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domingo, 23 de junio de 2013

¿CÓMO SERÁ ESPAÑA DENTRO DE 10 AÑOS?

Lo que nos espera: así será España en el 2023
Lo que nos espera: así será España en el 2023.
No lo vemos nada claro. No sólo por las cifras de paro, demasiado elevadas para lo que cualquier sociedad se puede permitir, ni por la deuda acumulada o por las dudas sobre el futuro de la UE. España, como buena parte de Europa, está inmersa en una corriente que amenaza con llevarse a su paso buena parte de lo adquirido en la segunda mitad del siglo XX. La clase media que conocimos está desapareciendo, arrastrada hacia abajo por la dinámica del desclasamiento,y el estado de bienestar está cambiando definitivamente de rostro, y ello en un contexto en el que la población europea se siente en peligro por la competitividad de bajo coste de China, India o Indonesia, por las luchas geográficas por hacerse con la generación de valor añadido, y por las tensiones que provocan los cambios de dirección en los flujos financieros.
Este es el terreno de juego en el que el nuevo intelectual se mueve como pez en el agua, en general para advertirnos de las transformaciones que nuestra sociedad precisa para salir adelante, que parecen muchas.
En ese nuevo mundo, cabe preguntarse si sabremos situarnos, si el futuro que espera a España es el de ser un país de tercera, salvado por el turismo y la mano de obra de bajo coste o si, por el contrario, volveremos a estar entre los países más pujantes del mundo. ¿Cómo será nuestra vida dentro de una década, cuando el cambio de modelo haya dejado sentir ya sus efectos?
Según los nuevos intelectuales, y aunque parezca lo contrario, las luces son más que las sombras, apunta Daniel Lacalle, algo de lo que quizá no nos demos cuenta  porque estamos inmersos en una depresión anímica que no nos deja apreciar nuestras posibilidades. “A lo mejor España está algo anestesiada por esos años de expansión del crédito y de dinero fácil, pero tenemos que tener en cuenta que es un país que siempre ha salido fortalecido de las crisis. Superaremos el mal momento a base de hacer lo de siempre, saliendo al mundo y creando empresas, unas veces aquí y otras en el extranjero”. Para Lacalle, es cierto que España no puede competir en precio con India, pero tampoco podía hacerlo en el 87. Y no puede competir en coste con China, pero tampoco podía hacerlo en 2000 y se salió adelante. Además “las exportaciones han aumentado desde que comenzó la crisis,de modo que algo hacemos bien”.
Otros significativos signos de fortaleza, apunta Lacalle, es que las tensiones sociales en España han sido muy moderadas (aquí no han surgido partidos de ultraizquierda o de ultraderecha), que somos un país que sabemos hacer autocrítica, que hemos demostrado capacidad de sacrificio, como pone de manifiesto el hecho de que “en res años las familias han llevado a cabo un proceso de reducción de su endeudamiento que no se ha visto en ningún país de la UE” y que a pesar del elevadísimo gasto, contamos con unas estupendas infraestructuras que permiten que alguien en Badajoz pueda exportar a cualquier lugar del mundo. Si sabemos evitar las tentaciones de una solución a la japonesa, el futuro que nos espera es ilusionante”.
El futuro, a la vuelta de la esquina
Diego Hidalgo, presidente del think tank FRIDE, también coincide en que las cosas van a mejorar en los próximos años, dado que las reformas fundamentales, aunque tarde, se han realizado.Nos quedan etapas dolorosas, pero que nos van a hacer sufrir menos que hasta ahora. La mayor parte de la imprescindible devaluación está hecha, hemos bajado costes y salarios, ha habido reforma laboral, y tenemos las mejores infraestructuras,factores que multiplican las expectativas de inversión extranjera: “el embajador alemán me contaba hace unos meses que alrededor de 15 grandes empresas germanas tenían planes a medio plazo de relocalizarse en España. Nuestro país les gusta porque hicimos las reformas necesarias, porque nuestras escuelas de negocios están entre las mejores del mundo, porque nuestros médicos, ingenieros e informáticos están muy cualificados y porque contamos con un buen clima y con gran calidad de vida”.
Para Hidalgo, esta recuperación a través de la inversión extranjera directa en sectores como el automóvil, la metalmecánica y el sector servicios, a base de sueldos bajos y de bajo valor añadido, no es muy bueno a largo plazo, pero sí nos permitirá levantar cabeza. La clave está en que seamos capaces de desarrollar una política mucho más activa en investigación, “de modo que podamos convertir a España en un centro de innovación. Junto con la acción institucional hay jóvenes que están trabajando fuera y que quieren volver a España y traer empresas de capital riesgo que aprovechen nuestra gran potencialidad en ese campo. Eso me hace ser optimista”.
