Pantano de la Viñuela, en Málaga
La sequía dispara las emisiones de gases de efecto invernadero en España.
El empleo del carbón para generar electricidad crece un 72% en los siete primeros meses del año.
La falta de agua en los pantanos españoles ha disparado las emisiones de gases de efecto invernadero. Entre enero y julio el sector eléctrico expulsó 41,2 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, 17,2 millones más que en el mismo periodo de 2016. La generación hidráulica —libre de gases de efecto invernadero— ha caído más de un 51% y ha sido sustituida por el carbón (cuyo uso ha aumentado un 72%) y el gas (30%). Las mermadas reservas de los embalses hacen que 2017 se perfile como un mal año en la lucha contra el cambio climático.
El consumo eléctrico en lo que va de año apenas ha variado respecto al mismo período de 2016, pero se ha recurrido mucho más a fuentes sucias de generación de energía. Así lo reflejan los datos de Red Eléctrica de España (REE), que realiza un seguimiento diario de las fuentes con las que se genera la electricidad que se consume en España. REE también hace un seguimiento mensual de las toneladas de CO2 —el principal gas de efecto invernadero— que este sector eléctrico expulsa a la atmósfera. Y el balance de los siete primeros meses de 2017 apunta a un mal año en la lucha contra el cambio climático. El aumento del uso del carbón para generar electricidad es el principal responsable.
El sector eléctrico —que acumula alrededor del 20% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero del país— y el carbón han marcado en los últimos años la evolución de la lucha en España contra el calentamiento global. Por ejemplo, en 2015 fue también el incremento del uso del carbón para electricidad el principal responsable de que España aumentara sus emisiones globales de CO2 un 3,2% respecto al ejercicio anterior.
Del mismo modo, el carbón también marcó 2016, aunque en este caso para bien. Según el balance enviado hace un mes por el Gobierno de España a la Agencia Europea del Medio Ambiente, las emisiones globales del país cayeron el pasado año un 3,5% respecto a 2015. "La generación de electricidad ha disminuido sus emisiones un 19,7% debido al desplazamiento del uso de carbón por energías renovables", señalaba el informe de ese año elaborado por el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, que recuerda que el pasado ejercicio fue un año húmedo, con un 5% más de precipitaciones.
En ambos casos —en los malos datos de 2015 y en los buenos de 2016— y también en este 2017 la evolución de los gases de efecto invernadero están tremendamente influidos por el clima, ya que desde 2013 la instalación de nueva potencia renovable —libre de CO2— está paralizada en el país.
El enorme incremento vivido en España de las energías renovables que se inició hace una década permitió una reducción global del 10% de sus emisiones de CO2, según un estudio reciente de la Agencia Europea del Medio Ambiente. Sin embargo, el Gobierno decretó una paralización de la instalación de nueva potencia renovable en 2012. Desde entonces, los buenos o malos datos anuales de emisiones de CO2 han estado en manos del clima, es decir, de la lluvia y el viento.
Y este 2017 es uno de los peores en mucho tiempo en cuanto a lluvias y, sobre todo, en cuanto al agua embalsada. España inició el verano con las reservas de agua más bajas desde 1995. Este bajo nivel ha hecho que en los siete primeros meses del año la generación de electricidad en España a través de la tecnología hidráulica cayera un 51,2% respecto al mismo periodo de 2016, según los datos de Red Eléctrica de España. También se ha registrado un descenso del 11% del uso de la energía eólica.
Bajas reservas
La caída en el empleo de estas dos fuentes limpias de CO2 ha sido compensado sobre todo con carbón. Las centrales térmicas que queman este combustible fósil han incrementado un 71,9% la producción de electricidad entre enero y julio. También se ha utilizado mucho más gas: el crecimiento en las centrales de ciclo combinado ha sido del 30,4%.
La perspectiva para los próximos meses no parece muy buena, salvo que se produzca un cambio radical en el año hidrológico a partir de otoño.
Al cierre del mes de julio, en los embalses españoles utilizados para generar electricidad había unas reservas teóricas para generar 7.927 gigavatios por hora (GWh). Esto supone el 61% de la reserva disponible hace un año, el 62,6% de la media de los últimos cinco años y el 64,6% de la media de los últimos diez años, según el último boletín hidrológico del Ministerio de Medio Ambiente.
El problema del transporte
Tras el parón de 2012, el Gobierno ha vuelto a abrir la mano con las renovables. Este año se han realizado dos subastas por algo más de 8.000 megavatios para la instalación de eólica y fotovoltaica. Esto permitirá reducir las emisiones de CO2 en los próximos años.
Pero las previsiones para el transporte —donde la electrificación no ha despegado— no son buenas. Las emisiones del transporte por carretera crecieron un 3,2% en 2016 y se espera que sigan incrementándose en los próximos años.
Pero las previsiones para el transporte —donde la electrificación no ha despegado— no son buenas. Las emisiones del transporte por carretera crecieron un 3,2% en 2016 y se espera que sigan incrementándose en los próximos años.
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