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viernes, 11 de abril de 2025

NI ETICA NI POLITICA.

 Decía Louis Dumur que la política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos.

¿Se puede hacer política sin perder la perspectiva ética? Corren malos tiempos para la ética y, por ende, para la política. ¿Qué hay de aquella "ciencia reina" o "ciencia divina" que reclutaba a los mejores estadistas. La política se ha convertido en una suerte de espectáculo donde los actores principales no son nada más que meros prestidigitadores que juegan con la credibilidad y la inocencia de los espectadores.

Cuando la política se divorcia por completo de la ética, es inevitable que en el ciudadano surja la idea maquiavélica de que esta no deja de ser un mero mecanismo para alcanzar el poder a toda costa. No se puede defender la responsabilidad como cualidad inalcanzable, toda decisión lleva implícita en sí misma unos fines. Quizá nos hayamos acostumbrado y acomodado, con lo que ello lleva implícito, a formas de hacer que legitiman un día sí y otro también la falta de virtud como único medio posible para gobernar.

Hay un principio impostergable que se nos olvida con demasiada frecuencia: sin ética los políticos se convierten en usurpadores de un cargo que en justicia no les corresponde. La disciplina ética es una herramienta tan poderosa que, empleada adecuadamente, conduce a una mayor responsabilidad entre gobernantes y gobernados.

El hecho en sí es que la política en general, aliada con las grandes élites económicas, haya pervertido y desacreditado toda su razón de ser. Cada día que pasa asistimos impávidos a la inauguración de un nuevo orden social. ¿Hasta cuándo hemos de contemplar cómo el único cometido que se nos presenta es asistir a la destrucción del adversario?

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