William Binney fue durante 36 años funcionario de inteligencia de alto rango en la NSA
"El ciberespionaje de los gobiernos está destrozando las democracias".
William Binney, matemático experto en sistemas de criptografía y ex alto cargo de la NSA, participa en el festival The Influencers.
"Dejemos de 'invertir' en Facebook, y Facebook se verá obligada a cambiar su política de datos".
"Somos muy buenos acumulando información e indexando datos, pero no entendemos lo que nos dicen".
William Binney perdió su pierna izquierda hace unos años a causa de una diabetes. Pero este hecho no le ha impedido desplazarse por todo el mundo explicando lo que él considera la auténtica metástasis de la democracia: el ciberespionaje. Binney, matemático experto en sistemas de criptografía, analista y descifrado de códigos, trabajó durante 36 años para la National Security Agency (NSA) del Gobierno de Estados Unidos. Era un alto funcionario del sistema de inteligencia más potente del mundo. Hasta octubre de 2011, cuando rechazó su cargo.
Tras los atentados del 11S, Binney se percató que algo estaba cambiando en la NSA: el target ya no importaba para la acumulación de datos. No se vigilaba de forma específica; se vigilaba a todo el mundo. No fue el primer revés que el matemático y su equipo recibieron: en los años 90 lideró el desarrollo de ThinThread, un sistema de análisis de datos para la inteligencia estadounidense que –según Binney– no requería violar la ley y la privacidad de millones de ciudadanos inocentes.
Binney seguirá su ronda de denuncia pública del uso indebido de las herramientas de análisis –las mismas que él ayudó a crear– en el marco del festival The Influencers, en Barcelona. "Cómo no, hablaré sobre cómo nos espían. Y sobre las alternativas. Gracias, Edward", dice Binney, en referencia a Edward Snowden, y sin perder una sonrisa que el Gobierno norteamericano querría haber borrado hace años. Uno de los whistleblower (revelador de secretos políticos) más importantes de los últimos años aconseja: mejor dejarse en casa el móvil que el bastón. En su caso, por razones obvias. Aunque –advierte– da igual si se padece de cojera o no: llevamos el peligro en los bolsillos.
Trabajó durante 36 años como funcionario de inteligencia de alto rango de la NSA.
Sí, y en 2001 lo dejé. ¿Fue difícil? Para mí, fue muy simple. Antes del 11S, como servicio de inteligencia, buscábamos a terroristas, grupos de personas que desarrollaban actividades criminales. O que podían cometer delitos potenciales. Operaciones específicas. Tras el 11S empezamos a rastrear a los 280 millones de personas de EEUU. ¿Todos sus datos nos importaban? Esa deriva empezó en octubre, para mí, fue la evidencia de que lo que hacíamos como servicio de inteligencia ya no era lo que se supone que debe hacer un servicio de inteligencia.
Se justificó esa vigilancia interna en el potencial peligro de las casas, las pequeñas células.
Sí, y todo mentira. Buscábamos información de todos los individuos. Como NSA debíamos proteger a todo el mundo, y lo que hacíamos era monitorizar a todo el mundo. Dentro de ese mundo libre en el vivimos, claro; apaga y vámonos. Hacíamos lo que había hecho antes la KGB. Olvidamos los principios de EEUU en los últimos 270 años. Aquello fue una violación de los primeros cuatro, seis o siete apartados de la Constitución. Una violación de nuestra ideas fundacionales. No podía pertenecer a aquello.
¿Cómo entendió el Gobierno en 2001 que la información ordinaria sería tan importante?
Fuimos algo avanzados al resto del mundo. Como diez años. [Ríe] Pero no nos engañemos, el Gobierno empezó a ver el valor de los datos a principios de los años noventa, o antes. Teníamos sistemas poderosos ya en 1995. Y en 1998 ya podíamos acceder a la mayoría de la información del mundo.
Hace unos años algunas voces, que parecían más relacionadas con las teorías de la conspiración que con el rigor, clamaban: nos vigilan. ¿Era aquello ciencia ficción?
Mírate A Good American [ documental sobre el propio William Binney y su trabajo en la NSA] y verás cómo de real es. A EEUU no le ha importado a cuánta gente involucrara todo esto, se trataba de monitorizar todo el mundo. Y en EEUU somos buenos con la tecnología, por desgracia.
Usted empezó a sospechar de las intenciones del Gobierno cuando le tumbaron su sistema de discriminación masiva de datos en los noventa, el ThinThread.
Fuimos pioneros en hacer un transvase entre el uso de datos del mundo analógico al digital. Buscar a grupos de gente, objetivos concretos. Ya en ese momento era obvio que no podíamos rastrear todo el mundo, ni todo Internet: las falsas alarmas te superan si intentas eso. Es como si haces una búsqueda al azar en Google: ves las diez primeras páginas, pero no el centenar que te muestra el navegador. ¿Qué probabilidad de encontrar algo interesante hay en esa acción? ThinTread afinaba la mirada. Se fijaba en comunidades, en ciertos patrones de búsqueda: el comportamiento de la gente.
