Si atendemos a la pesadilla postapocalíptica que describe George Miller en Mad Max (en cualquiera de las hasta ahora cuatro entregas de la saga), el futuro que le espera a la humanidad es desesperanzador. Vagaremos por desiertos vestidos como estrellas del punk (o como salidos de una fiesta de sado) matándonos entre nosotros para conquistar unas gotas de gasolina que quemaremos en los motores de nuestros coches, motos y camiones. La vida será un vagabundeo eterno, macarra y tatuado. La opción que describe Ryan Chin, en cambio, es bastante más ordenada. En su imaginación se pintan coches limpios, no contaminantes y que se conducen solos. Afortunadamente para el futuro de nuestra especie, Miller es un director de cine y Chin un científico.
Investigador en el MIT MediaLab, Chin es una de las personalidades más relevantes en el campo de la movilidad urbana y sus posibilidades futuras. Su grupo de investigación pretende ofrecer soluciones para hacer de nuestras ciudades lugares más agradables, eficientes y sostenibles. Más humanos en suma. En las ciudades inteligentes que Ryan Chin dibuja los coches no necesitan conductor, están siempre conectados analizando millones de datos en tiempo real y circulan gracias a energías limpias. En lugar de pasar horas incubando un enfado monumental al volante, en el futuro podremos leer, ver una película, charlar o incluso echar una cabezadita en nuestros traslados.
Pero la propuesta de Chin va más allá de ser una mera “liberación” de tiempo para conductores atribulados. Su proyecto, ‘MIT City Car’, representa un cambio de paradigma tal vez de proporciones similares al auge de los motores de gasolina propiciado por Henry Ford en la industria estadounidense de principios de siglo. Porque los coches sin conductor también serían coches compartidos, lo que lleva directamente a cuestionar el concepto de propiedad. Por supuesto semejante cambio no puede implementarse en un corto plazo porque, como afirma Chin, todavía faltan por resolver algunos problemas como, por ejemplo, cómo podrán convivir estos coches autónomos en el mismo espacio que los peatones (que, obviamente, no llevan incluidos sensores para interactuar con ellos). Dificultades que no solo se plantean en un plano tecnológico, puesto que también habrá que conseguir que los gobiernos estén dispuestos a implementar las políticas adecuadas para llevar a cabo estos cambios. Y ojalá lo hagan, porque la otra posibilidad puede ser Mad Max…
AVANZAMOS A VELOCIDAD VERTIGINOSA Y NO ESTMOS PREPARADOS PARA ADAPTARNOS A TANTA VELOCIDAD DE LA TECNOLOGÍA.
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