Pedro Sánchez, Mariano Rajoy, Pablo Iglesias y Albert Rivera, durante sus intervenciones de ayer en el Congreso de los Diputados.
La mejor opción
Sánchez y Rivera perderán la votación. Pero sus argumentos han ganado.
Tal y como estaba previsto, el intento de Pedro Sánchez y Albert Rivera para formar un Gobierno de cambio no consiguió los apoyos necesarios para lograr la investidura del líder socialista en el primer intento. Y eso que se trata de una propuesta con sentido, una plataforma reformista fruto del diálogo y de un pacto en el que el PSOE y Ciudadanos han buscado los puntos de encuentro, dentro del centroizquierda, para desbloquear la situación creada tras las elecciones del 20-D.
Los intentos de ambos líderes para buscar apoyos o abstenciones, a derecha e izquierda, cayeron en saco roto. Y lo que es peor, el debate de ayer abrió todavía más la brecha de los firmantes del acuerdo con los otros dos protagonistas principales del escenario político: Mariano Rajoy y Pablo Iglesias se borraron desde el principio y atacaron con dureza no solo el pacto, sino a sus firmantes.
En estas circunstancias, nadie cree que mañana vaya a cambiar nada, por lo que se inicia una nueva etapa en la que cada partido tendrá que asumir sus responsabilidades. Dialogar y buscar puntos de encuentro o dejar pasar el tiempo hasta convocar unas nuevas elecciones para el 26 de junio. Una opción esta última que retrataría la calidad de nuestros líderes, que reconocerían así su fracaso para cumplir el mandato de los electores y les devolverían la responsabilidad a los ciudadanos.
Los cuatro líderes políticos tuvieron ayer actuaciones muy diferentes. El primero en intervenir, Mariano Rajoy, asumió el papel de jefe de la oposición, queriendo hacer olvidar su negativa a intentar formar Gobierno por ser el partido más votado. En tono faltón y con una ironía malograda, descalificó el proyecto de Sánchez y Rivera y, lo que es peor, no hizo esfuerzo alguno por acercar posiciones para un posible intento suyo de investidura en las próximas semanas.
Peor estuvo Pablo Iglesias, que sigue sin entender dónde se encuentra. Olvidando que está en el Parlamento, realizó varias intervenciones agresivas e insultantes, más propias de un mitin electoral, una asamblea de estudiantes o una tertulia televisiva. Volvió a aparecer el líder de Podemos previo a la campaña electoral de diciembre y rompió todos los puentes con el PSOE, para ahora y para siempre. Es difícil creer que una parte de los cinco millones de votos recogidos por Podemos el 20-D estén de acuerdo con esa posición radical.
Pedro Sánchez respondió a ambos con tranquilidad; no entró en las provocaciones innecesarias y mostró más seguridad que el día anterior. Mantuvo cerrada la puerta al PP -un error persistente-, mientras la dejó abierta a Podemos -una opción ya imposible-y al resto de las fuerzas de la izquierda.
Sin duda fue Albert Rivera el líder que más despuntó en la sesión de investidura de ayer. Defendió con claridad el acuerdo con el PSOE y puso contra las cuerdas a un Mariano Rajoy al que acusó de no querer reformar España y de ser el tapón para la regeneración del PP. El presidente de Ciudadanos llegó a pedir a la bancada popular el voto a favor rompiendo la disciplina de partido. Rivera sí encontró su lugar en el Parlamento y, sin duda, amplió su círculo de influencia desde el centro al centroderecha.
ELLOS HAN GANADO Y LOS OTROS HAN PERDIDO
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