Pero había mucho dinero en juego para las compañías de software, y el gobierno eligió otra herramienta: Trailblazer.
Costaba 3.200 millones. Por lo que todas las compañías esperaban, atentas. Todas alrededor. Estábamos hablando de contratos de millones por año... Y así fue, y así sigue siendo. Eso me lleva a que la idea que la necesidad de violar la privacidad por cuestiones de seguridad es una mentira desde el principio. Todos los ataques terroristas del mundo han sido cometidos desde 2001 por personas registradas. Pero, ¿qué pasa cuando creas un sistema de datos tan masivo que ni siquiera tienes tiempo de interpretarlo?
¿Que no sirve de mucho?
Eso es: somos muy buenos acumulando información e indexándola pero no entendemos lo que nos dice. Los datos no son inteligentes; una vez entendamos eso, podremos crear servicios de inteligencia eficientes. No podemos ver venir un altercado, un asesinato, un acto terrorista si no podemos interpretar. Conclusión: el exceso de datos, acaba matando gente igualmente. No previenes nada. La ecuación no funciona: todo es dinero.
¿Podrá aplicarse el sistema ThinThread en algún otro lado?
Estamos en conversaciones con el Gobierno austriaco, británico, belga, alemán... Básicamente estamos intentando compartir cómo funciona el sistema, y ellos ya verán si lo adaptan. Yo lo único que hago es compartirlo.
Viene de Berlín, de hecho.
Ellos están intentando revertir el proceso norteamericano. Porque esta deriva del mal uso de los datos por parte de las administraciones está haciendo metástasis: el ciberespionaje de los gobiernos está destrozando las democracias. El proceso de perversión de la democracia empezó en Estados Unidos, pues sólo unos pocos sabían esto política. Porque no es sólo la cuestión del espionaje, es también a la gente que involucras para guardar tu secreto: Parlamento, Administración, Policía... Todos han callado. La corrupción total. Eso es lo que los servicios de inteligencia han conseguido. Cuando casas a la policía con los servicios de inteligencia, obtienes una Gestapo.
Usted se marchó de la NSA durante el Gobierno de George W. Bush, ¿qué hay de la Administración de Barack Obama?
Nada ha cambiado con él. Igual es peor incluso. Se está exponiendo la verdad, y él sigue callado. Y si tú haces eso, no puedes ser un auténtico garante de la democracia. Y luego EEUU se jacta de ser el Gobierno más transparente del mundo... [Suelta una ruidosa carcajada] Necesitamos meter a gente en la cárcel. El día que alguno de estos responsables vaya a la cárcel, y pague por ello, todo cambiará.
Parece estar pasando al revés. Usted conoce bien el caso de Edward Snowden, incluso hay quien asegura que gracias a su trabajo hemos podido descifrar parte de los datos que Snowden consiguió.
Él ha hecho un trabajo público, para el mundo. Gracias a él, tenemos una documentación con la que nunca soñábamos.
¿Qué ha hecho usted para esquivar a su propio Gobierno?
Yo no tendré problemas: tengo mil pruebas contra ellos. Si vienen a por mí, lo expondré todo. Que vengan, igual será una buena manera de dar un paso al frente.
Apunta hacia los gobiernos locales como posible atenuante en materia de privacidad. En Barcelona se ha creado una comisión en el Ayuntamiento que pretende proteger, al menos, lo público: remunicipalizar la información.
¡Guau, eso debe ser algo único!
¿Lo dice con sorna?
Necesitamos proteger el contenido de nuestras comunidades e intentar proteger las comunicaciones. Y eso es difícil de hacer, a no ser que los gobiernos locales tengan un sistema propio de encriptación o algo parecido. Porque si 10.000 gobiernos lo hacen con sistemas únicos, complicaran mucho la misión a quien quiera espiar. Eso crearía una complejidad interesante.
¿El código libre solucionaría algo?
No realmente.
¿Sí lo haría trabajar con diferentes empresas de software?
Siempre está bien entregar el dinero a otros, y no siempre a las mismas compañías. Es cierto que necesitamos alternativas a las grandes corporaciones.
¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para que todo el mundo luche por sus derechos de privacidad? Todo el mundo usa Facebook o...
[Interrumpe] Yo no.
¿Telefonía móvil, correo electrónico?
Bien, eso sí. Pero eso es todo. Aunque lo preocupante es Facebook, sin duda: hay 1.500 millones de personas alimentando sus redes a diario. Trabajando para ellos. Y sin cobrar. Nos pueden manipular a su antojo: la gente trabaja para ello. Y yo no trabajo gratis, amigo. Mandaremos a la mierda el sistema de toda esa gente si nos vamos con nuestro dinero a otro lado: dejemos de invertir en Facebook, y Facebook se verá obligada a cambiar su política de datos. Votamos con lo que decimos, pero también con nuestro dinero: modificar las constituciones es muy complicado pero llevar nuestro dinero a otros lugares, no.
ES EL GRAN PROBLEMA DEL FUTURO.
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