España está apostando por una irresponsable política de puertas abiertas a todos los que quieran venir. Es un efecto llamada que pagaremos caro muy pronto.
¿Ustedes tienen cerraduras en sus casas? Pues eso. ¿Por qué no las dejan abiertas para todo aquel que no tiene?: hipócritas.
La política de inmigración de Europa, y muy especialmente de España (teniendo a millones de personas dispuestas a salir de su miseria por la incapacidad para gestionar sus recursos naturales e imaginativos por tiranías y gobiernos que los condenan a la pobreza infinita en África, América Latina y Asia), es una política de un puritanismo sensiblero de insensatez superior.
Lo dicho, ¿ustedes por qué cierran la puerta de casa y de sus fincas pero, sin embargo, abren de par en par las fronteras a todo el que quiera llegar? Aquí sobran auroras boreales, demagogias e hipocresías, falta una política sería que derive fondos para invertir en esos países de origen para que nadie tenga que irse de su entorno y familia. Allí donde fuera posible, darles facilidades y medios para que puedan desarrollarse, sobrevivir y convivir en su entorno y familia. Se puede en casi todos los lugares. Vean Israel, con un 60% de tierra árida, un país que supo sobrevivir con tecnología, infraestructuras e inteligencia a una zona sin agua potable, casi desértica, y que a pesar de ello (de todos los problemas con vecinos, todos empobrecidos por un sistema de fanatismo religioso y una cultura que no supo avanzar en libertades y bienestar), a pesar de todo ello, Israel supo consolidarse agrícolamente para dar de comer a una población creciente. Un país que apostó por la I+D+i convirtiéndose en una potencia mundial en sectores inimaginables en su principio como país. Se puede hacer más por todos, sin hacer efecto llamada a la desbandada general que pudiera acarrear muchos problemas a toda Europa sin solucionar nada allí donde debiéramos estar invirtiendo. Sé que no es fácil, pero no quedará otra si queremos proteger nuestro Estado de bienestar y exportarlo allí donde lo necesitan.
Imaginen que ustedes viven en un pueblo de diez vecinos, ustedes viven bien (por suerte, trabajo, esfuerzo, inteligencia...), pero el resto malvive. Qué les parece que todos invadan su casa y comodidad, el resultado: pasará usted y su familia a vivir como ellos. Lo normal sería ir ayudando y apoyando a cada vecino a ser como usted, darles trabajo y enseñarles a sobrevivir, así sí. Como vemos, abrir fronteras, dar posibilidades a mafias de tratas de personas que ponen en riesgo a todos por esa autopista de la muerte por el mar, se convertirá en un tremendo dolor de cabeza para toda Europa. Esas ONG que participan de toda esa maraña de tráfico de personas están siendo cómplices de un tremendo error sensiblero, por no querer introducir mal pensar. Mucha gente vive de la miseria de los demás.
Pueden venir todos los necesarios, regularizados y con empleo disponible, ya que dejarlos entrar y tenerlos tirados por las calles sin oficio ni beneficio, tarde o temprano explotará como así ocurrió en Francia e Inglaterra en muchos barrios marginales plagados de inmigrantes dejados a su suerte.
Ya sé, no se lleva, les aseguro que soy tan solidario como cualquiera de ustedes, pero reflexionando con gran seriedad y responsabilidad creo que debo decirlo así tal y como suena. Debemos cerrar fronteras a la ilegalidad sin remordimientos, al igual que giramos la llave de casa al irnos a dormir y ponemos cierres a nuestras propiedades. No tengo a España por mía, solo hemos tenido suerte por nuestra madre parirnos aquí, pero hacerla de todos es destruirla para nadie. Sin regularización, nada funciona. Cuesta, no crean, decir estás cosas, pero la conciencia se balancea entre la sensibilidad y la sensatez. Debe ganar siempre la reflexión seria. El buenismo es otra cosa.
Otro ejemplo: allí en la Moncloa, extensa residencia presidencial, bien pudiera Pedrito el mentiroso acoger a unos 100 menas que puedan traer a su familia después. Iglesias e Irene, en ese palacete caben unos 10 tranquilamente. Pero no, esa es su casa, ahí no quieren lo que pregonan: hipócritas.
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