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miércoles, 21 de agosto de 2024

VAN A LOGRAR LA EXTINCION DE MEDIA HUMANIDAD

 Los cuatro Jinetes, que en realidad vienen a ser tres en uno, o uno en tres, suelen desfilar pautadamente -profecía mediante- en modo prevengan o tras toque de zafarrancho, y lo hacen en orden abierto o cerrado, con distinta indumentaria, rituales, marcha y paso. Cada carga suele aportar novedades estratégicas, tácticas o de simple ensañamiento, acordes con los tiempos y escenarios en los que tienen lugar. Por eso no suelen darse guerras gemelas, la miseria es mucho más que hambre bíblica y no pocas veces hasta las plagas rivalizan con las de Egipto en cuanto al exotismo de sus variantes.

Estábamos en medio del túnel de una covid-19 que no sabíamos bien de dónde venía, cómo cursaba, cómo defenderse de ella y de sus colaterales y tampoco sabíamos -como no sabemos aún- de qué manera acabaría si es que acababa, y ya surgían visionarios (no solo desde el ámbito científico-sanitario concernido) pronosticando otras pandemias. Y haciéndolo con amenazadora prepotencia de prefectura de internado de los cincuenta y macabro detalle (incluida precisión en la estimación de bajas) acerca de nuevas modalidades de jinetes y monturas al acecho.

Quizá la tormenta que está gestándose en estos días por la viruela del mono, fiebre hemorrágica Crimea-Congo y otras exóticas enfermedades microbianas, mutando y cabalgando quimérica o realmente entre especies, quede -como calenturas y enfriamientos globales- en uno de tantos episodios naturales (nótese que lo políticamente correcto impide siquiera evocar lo criminalmente irresponsable de seguir jugando a dioses o demonios en modo Wuhan). Lo normal en sociedades avanzadas y sanas sería aceptar como ineludibles los riesgos de salud asumibles y controlables por un sistema sanitario respetable, fiable y eficaz (que es lo que es, o creemos que es, o lo que-de no serlo-debería serlo el nuestro, desde el ámbito político al asistencial, a estas alturas de la película). Y proyectarlo lo más eficientemente posible -generosidad y pragmatismo en dosis equilibradas- allí donde se encuentren los raigones de cada amenaza.

Aunque las sumisas corales del sistema ya comienzan a manejar un mantra que diluye responsabilidades en “cambios climáticos y movilidad de personas”, a nadie se le escapa que en este nuevo órdago -y en estados de derecho- hay una circunstancia perturbadora, aparentemente descontrolada hasta límites increíbles (o cínicamente conducida en modo utilitarista a tenor de otros fines agendísticos). Y esta particularidad complica mucho más la componente de contagio por vectores de riesgo cuando tal “movilidad” inducida lo es circunstancialmente en una dirección coyunturalmente de mayor peligro.

Pero más penoso sería que se diese una nueva oportunidad para que todos los sinvergüenzas (no muchos, pero sí suficientes) que infectan nuestras empresas, instituciones e infraestructuras -cuyo frotar de manos también comienza a dejarse de sentir, esperado y vomitivo- se apresten a poner en marcha una nueva vuelta de tuerca social de negocio, confinamiento selectivo, control, amordazamiento y aborregamiento de la especie, desconfianza social, desconcierto, desesperación, debilitación, ruina, crisis y muerte.

¿Querrá el Buen Dios que el coronavirus mismo y su penosa y vergonzosa secuela de basura antropogénica sirva de auténtica vacuna -esta sí- para lo que nos pueda reservar el futuro inmediato? Quienes lo sepan hacer, por favor, rogando y con el mazo dando.

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