Así será la reconquista de la Luna, el próximo paso antes de ir a Marte.
La última directiva del espacio firmada por Donald Trump reactiva una carrera que en una década podría llevar a astronautas al satélite. Para ello, será crucial la cooperación internacional y la participacion de compañías privadas.
La Luna servirá para poner a prueba la tecnología y extraer recursos naturales.
El pasado lunes, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quiso conmemorar el 45º aniversario del aterrizaje del Apolo 17, la última de las misiones del programa con el que país llevó a astronautas a la Luna y se impuso a la Unión Soviética en la carrera espacial. El presidente puso su retorcida rúbrica en la «Space Policy Directive 1», y reafirmó la intención del gobierno en volver a llevar a los astronautas americanos hasta la reseca superficie del satélite.
Pero a diferencia de lo que hiciera John F. Kennedy el 12 de septiembre de 1962, o, más tarde, George Bush padre, cuando ordenó a la NASA impulsar el programa «Constellation», en esta ocasión ni hay una Guerra Fría que ganar ni la NASA estará sola en la titánica tarea. Aunque los detalles de este impulso no se publicarán hasta febrero, cuando la administración haga su propuesta fiscal para 2019, la directiva de Trump hace énfasis en la colaboración con compañías privadas y otras naciones, como, por otra parte, no puede ser de otra modo, puesto que el sector privado está haciendo despegar actualmente la economía del espacio. Además, según varios expertos, no es posible dar el paso de ir a Marte sin antes haber vuelto a la Luna.
«El anuncio de Trump reafirma la voluntad de mantener el liderazgo de Estados Unidos en el espacio, y apunta a la Luna como objetivo», explica a ABC Philip Larson, asesor espacial en la administración de Obama. «Pero la cuestión no es adónde ir, sino cómo y cuándo. Los planes y los patrocinios privados son más importantes que declarar objetivos sin presupuestos o políticas detrás».
Una conquista... Privada
Sin embargo, lo cierto es que la NASA y el gobierno de los Estados Unidos ya llevan muchos años siendo clientes de empresas privadas para poder seguir realizando sus operaciones en el espacio. «El envío de astronautas y cargas a la Estación Espacial Internacional se ha hecho así (sobre todo desde que en 2011 dejaron de usarse los transbordadores espaciales). Esto ha beneficiado al sector privado, ha hecho crecer la economía, ha fomentado las innovaciones y también ha beneficiado a la NASA y a los constribuyentes. Los servicios en el espacio son mejores y más baratos», concluye Larson.
Tanto es así, que este experto cree que con un fuerte empuje financiero y con el apoyo de patrocinios, los resultados serán tangibles y los astronautas volverán a la superficie de la Luna en una década.
En opinión de Bernard Foing, científico de la Agencia Espacial Europea (ESA) y Director del Grupo Internacional de Exploración Lunar (ILEWG), «la directiva firmada por Trump cambia bastante el panorama». Cree que, aunque aún hay que esperar a ver cómo se desarrollan los acontecimientos, el documento puede «dinamizar» el sector espacial.
Una aldea lunar robótica
¿Cómo será la vuelta a la Luna? Según el investigador de la ESA, «lo próximo será establecer una aldea lunar rotótica». De hecho, de aquí a 2025 ya hay al menos seis misiones programadas para hacer aterrizar robots en la superficie para hacer pruebas y sondeos. Varias compañías privadas (SpaceIL, Moon Express, Synergy Moon, TeamIndus, y HAKUTO) enviarán aterrizadores a la Luna el año que viene para ganar el concurso Google Lunar Xprize. La agencia espacial china (CNSA) ya tiene trabajando allí al rover Chang'e-3, y pretende lanzar más robots en un plazo no muy largo. La agencia espacial rusa Roscosmos tiene en marcha un programa de exploración robótico.
«En las primeras etapas, nuestro programa de investigación lunar consistirá en misiones automáticas al polo sur del satélite», explica Mikhail Fadeev, investigador de Roscosmos. «Se probará la tecnología de aterrizaje, recolección y envío de muestras de suelo lunar para buscar agua». Una primera misión, Luna 25, está programada para lanzarse en 2019. Le seguirán al menos tres lanzamientos más, quizás en colaboración con la ESA, la NASA y la china CNSA.
Foing explica que, a la vez que la ESA trabaja con la NASA en un módulo de servicio para la cápsula «Orion», capaz de transportar a cuatro astronautas hasta el espacio y que se anclará al nuevo súper cohete americano SLS, los europeos trabajan con Rusia en los aterrizadores rusos que investigarán el hielo a partir de 2022.
La Luna, fuente de combustible y minerales
Después de mandar robots a la Luna, Bernard Foing cree que «el paso siguiente será aprovechar las experiencias con estos robots y pasar a explotar los recursos naturales en la Luna. Por ejemplo, se podría extraer el hielo de agua y explotar los minerales». Siempre que los primeros sondeos no digan lo contrario, «en la Luna es posible fundar una economía del agua y extraer hidrógeno y oxígeno para fabricar combustible para cohetes». Lo próximo, dice, sería construir plantas piloto de extracción y refinamiento.
