Lo que acaba de pasar en Cataluña, o más concretamente en Barcelona, con el circo montado por el señor Puigdemont y sus seguidores y fieles "pesebreros" creo que es algo que no se le ocurrió aún a ninguno de los muchos guionistas de películas o series televisivas sobre gánsteres, espías, mafiosos y trileros.
Alguien se puede creer que este señor haya venido a Barcelona, dónde ya era esperado, que se haya encontrado con un tenderete a modo de tribuna, que al lado de esta dispusiera de una carpa para el camuflaje, que haya soltado su rollo de costumbre en contra de España y jugando una vez más al victimismo de decir que él no ha hecho nada para ser perseguido y que lo es por persecución política, tal como si España aún estuviese en dictadura y "angelitos" como él fuesen perseguidos por expresar libremente su opinión sobre la situación política.
Todo esto no se lo cree ni el más tonto del país. Que pruebe a hacerlo cualquier robaperas de tres al cuarto y vera dónde acaba. Esto desprestigia, en primer lugar, al país; seguido de toda la clase política, incluida la buena, que supongo que la habrá; deja en muy mal lugar a la policía autonómica y a la justicia, que tiene que ver que tras el tiempo invertido en recabar información para poder juzgar, ve que sus órdenes judiciales no se cumplen o son burladas. Entre tanto los ciudadanos, indefensos totales, vemos cómo parte de nuestros impuestos se van por el desagüe o sumidero particular de ciertos golfos, dedicados a la política, que para mas inri se denominan a sí mismos "honorables". Conclusión: que en días así, más valdría no salir de la cama, y de hacerlo, meterse en el inodoro y accionar la cisterna al grito de: ¡ahí te quedas, mundo ingrato!
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