Pablo Iglesias, un caudillo con una corte cada vez más reducida
Ya no hay temor a cuestionar un dictado del líder. Existe la sensación de que la formación camina hacia algún tipo de refundación y se han reabierto las dudas sobre cuánto tiempo seguirá Iglesias al frente.
La madurez política de Pablo Iglesias ha pasado por convertirle en un líder cada vez más cuestionable. Sin alternativa clara a su mando que no sea la sucesión en favor de Irene Montero, Iglesias afronta el quinto aniversario de Podemos con el partido abierto en canal y con su liderazgo muy golpeado. En 2014 Podemos decidió organizarse como partido de una forma muy jerárquica y vertical con la excusa de la cercanía de las elecciones municipales y autonómicas de 2015. Uno de los elementos que se trataron en Vistalegre II era este: la democratización y descentralización del partido en favor de los territorios. Pero en la práctica Podemos siguió comportándose como un partido muy centralizado. O al menos lo intentó porque en algunos territorios, como Andalucía, tuvo que darse por vencido.
El enfrentamiento con Errejón entraba dentro de lo esperable en un partido que camina dividido en dos desde 2016 y que tras Vistalegre II, a comienzos de 2017, contuvo su hemorragia de forma precaria. Pero lo sucedido el viernes, sin el eco mediático que puede generar el antiguo número dos, tiene una importancia en términos cualitativos sin precedentes.
Sin temor a cuestionar
La dimisión de Ramón Espinar por no compartir el criterio de Iglesias de confrontar con Errejón, pese a que él fue en su momento el damnificado por el aterrizaje de Errejón en la Comunidad de Madrid, demuestra que el nivel de hastío alcanza ya a quienes han sido más fieles a Iglesias. Que el líder de Podemos en Castilla-La Mancha, José García Molina, uno de los más cercanos a Iglesias, fuese el convocante de la reunión de líderes regionales al margen de la dirección nacional para demandar «unidad y negociación» es un punto de inflexión: ya no existe temor a cuestionar un dictado de Iglesias. Ni siquiera por parte de sus más afines.
Cuadros del partido dentro de Madrid cuestionan que Iglesias anunciase en su carta de respuesta a Errejón que se confrontaría contra él: «Sin el más mínimo debate en los órganos del partido. Ya ni siquiera se disimula convocando una Ejecutiva de trámite». Un integrante de otra dirección regional se pregunta «¿Por qué no se hace una consulta para este tema pero sí hicimos una para el chalet?»
Iglesias no tiene una contestación a su liderazgo en forma de alternativa para reemplazarlo. Pero su gestión interna es cada vez más cuestionada, y la sensación de que cada vez está más aislado con su núcleo de confianza es creciente. «Cerca de Errejón se ha juntado gente que quizás no compartía todo lo que su proyecto representa pero que se dieron cuenta que no podían expresarse en otro espacio dentro de Podemos», reflexiona una persona que trabajó en la formación. Y es que el errejonismo, derrotado en Vistalegre II, se ha nutrido antes y después de figuras que antaño apoyaban a Iglesias. «Todo el que se juega algo en las próximas elecciones no quiere hundirse», reflexiona un integrante del partido.
La sensación de que la formación camina hacia algún tipo de refundación y las dudas sobre cuánto tiempo seguirá Iglesias al frente se reabren. «El mejor Pablo era incuestionabe, ni Errejón se atrevió a plantar cara directamente a Iglesias por la secretaría general», recuerda una persona que está en Podemos desde 2014. Pero otro se pregunta «¿qué ofrece ahora para quemarte por él?».
La desconfianza de Iglesias la explican quienes han estado cerca de él a partir de que interpreta como un peligro que Errejón esté construyendo el partido mientras él está en Bruselas como eurodiputado. Y eso le estaba generando a Errejón lealtades dentro de la organización. Hacia él, no hacia el secretario general.
Una familia política
Los errejonistas atribuyen a Rafael Mayoral un viaje a la capital belga en el que presentó al líder esa situación y le convenció de que «necesitaba una familia política» dentro del partido. A mediados de 2015 se creó de forma oficial el equipo de la secretaría general. «Cada vez había más y solo se encargaban de eso», cuenta una persona que vivió su creación.
La campaña de Errejón en Vistalegre II trató de centrarse mucho en presentar «el nuevo entorno de Pablo» como el problema del partido. Siendo Irene Montero, Rafael Mayoral, Juanma del Olmo y Pablo Echenique los más destacados. La idea era presentar a Iglesias como una figura secuestrada por este círculo. Pero el golpe letal lo vino a dar Luis Alegre, uno de los fundadores del partido y muy cercano a Iglesias, quien en una dura carta se expresaba hace ya casi dos años con esta crudeza: «El actual equipo de Pablo Iglesias entró en Podemos con un objetivo que solo podía conducir a la destrucción del proyecto con la intención de excluir a todos los que no formaran parte de su pandilla. No son más de cuatro o cinco personas pero suficientes para dar al traste con todo».
Lo que es evidente es que el Pablo Iglesias de hoy no es el que hace no tanto tiempo se veía en la Moncloa. «Creo que dio todo por perdido hace tiempo. Sabe que nunca va a ser presidente», cuenta un dirigente autonómico, que apunta a que «a Pablo le alimentaron los fantasmas internos y las desconfianzas». Obsesionados con la toma de posiciones de Errejón, «querían controlar primero el ámbito interno pero crearon un clima que identificaba como traidor a cualquiera que se moviese y así no se podía hacer nada», recuerda otra persona que trabajó para él. Otro integrante de Podemos lo explica así: «Antes le importaba la estrategia electoral, y en los últimos tiempos solo le ha importado ser incontestable a la interna». Pero ya no le queda ni eso.
EL PODER ES MUY TRAICIONERO E ENVILECE AL MANDATARIO SIN DARSE CUENTA
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