Al calor de lo que está sucediendo en Oriente Medio se escuchan y se leen muchos comentarios y noticias al respecto, la mayoría claramente desde el desconocimiento. A mí me causan entre gracia y estupor los comentarios que justifican el ataque a las instalaciones nucleares iraníes, que son de exactamente los mismos que apoyan al Estado de Israel y todas las barbaridades y crímenes que el ente sionista lleva haciendo a los palestinos desde su creación, en 1948. Este artículo va especialmente dedicado al facherío español, esos que veneran en la intimidad al general Franco (que nunca reconoció el Estado de Israel. Tampoco Adolfo Suárez, ni Leopoldo Calvo-Sotelo) y no se cortan en aplaudir a Netanyahu y a Trump, pero que parecen no tener NPI de nuestra historia, de su propia historia.
Tras la guerra de Ifni (1957-1958), una guerra que perdió España ante Marruecos porque los "aliados" estadounidenses prohibieron a nuestro país utilizar los aviones F-86F Sabre (Ala 12, basados en Zaragoza), el régimen franquista, con muy buen criterio, se planteó desarrollar un programa nuclear militar para obtener la bomba atómica. El criterio, sí, era inteligente, porque España se había dado cuenta de que EE UU volvería a apoyar a Marruecos ante otra confrontación, bien porque era un instrumento contra Argelia, aliada entonces de la URSS, bien porque también era un instrumento de chantaje potencial contra España: o haces lo que yo te ordeno o azuzo al perro del sur contra ti. Como luego se vio durante la Marcha Verde y la apropiación marroquí del Sahara Occidental, con el apoyo de EE UU, las autoridades franquistas sabían muy bien a lo que España se exponía (y se sigue exponiendo). Así que sí, el programa nuclear militar de España, que más tarde se bautizaría como "Proyecto Islero", empezó a dar tímidamente sus primeros pasos. Los reactores de Westinghouse Electric Company, de las centrales nucleares españolas, no proporcionaban el material suficientemente enriquecido para hacer una bomba atómica, y desarrollar un programa nuclear desde cero, con miles de centrifugadoras, sería demasiado caro. Pero hete aquí que en Francia gobernaba entonces el general De Gaulle, que soñaba con una Europa también fuerte militarmente e independiente de EE UU. Así que Francia se comprometió entonces a suministrar a España un reactor del que se podría obtener plutonio para hacer una bomba atómica (lo mismo hicieron los franceses con Israel, craso error). El incidente de Palomares, donde cuatro bombas atómicas cayeron de un bombardero estratégico B-52, de EE UU, proporcionó al ingeniero español, Guillermo Velarde, un detonador y el mecanismo de la bomba H. Fue lo único bueno de aquello, porque, aunque entonces Fraga se bañó con el embajador americano en Madrid para decir que no pasaba nada, la verdad es que a día de hoy la radioactividad todavía continúa en Palomares. Desde la Guerra de Cuba, y recordemos que Franco fue aliado de Hitler en la Segunda Guerra Mundial, las relaciones entre EE UU y España no eran de amistad, eran solo de interés. El régimen franquista sobrevivía gracias al apoyo diplomático de EE UU (no a la leche en polvo caducada ni a la chatarra de buques que nos enviaron) y EE UU obtenía bases militares y una nación más, muy estratégicamente situada, a sus órdenes. Así que los militares franquistas, con el almirante Carrero Blanco, presidente del Gobierno, como máximo representante, creyeron que podían ir por libre, que podían jugar a ser patriotas, que podían hacer algo para proteger a España, y que EE UU lo iba a permitir. Se equivocaron. Con el "Proyecto Islero" bastante avanzado, el secretario de Estado Henry Kissinger viajó a España en 1973 para entrevistarse con el presidente del Gobierno español, el almirante Carrero Blanco. El judío solo traía un objetivo: convencer a Carrero Blanco de que España abandonara el programa nuclear. No lo consiguió. Pocas horas después, ETA asesinó al presidente del Gobierno de España, aunque la propia familia del almirante sigue manteniendo hoy que, en realidad, fue la CIA. Años después, el presidente Adolfo Suárez, para mí el presidente más patriota que hemos tenido, quiso retomar el programa nuclear militar español, pero, "casualmente", tuvo que dimitir en el golpe de Estado del 29 de diciembre de 1981, el de verdad, el que triunfó, no el de 23 de febrero.
Bien, amigos, ahora, sabiendo que la intervención grosera de EE UU en Irán no es, ni mucho menos, una singularidad, ya pueden ustedes opinar con conocimiento de causa.
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