Ortega en Enagás o maniobras orquestales en la oscuridad.
Esta misma semana el fundador de Inditex sorprendía a propios y extraños al desmarcarse con la compra del 5% de gestora del sistema gasista español, por 281,63 millones.
Que Amancio Ortega gusta de invertir más allá de lo que es su entorno más cómodo y natural –el textil– es tanto un hecho como una realidad cuantificada. Y que lo tradicional para él es diversificar capital a través de su vehículo inversor, Pontegadea, y sobre todo poniendo el foco de esta sociedad en el sector inmobiliario –con la compra de hoteles, oficinas y locales comerciales en España, Estados Unidos, México, Canadá, Reino Unido, Italia, Portugal, Francia o Corea del Sur–, es otra realidad constatable. Eso sí, si puede evitar lo máximo posible invertir en lo que podemos calificar como de «infraestructuras básicas», mejor que mejor. Si bien, esto último no es del todo cierto. Por un lado, porque el empresario gallego posee cerca de un 10% del operador de infraestructuras de telecomunicaciones Telxius de forma indirecta –a través de Pontel, una sociedad participada por Telefónica y Pontegadea–; y, por otro, porque siempre ha querido participar en otro sector que se le resiste: el energético... Hasta hoy.
Esta misma semana Ortega se sacaba la espinita. El fundador de Inditex sorprendía a propios y extraños –a unos más que a otros– al desmarcarse con la compra del 5% de la compañía de transporte de gas natural y gestora del sistema gasista español, Enagás, por 281,63 millones de euros. Lo hacía a través del vehículo Partler 2006, perteneciente también a Pontegadea, y la misma sociedad con la que participa en Inditex. Con esta posición, Ortega iguala la que ostenta el Estado –a través de la Sepi– en el gestor gasista español.
El dueño deInditexestuvo ojo avizor el pasado miércoles y aprovechaba que Enagás lanzaba una ampliación de capital por 500 millones –para financiar, sobre todo, el refuerzo de su posición en la estadounidense Tallgrass Energy–, mientras el Estado también suscribía parte de la misma para mantener su 5%. El mercado aplaudió la operación con alzas del valor del 1%, y otros como el Gobierno... pues también. De hecho, algunos ya vislumbran cierto beneplácito en algún que otro miembro del Ejecutivo. Que uno de los hombres más ricos del planeta haya decidido poner sus ojos –más bien su «dinero»– en una compañía con intereses estratégicos para el país, y que quiere seguir ampliando horizontes –pero no solo más allá de nuestras fronteras, por ejemplo en Galicia, tierra natal de Ortega curiosamente–, es garantía de estabilidad de cara a otros inversores. Ya que no en vano es una de las compañías del sector energético que en los últimos meses se ha visto castigada en Bolsa y en la estimación de sus ingresos futuros, por el recorte de retribución aplicado por la CNMC.
Pero... otros muchos no han entendido la decisión del empresario gallego, ya que con su incursión en Enagás, queriendo o no, lo que hace es apostar por una compañía que le está haciendo la guerra a empresarios de su misma, digamos, «sangre». Recuerdan que la compañía presidida por Antonio Llardén está desde hace un par de décadas batallando con otra empresa gallega, Reganosa, bajo el control del grupo Tojeiro y cuyo segundo accionista es... ¡la propia Xunta de Galicia! Y aunque Enagás siempre lo ha negado por activa y por pasiva, en el seno de la compañía de Mugardos se les acusa directamente de maniobrar en su contra.
Lo cierto es que Enagás presentó alegaciones, como parte implicada, al trámite administrativo de evaluación ambiental que está llevando a cabo la regasificadora gallega y que es necesario para el mantenimiento de su actividad. Incluso fuentes conocedoras del malestar interno en Reganosa indican que la intención oculta de los de Llardén es la de retrasar la aprobación del trámite ambiental, en beneficio de la planta regasificadora hibernada que tienen en Gijón y que, por tanto, podría hacerse con el mercado de la gasera gallega. La planta es la de El Musel, que terminó de construirse hace ya seis años y medio pero que desde entonces está en «stand by» por una sentencia que dictó que se había levantado de forma ilegal.
Enagás siempre han negado, en público y en privado, cualquier tipo de operación que busque perjudicar a esta especie de «homóloga» gallega en pequeñito, y con firmeza lanzan el discurso que a muchos, por eso mismo, les chirría: «es una infraestructura fundamental para el sistema gasista español y para el norte de Portugal».
Pero algunos van más allá, y en el runruneo de políticos entre bambalinas hablan de que este desembarco permitirá limar asperezas entre ambas compañías, y la buena relación de Ortega con Llardén podría servir para lanzar una suculenta oferta a los de Reganosa, que está en busca de posiciones de la antigua Gas Natural (en la que, por cierto, Llardén ocupó en el pasado varios cargos directivos), hoy la Naturgy presidida por un Francisco Reynés que bien podría estar llamado a gestas mayores quizás, auguran por ahí, en otro sector bien distinto al energético. Por todo ello, estas fuentes también ven detrás de la operación, aunque sea en la oscuridad, que el Gobierno pone en valor la estrecha amistad a su vez del presidente de Enagás con José Montilla, el político socialista hoy clave en la negociación con Cataluña... Aunque quizás todo esto es ya demasiado enrevesado y lo real sea que la entrada de Ortega en Enagás sirva de puente para encontrar intereses comunes y cerrar hostilidades entre la compañía de Llardén y su viejo rival local, facilitando de paso las cosas al PSOE y sus intrasingentes agrupaciones locales con sus aún hipotéticos socios de Gobierno, Podemos, en su cruzada por una transición energética a lo Greta Thunberg.
Aún así, de fondo, sigue ahí, la estrategia de inversión del hombre más rico de España, si no, no hubiera arriesgado. Porque tanto el sector inmobiliario como el de las infraestructuras –sean de telecomunicaciones o sean de gas–, tienen en común que son poco dados alas sorpresas inoportunas. La estructura de ingresos de sus activos inmobiliarios –los alquileres– y de Telxius y Enagás son muy estables y, por tanto, predecibles en el tiempo, a diferencia de lo que ocurre con el sector textil, sujeto a modas e incluso a la climatología. Además, Pontegadea busca habitualmente que detrás de sus inversiones haya siempre activos tangibles, ya sean edificios o redes. Entonces, ¿maniobras orquestales en la oscuridad? Puede que no.
LOS RICOS SUELEN REGALAR POCO SINO HAY CIERTO INTERES EN ELLO
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