En las últimas semanas, España estuvo distraída, primero con la Eurocopa de fútbol, siempre el fútbol parece que es prioritario, luego con lo de París. Entre tanto, aquí, en la famosa “piel de toro”, han pasado cosas muy gordas, que quedaron medio eclipsadas por todos los acontecimientos deportivos anteriores.
Tenemos una parte de nuestra España que, a mi entender, por capricho de cuatros políticos, lleva camino de desgajarse del árbol común España y parece que nadie desde el Gobierno de la nación se esté enterando o quiera enterarse. A ver como lo explico: Cataluña lleva años, en mi opinión, en manos de ciertos fanáticos que se les ha metido en la mollera la idea de convertir esa parte de nuestra España en una nación independiente; se da la circunstancia de que, desde el Gobierno de la nación, parecen no querer verlo y, poco a poco, les han ido haciendo concesiones de todo tipo, de tal modo que, en mi opinión, el Estado español allí parece que ya no pinta nada. Dan la impresión de estar formando una sociedad desde la niñez, encaminada al rechazo y odio a lo español.
Ahora, tanto ellos como desde nuestro Gobierno, nos venden como un logro el que se haya podido conseguir formar un Gobierno autonómico socialista, pero se da la paradoja de que da la impresión de tener las mismas intenciones que cualquier otro de signo separatista. Los niños, según parece, seguirán sin poder aprender la lengua de su país que es el castellano o español. Nuestra bandera, la de todos los españoles, se oculta; nuestras fuerzas de seguridad nacional, Guardia Civil y Policía Nacional, parece que van dejando cada vez más espacio en favor de la Policía autonómica y, para más inri, ahora se nos anuncia que Cataluña tendrá derecho, o yo así lo entiendo, a gestionar y recaudar todos los impuestos, con capacidad para distribuirlos y gastarlos a su entero antojo, amén de seguir despilfarrando en la fantochada de seguir abriendo embajadas por el mundo como si ya fuesen nación. Si esto no es poner en manos de esa autonomía todas las herramientas para facilitarle el camino de sus pretensiones, que, según parece, no es otro que el de: ¡Ahí te quedas, España, que me voy! Que venga alguien y lo explique, porque muchos no lo entendemos de otra manera. Entre tanto, mitad de agosto, empieza otra vez el fútbol y todos volvemos a tener el caramelín en la boca, y aquí sigue pareciendo que no pasa nada.
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