Las mafias de la droga suben un escalón en sus fechorías y no sólo alijan en pleno día; también agreden a la Guardia Civil.
Ver acercarse un Toyota Grand Land Cruisier a la playa no tendría por qué levantar las sospechas de nadie. Es uno de los mejores todoterreno que se mueven por la arena. Salvo si estamos en la playa de Tonelero en La Línea de la Concepción. Entonces hay demasiadas posibilidades de que se trate de un desembarco de droga, hecho a pleno luz del día, después de haberse cerciorado que la zona está limpia de policías y guardias civiles. Como si no fuera con ellos, una docena de hombres con trajes de neopreno son capaces de descargar una lancha semirrígida con tres toneladas de droga en diez minutos. El descaro de los narcos asombra a propios y extraños. Nadie habla de cifras, pueden ser un centenar, un millar o dos, pero una pequeña mafia se ha instalado en La Línea de la Concepción (Cádiz), en el Campo de Gibraltar, ante la perplejidad de su población.
«La inmensa mayoría del pueblo está asqueada con el narcotráfico, esto está creando un efecto llamada que tiene que acabar». Son palabras de Juan Franco, alcalde de una de las localidades de Cádiz más castigadas con el paro, un 35%. «Nuestro problema es que tenemos a Marruecos pared con pared, que aquí hay una bolsa de pobreza tremenda y que una parte, yo no sé cuántos, está participando de estos hechos ilegales, con la mala imagen y el desprecio que supone para La Línea», continúa el regidor linense.
Desde las azoteas
En el argot se les conoce como «los puntos», pueden estar en una esquina, montados en una motillo de esas que no necesitas carné, en un coche, o en una azotea estratégica con mucha visibilidad. Su trabajo, por llamarlo de alguna manera, consiste en vigilar a las patrullas de la Guardia Civil. Usan teléfonos móviles de usar y tirar, o «walkie-talkies» para no dejar rastro de las llamadas. «Pueden ganar mil euros al día», afirma Juan Encinas, el secretario provincial en Cádiz de la AUGC, la Asociación Unificada de Guardias Civiles, «ahora diles tú a esos chavales que busquen trabajo en sitios donde no van a cobrar esa cantidad ni en un mes». «Lo venimos denunciando desde hace tiempo, faltan medios y personal, estamos en un punto muy peligroso», continúa.
Que la impunidad con que actúan estas bandas de narcos va en aumento lo demuestra el hecho de que en los dos últimos meses ha habido dos ataques a agentes del orden. El primero ocurrió en abril, cuando un coche patrulla de la Guardia Civil tuvo que pedir refuerzos a la Policía Nacional porque cerca de un centenar de vecinos les apedrearon cuando intentaban abortar una operación de alijar droga a través del puerto. Hubo un herido leve. Y en mayo otro caso de un agente que recibe una paliza camino del trabajo, a las seis menos cuarto de la mañana, tras advertir con sus luces a unos conductores que están haciendo maniobras extrañas.
«Se roban entre ellos»
«Aquí nos conocen, saben el colegio donde van nuestros hijos, nuestros coches y los supermercados donde compramos, pero esto es muy chico y también nosotros sabemos quiénes son», manifiesta un agente que trabaja en la zona y prefiere mantener el anonimato. «El problema es que hasta los “veteranos” de la droga del lugar y los que se dedican al contrabando de tabaco hablan de que se están traspasando líneas rojas, como el ataque personal a los agentes de la autoridad, esto no había ocurrido antes, han subido un escalón, están jugando en otra liga», se lamenta.
Francisco José Rubiales es el delegado de la Asociacion Española de Guardias Civiles en Algeciras. Sus reivindicaciones para incrementar la lucha contra esta lacra son muy claras y las enumera de corrido: «Reforzar personal, pero no que vengan aquí de forma temporal, sino definitiva; más medios técnicos; endurecimiento de las penas contra los narcotraficantes, ahora están entre tres y seis años de cárcel, y que las agresiones a los agentes de la autoridad no se consideren como una simple infracción administrativa, sino algo mas grave».
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