España conquista la Davis de Nadal
Tras el triunfo de Bautista en la apertura de la final contra Canadá (7-6(3) y 6-3, en 1h 38m), el número uno derrota a Shapovalov (6-3 y 7-6(7), en 1h 55m) y el equipo de Bruguera celebra su sexta Ensaladera.
La encomiable resistencia de Denis Shapovalov se transforma en una masa viscosa de la que no es fácil despegarse, pero el desagradable efecto se agota y llega el gran momento cuando el joven estrella una derecha en la red: 6-3 y 7-6(7), en 1h 55m. Entonces, Rafael Nadal cae a plomo al suelo y la Caja Mágica entra en erupción. Ocho años después, España reconquista la Copa Davis y eleva la sexta Ensaladera de su historia, porque antes Roberto Bautista ha logrado una emotiva victoria en la apertura de la final contra Canadá. Se añade el festejo a los de 2000, 2004, 2008, 2009 y 2011, y Suecia queda ahora a un solo trofeo en el historial.
Del Sant Jordi a la Caja Mágica, de aquel éxito de hace 19 años a este último en 2019, hay infinidad de capítulos reservados, nombres propios y escenas, pero existe un eje vertebrador llamado Nadal. No estuvo presente el balear en la primera Ensaladera española, porque entonces aún estaba desarrollándose el chico que un día se convertiría en mito y que ese día fue el abanderado, mientras el fotograma final correspondía a Juan Carlos Ferrero; sin embargo, el hilo conductor del éxito en las dos últimas décadas tiene origen en Manacor. Preside él, imponente, el último laurel, el primero en el rompedor diseño propuesto por Gerard Piqué y su equipo. Se cacareaba desde hace meses el cansino sobrenombre de la Davis de Piqué, y al final la realidad del torneo ha derivado en otro: la Davis de Nadal.
A contrapié, la majestuosa actuación del mallorquín en la última semana –ocho puntos de los once obtenidos– contradice de alguna manera el espíritu de fondo de la Copa Davis, competición que acostumbra a premiar la coralidad. Pero esta vez, más nunca, ha sido un triunfo de autor. Ha ido España casi siempre a remolque y él ha ido empujando la nave un día sí y otro también. De principio a fin, desdoblándose. Resolvió los cruces contra Rusia y Argentina, despachó a Croacia y sentenció a Gran Bretaña en el territorio de dobles que tan bien manejan los británicos. Y en la final, más Nadal, presente en cuatro de las cinco rúbricas de las Ensaladeras previas, aunque no compitió en la final de Mar del Plata (2008).
Debutó con 17 años en Brno, cuando Jordi Arrese le dio la alternativa para medirse al checo Jiri Novak, y ese mismo año ya dejó huella en la competición al derrotar en la final de La Cartuja al estadounidense Andy Roddick siendo todavía un rookie. A partir de ahí, un largo vuelo que comprende 23 eliminatorias, con un saldo final de 29 victorias y una sola derrota en los individuales, y 8-4 en dobles. Ha vivido España a su compás, en función de que le respetase su cuerpo y su calendario le permitiera aumentar en mayor medida la implicación; también sujeta a la circunstancia institucional, porque la década gloriosa dio paso luego a un periodo sombrío (en ocasiones esperpéntico) de inestabilidad.
Corren ahora buenos tiempos, la Federación intenta reimpulsar la base y el presente sonríe con la inauguración triunfal del nuevo formato. Un éxito que llevará para siempre el sello de Nadal, respaldado por el otro protagonista, Bautista, autor de los dos puntos restantes. Aunque se contuviera por dentro, en ese brinco del castellonense hacia el banquillo viajaban un millón de emociones. Proclive a relatos épicos y heroicidades, la Davis regaló este domingo otro de esos capítulos inolvidables, porque la competición le había reservado un emotivo episodio en la jornada final.
Después de haber perdido a su padre hace solo tres días y de haber abandonado la concentración tras jugar dos partidos –derrota en la apertura, contra Andrey Rublev, y triunfo ante el croata Nikola Mektic el segundo día–, Bautista regresó a Madrid el sábado y al día siguiente quiso saltar a la pista. Sergi Bruguera le alineó, en su condición de número dos del equipo, y firmó el primer punto de la final para España al vencer a Auger-Aliassime por 7-6(3) y 6-3, en 1h 38m.
Pese a la desgracia familiar, el número nueve del mundo hizo toda una demostración de aplomo, decidiendo jugar y abrir la serie frente a la multiétnica Canadá; esta, una verdadera torre de Babel. Sus componentes mezclan origen ruso, israelí (Shapovalov), checo (Pospisil) y togolés, en el caso de Aliassime. El joven, de 19 años, es uno de los tenistas a los que se observa con lupa, porque tiene muchos ingredientes para hacerse notar en los próximos años. Este año alcanzó las semifinales de Miami y hace cuatro se proclamó campeón júnior de la Davis, precisamente en la Caja Mágica.
Aquejado de un esguince de tobillo, todavía no había intervenido en la competición, pero su técnico apostó por él y no le salió la jugada. Sí, en cambio, a Bruguera. Introdujo a Bautista y este logró una de las victorias más importantes de su carrera. En una atmósfera emotiva, el castellonense (31 años) sacó del maletín su buen oficio y desarmó al rival, que cedió en su apuesta a todo o nada, con 45 errores no forzados. Le pesó al canadiense la pérdida del tie break en el primer parcial, y en el segundo Bautista administró con madurez las distancias. Quebró para 3-0 y pese a la réplica (3-2) cerró con autoridad el duelo.
Entonces alzó los brazos, dedicó el punto a su padre y después del abrazo con el capitán se abalanzó hacia el resto del equipo. A base de corazón, situó a España a un solo punto de la sexta Ensaladera y a continuación remató el trabajo el de casi siempre, Nadal, artífice fundamental del reencuentro con la felicidad. A la tercera bola de partido y después de levantar una de set en contra, el número uno decidió. Suma 29 victorias y una sola derrota en los partidos individuales, y ostenta además el récord absoluto de 31 triunfos consecutivos incluyendo los dobles.
Estaba escrito, esta Davis era de él.
¡QUÉ GRANDE ERES NADAL¡ SIN TI NO HACEMOS NADA,PERO ENHORA BUENA A TODOS LOS PARTICIPANTES.
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