Coincide José Carlos Díez, jefe de Intermoney, en las perspectivas esperanzadoras. “Como contaba Thomas Kuhn en su teoría de las revoluciones científicas, cuando aparece un cambio de paradigma, todo el mundo quiere cambiar todo. Y no es necesario, ya que basta con modificar cuatro o cinco variables para encontrar una nueva senda de equilibrio en la que el sistema se regenere. Aplicado a nuestro caso, son buenas noticias, porque hay muchas virtudes que podemos aprovechar para resituarnos.“Hemos hecho muchas cosas bien: antes no teníamos multinacionales y ahora sí,las empresas han salido al exterior, tenemos emprendedores. Si sabemos apoyarnos en las virtudes, todo nos irá bien”. Y más aún en la medida que la sociedad española ha mostrado ya una gran capacidad de adaptación a los cambios, “pasando de una sociedad atrasada y provinciana, como era la franquista, a otra en la que no tenemos nada que envidiar a los demás. Nos estamos valorando muy poco”. 
Todos ellos coinciden en que, una vez superada la crisis, el futuro que nos espera es brillante si sabemos realizar las reformas necesarias y tomar los caminos correctos. Ven a España en 2023 bien situada, ya que, si superamos lo peor, nuestras bazas serán de las mejores con las que se puede contar.
La encrucijada
Sin embargo, las cosas son bastante más complicadas, y no sólo para España sino para Europa en general, apunta Daniel Cohen, cuyo libro Homo economicus (Ariel) ganó el premio al mejor libro francés de economía en 2012. Según el ex asesor del Banco Mundial, estamos inmersos en un gran cambio cultural, que nos ha llevado desde la sociedad del equilibrio a la sociedad de la ambición. Los treinta últimos años han significado el paso de un mundo de contención a uno de excesos. Para intentar explicar los profundos desequilibrios que se han fraguado desde los ochenta, Cohen ha recogido alguna de las tesis utilizadas por el historiador Peter Brown para entender el declive del imperio romano y “el modo en que sus élites dejaron de velar su éxito con una decencia que ahora se percibe como pasada de moda”.
Según Cohen, “la crisis moral que representó la Segunda Guerra Mundial dio lugar a una serie de normas sociales que regían la vida económica y que hacían que, por ejemplo, un directivo no se aumentara el sueldo si antes no se lo había subido a sus trabajadores. Pero esas normas implosionaron: la caída del muro de Berlín fue el eslabón final de esa cadena en la que confluyeron el declive de la URSS y la llegada al poder de Thatcher y Reagan, y que barrió toda la moral que se había mantenido operativa desde los años cincuenta. El paralelismo entre las élites romanas, estoicas y retenidas, que pasan a hacer ostentación de su riqueza, viene muy al caso”.
Ese viraje en lo más alto de la sociedad nos lleva necesariamente a elegir entre distintos modelos de sociedad: “Nos enfrentamos a una bifurcación. O decimos que ya tenemos suficiente y que vamos a inventar un nuevo modelo de vida con un crecimiento sistémico inferior y con nuevas posibilidades o seguimos la fórmula que puso de moda Sarkozy de ‘trabajar más para ganar más’. Ahí está el meollo de la elección, el crecimiento intensivo frente al extensivo”. Para Cohen, los grandes ejes de la sociedad postindustrial serán tres, la salud, la educación y el marco urbano. "Ahí es sobre lo que hay que reflexionar, y no sobre la acumulación demás bienes, porque después de tener una televisión y un coche y la temperatura a 22º grados todo el año, poco más se puede mejorar. De hecho habría que ir en la línea del ahorro, y de disminuir las externalidades negativas, de todo lo que ha producido ese crecimiento: menos contaminación, menos consumo”. Los países que logren realizar esa tarea serán los mejores situados en este nuevo contexto.
Lo que sí parece evidente, con independencia de la situación económica que nuestro país pueda tener en una década, es que se va a producir un cambio cultural radical. Según César Molinas, autor de Qué hacer con España (Ed. Destino), es algo que está en marcha, y que en ese plazo, “nos llevará a ser, voluntariamente o a la fuerza, más responsable de nosotros mismos; tendremos que planificarnos mejor,obligados quizá por el tema de las pensiones; tendremos más y mejor preparación; y seremos mucho más adaptables a los cambios”. Es en ese terreno donde se producirá la transformación definitiva de la mentalidad española y europea. Y por eso, señala Molinas, “esta historia acabará bien”.

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