Pedro Sánchez se ha convertido en un auténtico profesional del cinismo político, dispuesto a cualquier cosa para aferrarse al poder. Su Gobierno ha pervertido la Constitución al usar indultos y amnistías como moneda de cambio. Con ello, vulnera la igualdad ante la ley, erosiona la separación de poderes y normaliza la mentira como herramienta de gobierno.
Incumple sistemáticamente su programa electoral, pacta con quienes juró no pactar jamás y concede indultos que antes prometía no otorgar. Incluso impulsa una amnistía que, en su momento, tachaba de anticonstitucional, ahora presentada como un acto natural de gobernanza. Su programa electoral parece papel mojado, al igual que su palabra.
Condona deudas derivadas del despilfarro público y otorga privilegios a quienes han desafiado las normas que todos los demás debemos cumplir. Todo es tan burdo que, de no ser real, parecería un guion de un régimen venezolano.
Gobierna sin presupuestos, pactando con partidos y dirigentes que antes prometieron lo contrario, incluyendo a quienes homenajean a asesinos de socialistas como Fernando Múgica, Fernando Buesa, Juan María Jáuregui o Ernest Lluch. Entrega impunidad a corruptos, delincuentes y fugitivos de la justicia española a cambio de votos. Premia la ilegalidad y castiga la dignidad. Si esto no es corrupción, se le parece mucho.
Desde lo más ridículo -como usar pinganillos para "traducirse" en cámaras donde todos hablan el mismo idioma- hasta lo más grave -otorgar competencias y privilegios a cambio de lealtad política o permitir la impunidad de quienes han saqueado lo público-, Sánchez ha instaurado un modelo de gobierno que no es democrático: es una autocracia personal. Un "Maduro" a la española.
Resulta incomprensible que la Fiscalía, los tribunales y los estamentos judiciales -encargados de velar por nuestra democracia- no actúen de oficio ante tanta indecencia. La amnistía promovida por este gobierno no es un acto de justicia ni de convivencia: es un privilegio exigido, redactado, aprobado y concedido por quienes se beneficiarán de ella, y así lo han reconocido públicamente. ¿Hay mayor rendición del Estado de Derecho? Esto ataca frontalmente la igualdad ante la ley, base de los derechos humanos y nuestra Constitución.
Es un desprecio a la separación de poderes, a la oposición marginada y a los ciudadanos cuya soberanía se pisotea, consolidado mediante decretos, pactos opacos y maniobras políticas destinadas a perpetuar en el poder a quien las ejecuta. ¿No ven venir el peligro? El ejemplo de Maduro no parece tan lejano.
Con cada pacto oscuro, cada mentira justificada y cada impunidad concedida, Sánchez demuestra que su ambición personal está por encima de la justicia, la democracia y la ética. Hará legal lo ilegal y creará un ambiente donde jueces, críticos y oposición serán señalados y perseguidos con leyes como la "antibulo" -que ya quieren poner en marcha- para que nadie se mueva, la censura de toda la vida. Los malos serán los jueces y críticos, mientras él mantiene como socios a quienes indulta y prometió no pactar nunca.
Es difícil de asumir tanto desprecio por la inteligencia. Ocurre con el aborto sin supuestos: impide nacer a un ser humano en proyección y no pasa nada; lo protegen incluso por ley. Pero si destruyes un huevo de golondrina o de cigüeña, te cae la ley encima como una losa. Así funcionan estos impresentables: protegen los animales por encima de las personas. Hoy una mascota tiene más valor en ley que una abuela abandonada a su suerte; si abandonas un perrito, verás también la ley caer sobre ti: podrida sociedad. Con contradicciones imposibles de tragar que, sin embargo, tragaremos. Y lo saben.
Gobernar así no es gobernar: es destruir el Estado para sostener su poder. Su rostro es el espejo de su alma: vean y no duden.
Dos años más de este Gobierno podrían dejar un país confrontado, empobrecido, dividido, endeudado y con graves deterioros en una democracia que costó décadas construir, para que un solo individuo intente desmantelarla en dos legislaturas.
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