mostraba una mejor versión y se gustaba más que en el anterior.

Porque si el español ha enamorado ya a medio planeta tenis y ha conquistado este Masters 1.000 con apenas 18 años y 335 días, es gracias a ese abanico de trucos con los que alegra y divierte a la grada. Saques directos, látigos desde el fondo y sutilezas en la red. Si su muñeca se lo pasó de maravilla con ese recurso con el que pocos jóvenes se atreven, fue porque su cabeza leyó a la perfección la propuesta, los errores propios y las debilidades ajenas. 7-5, una hora.

Al tenis, aunque se golpea a la pelota con la mano, se gana con la mentalidad. Y a Ruud le pesó demasiado perder esa desventaja del 3-0, del 4-1. Las piernas se le ralentizaron y sufrió demasiado con sus servicios en el segundo parcial. Alcaraz, que ha aprendido jugando al ajedrez a pensar más rápido y a estar más concentrado en cada jugada, aprovechó las dudas del noruego para empezar a construir el jaque mate. Break de inicio, confirmado con un segundo juego en blanco. Dedo índice a la sien: cabeza, corazón y coj..., el consejo del abuelo, su mayor fan, el que guarda todos los recortes de prensa que se publican sobre él.

Parcial de nueve juegos a uno solo roto porque Ruud, abatido, se vio con todo perdido y volvió a sacarse ese tenis rudo con el que había maniatado al español al inicio del choque. Era otra prueba para Alcaraz, saberse superior, casi ganador. Aprender a ralentizar el tiempo para cortar el subidón del rival, que pidió asistencia médica para tratarse la cadera.

Ante el susto, la pequeña frustración de ver algún obstáculo en el diáfano horizonte que se había trabajado, dio otro paso hacia la perfección: calma, tres saques directos y juego en blanco. Lección aprendida ante el vértigo del favoritismo, capacidad aprehendida para la siguiente oportunidad. En su siguiente turno de saque. Para ganar el título. Juego en blanco. Con saque y red. Un genio. Con mucho tenis y más corazón.

Alcaraz inicia en Miami su propia era. Se puede dejar de hablar de futuro porque confirma que con menos de 19 años se puede estar ya entre los grandes. Otros han pasado por aquí, como Zverev o Medvedev. Pero muestra Alcaraz hechuras de campeón consolidado y de garantías. Lo que otros no han sabido demostrar en continuidad. Primer tenista menor de 19 años en alcanzar las semifinales de Indian Wells y Miami, cuarto más joven en clasificarse para una final de Masters 1.000 (tras Chang, Nadal y Gasquet), tercero más joven en ganar un Masters 1.000 (tras Chang y Nadal). La confirmación de lo que se preveía desde hacía tiempo.

Ya para siempre en su palmarés, su tercer título: ATP 250 de Umag, ATP 500 de Río de Janeiro y Masters 1.000 de Miami. Escalón a escalón hacia lo que quiera.

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