Hay quien trata a la gente que recibimos alguna ayuda económica de vagos, vividores y parásitos. Y seguro que haberlos haylos, pero no todas somos así; para mí recibir una ayuda económica es una condición humillante.
Teniendo un buen currículum y después de superar una enfermedad autoinmune, el destino ha querido que esto, junto con mi sexo y mi edad, hayan confluido para convertirme en una parada de larga duración, excluida siempre de todos los procesos selectivos. Así me vi solicitando el ingreso mínimo vital que me fue concedido. Quise aspirar a algo más que cobrar 400 al mes, y me embarqué en un proyecto de "Orientación sexual online para jóvenes". Tuve que pedir subvenciones para llevarlo a cabo, y la concesión de subvenciones no es gratuita, te obligan a estar un mínimo de tiempo pagando la cuota de autónomo. El proyecto no ha salido como esperaba y no he tenido ingresos. Además, por haber recibido subvenciones (que han sido destinadas a poner en marcha este proyecto baldío), el ingreso mínimo vital de 400 lo han reducido a 131,15 al mes.
O sea, el sistema penaliza por tener aspiraciones; recibir una ayuda económica te condena a la precariedad.
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