Asesinada una cooperante española de Médicos Sin Fronteras en un ataque en Etiopía
Tres trabajadores de la ONG han perdido la vida en la región septentrional de Tigray, sumida en la violencia desde el pasado noviembre
Tres cooperantes de Médicos Sin Fronteras (MSF) han sido asesinados en Etiopía tras sufrir un ataque en la región de Tigray, al norte del país, según informó la organización a través de un comunicado. Una de las víctimas es la española María Hernández, una mujer de 35 años procedente de Madrid, con una nutrida experiencia en África y que trabajaba como coordinadora de emergencias. Las otras son dos jóvenes etíopes, Yohannes Halefom Reda, asistente de coordinación de 31 años, y Tedros Gebremariam, un conductor de la misma edad.
Los cuerpos de las tres víctimas fueron encontrados a algunos metros de distancia del coche donde viajaban, después de que se hubiera perdido la comunicación con ellos el día anterior. «Nada de lo que escribamos servirá para transmitir toda nuestra tristeza e indignación. (...) Condenamos este ataque a nuestros compañeros en los términos más rotundos y no pararemos hasta esclarecer lo sucedido», denunciaba MSF.
«Confirmamos el fallecimiento de una cooperante española de Médicos Sin Fronteras en Tigray y queremos expresar nuestro más sentido pésame a sus familiares», señalaba, por su parte, el Ministerio de Asuntos Exteriores. «Desde la Embajada de España en Etiopía, se están haciendo todas las gestiones necesarias para agilizar al máximo la repatriación del cuerpo. Asimismo, estamos en contacto con las autoridades etíopes para esclarecer los hechos», añadía.
Compromiso hasta el final
Hernández, que había comenzado su andadura en MSF en junio de 2015, trabajó primero en República Centroafricana y luego en Sudán del Sur. La cooperante también había desempeñado labores humanitarias en Yemen, México y en Pulka, Nigeria, donde vivió entre octubre de 2019 y junio de 2020. Su último destino antes del país donde ha perdido la vida.
Durante la Nochebuena de 2019, Hernández, que era una mujer convencida del valor de su tarea, explicaba en Radio Nacional de España su experiencia en Pulka, la ciudad nigeriana donde la organización gestionaba un hospital y en la que iba a pasar las Navidades. «No es la primera vez [que estoy fuera de casa en estas fechas] y seguramente no será la última», contaba entonces. «Estoy plenamente convencida de lo que hago y de la necesidad de estar aquí –añadía–. Pones en la balanza muchas cosas, sobre todo la gente, la familia, los amigos. Pero al final del día, merece la pena». Su currículum estaba coronado por una frase de Mahatma Gandhi que también era una declaración de intenciones: «Sé el cambio que quieres ver en el mundo».
Fiel a sus principios, Hernández llegó a Etiopía en septiembre de 2020. Lo hizo un mes antes del inicio de las hostilidades en la región septentrional de Tigray, que comenzaron el pasado 4 de noviembre, cuando el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, ordenó una ofensiva militar contra el territorio.
Para Ahmed, que paradójicamente fue distinguido con el premio Nobel de la Paz en 2019, los tigrinos se habían declarado en rebeldía. Sus dirigentes habían celebrado elecciones en septiembre a pesar de que Adís Abeba había ordenado posponer todos los comicios por la pandemia de Covid-19. Acompañado por el Ejército de Eritrea –un país independizado de Etiopía en mayo de 1993, tras casi tres décadas de guerra, y hoy una hermética dictadura–, el Ejército etíope entró a sangre y fuego en la provincia. Las organizaciones humanitarias comenzaron a denunciar las matanzas de civiles. La sombra del genocidio sobrevuela el conflicto.
A finales de marzo, un responsable de emergencias de MSF informaba a ABC sobre la gravedad de la crisis que estaba en marcha en la región. La organización advertía sobre el colapso del sistema sanitario, los riesgos para los afectados por enfermades crónicas, la falta de medicamentos, el destrozo de los cultivos y la amenaza de la hambruna, un mal que Etiopía ha sufrido en varias ocasiones –notablemente en 1984– con una crudeza inexpresable. Un informe de la Organización Internacional de las Migraciones de abril confirmaba las peores sospechas, estimando que alrededor de 1,6 millones de personas necesitaban ayuda urgente en la provincia.
Durante los últimos días, la guerra ha continuado agravándose. Los ataques en Tigray se han recrudecido. Un bombardeo sobre un mercado de la localidad de Togoga causó el pasado jueves 51 muertos y cerca de 100 heridos. Las reccioniones no se hicieron esperar. Estados Unidos condenó «enérgicamente» la matanza y exigió un «alto el fuego inmediato». El Alto Representante para la Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, calificó la situación de «alarmante», pero la violencia no se ha detenido. Hoy, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, lamentaba la muerte de Hernández: «Un sentido abrazo a la familia y compañeros de María».
D.E.P. POBRE QUE DIOS LA ACOJA EN SU SANTO SENO
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