"Que José Luis Ávalos fuera en política mi mano derecha es evidente, no puedo negarlo. Pero en su personalidad íntima era para mí un perfecto desconocido". "Creo, Señor, ayuda mi falta de fe", debió de implorar en su fuero interno Gemma Nierga al oír esa respuesta de Sánchez en la entrevista. La zozobra de la señora Nierga ejemplifica la situación de la cofradía sanchista, zarandeada sin tregua por la marejada de embustes del líder.
Ávalos, Cerdán, Koldo, Salazar, el director general de obras, Pardo de Vera la de AFIDID, y un etcétera de oprobio que la UCO irá alargando: todos, en el fondo, "unos desconocidos" para Sánchez. Por no conocer, a lo peor ni tiene una noción precisa de una tal Begoña Gómez y de un tal David Sánchez, con los que le une cierta relación de parentesco. Es tan despistado el hombre que se entera por la prensa de que uno de sus asesores se pasea en Moncloa con la cremallera arriada.
¿Con qué criterio reunió esa corte? No se puede decir que sea un lince: donde pone el ojo, mete la pata. Va camino de reivindicarse como la única manzana sana de un cesto de podridas. Y encima arremete contra los jueces que toman sobre sí la tarea ingrata de limpiarle el cesto. ¿Escogió Sánchez a esos golfos o esos golfos lo escogieron a él? La respuesta es indiferente pues no cambia el resultado: juntos partieron en el mítico Peugeot a la conquista del vellocino de oro: recuperar la secretaría general para alcanzar la Presidencia y repartirse el Estado como botín de guerra.
A Sánchez le estaría pasando lo que nos contaban que le pasaba a Franco: "Los malos son cuatro golfos que le rodean". Lo que no nos contaban era que los golfos le ayudaban a durar; no era cosa de dejar caer a la gallina de los huevos de oro. Sánchez está durando con los golfos de casa y con los rufianes del nacionalismo, para los que "el Gobierno progresista" pone varios huevos diarios.
Progresía, sinónimo de "adhesión inquebrantable". Nierga, por supuesto, creyó al Presidente. Yo, por supuesto, tampoco. Es más, quiero dejar constancia de mi rechazo integral e irreversible en pieza separada y en papel de barba, escrita y firmada de mi puño y letra: -La razón de la sin razón que tanto embuste a mi razón le hace, en tal manera mi razón enflaquece que con razón me quejo de tanta cara dura. Cruz y raya, Presidente, a otros perros con esos huesos. A 8 de diciembre del año 2025 de nuestra era, séptimo de calamidad y desgracia.
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