Más adelante, y ya en 2022, cuatro astronautas atravesarán la órbita lunar a bordo de una cápsula «Orion», y en 2025 o 2026 podrían estar pisando la superficie lunar. Foing dice que quizás alguno de ellos podrá ser una mujer o un europeo. «Hasta ahora, solo 24 hombres han estado allí», recuerda. Después, las opciones puestas sobre la mesa hablan de la presencia permanente de humanos en la Luna, ya sea a bordo de una estación espacial en la órbita o habitando una base en la superficie, sustituyendo así el papel central de la Estación Espacial Internacional, que dejará de operar en menos de una década.
Según explica Clive R. Neal, geólogo y científico lunar de la universidad de Notre Dame (Francia), para que el futuro de la Luna se materialice antes es necesario saber si se pueden aprovechar, o no, los recursos naturales lunares. «Sabemos, por misiones orbitales, que hay depósitos de hielo de agua en las regiones con sombra de los polos. Lo que no sabemos es la magnitud de estos depósitos, o qué profundidad tienen. Por eso necesitamos sondear para saber si será fácil extraerlos y refinarlos y si las compañías podrán hacer negocios con ellos».
Actualmente, las naves que viajan a la Luna consumen el 90 por ciento de su combustible en salir de la Tierra. Dado que hay que pagar unos 50.000 euros por cada kilogramo de carga embarcado, el hecho de poder extraer el hielo y usarlo para fabricar combustible para cohetes, separando el hidrógeno y el oxígeno, abarataría 40 veces el lanzamiento de naves desde la Luna a la Tierra.
Además de eso, según Neal, también es posible, en teoría, extraer metales, minerales y materiales raros y útiles para la electrónica, como metales de la familia del platino, algunos procedentes de asteroides estrellados en la Luna. También sería posible, incluso, extraer Helio-3, un elemento que podría alimentar la fusión nuclear del futuro y que fue detectado en la superficie lunar por las misiones Apolo. Otros incluso han propuesto usar plantas solares y factorías de manufacturación con impresoras en 3D.
El paso previo a Marte
Sea cómo sea, la Luna es el próximo paso lógico de la exploración del espacio, según Neal. Cree que el satélite permitirá a los hombres viajar más lejos y hacerlo de forma rentable y segura. «La gente que cree que la Luna es una distracción y que hay que ir a Marte primero olvida el riesgo de sufrir cáncer a causa de la radiación».
El campo magnético terrestre protege a las células del cuerpo de la radiación ionizante procedente del Sol y del espacio. Pero lejos de la Tierra, en un viaje a Marte o en la superficie de la Luna, esta radiación es peligrosa y actualmente limita a un mes la duración recomendada de las misiones para evitar daños personales. La única forma de evitarlos es crear gruesos escudos en las naves y en las bases de tierra.
Para evitar estos daños, la ESA ha propuesto usar módulos inflables, recubrirlos con regolito lunar y rellenarlos con agua del satélite, en la superficie lunar. En el espacio, en teoría también sería posible usar escudos de agua. Pero para ello, es fundamental abaratar el coste del lanzamiento del líquido hasta la órbita, cosa que se puede lograr desde la Luna. Además, según Neal, el satélite es la puerta para «diseñar y poner a prueba sistemas de soporte vital y nuevos hábitats». En definitiva, cree que «en la Luna hay muchas cosas que puedes hacer y aplicar a Marte».
Base lunar o estación espacial
Por eso, este científico cuestiona la iniciativa que está impulsando la NASA de crear una estación espacial orbital en la Luna, la llamada «Deep Space Gateway». Allí, sería más difícil extraer recursos y la radiación sufrida no sería similar a la padecida en la superficie de lugares como Marte, aunque también es cierto que la estación actuaría como un enlace entre la Luna y la Tierra. De momento, las distintas agencias espaciales y las compañías aún tienen que definir si optan por el proyecto de estación espacial, por la base permanente en la superficie o por una solución combinada.
Además, la Luna sigue escondiendo secretos. Según explica Clive R Neal, sus cráteres y asteroides son como una crónica de la historia del Sistema Solar. El hielo y algunas moléculas volátiles que se almacenan allí hablan del pasado de la Luna y de la evolución de los planetas. Los «lunamotos», temblores lunares, que a veces llegan a una magnitud de 5 en la escala de Richter y a una duración de 10 minutos, pueden ayudar a los científicos a entender cómo es el interior del satélite.
Según Foing, la Luna también sería una base envidiable en la que instalar radiotelescopios o telescopios de infrarrojos, lejos de las interferencias de la Tierra y sin una atmósfera dificultando las observaciones. Sea como sea, está claro que el futuro de la Luna pasa porque empresas y agencias espaciales de todos los países aúnen fuerzas. Tal como explica Mikhail Fadeev, de la rusa Roscosmos, «solo juntos es posible estudiar el cosmos y crear bases en otros planetas».
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