Los colegios profesionales deberían ser garantes de la ética, supervisar la praxis de sus miembros y proteger los derechos de la ciudadanía. Al parecer, en el Colegio Oficial de Odontólogos y Estomatólogos del Principado de Asturias esta misión es opcional.
Denuncias con hechos graves y documentados pueden recibir una respuesta digna de un mensaje de contestador automático: "No existe causa ética-deontológica". Sin investigación, sin motivación, sin solicitud de documentos, sin análisis. Nada. Un archivo rápido y limpio, tan eficiente como inútil.
Es casi admirable cómo una institución puede mantener su imagen mientras protege a sus colegiados por encima de los principios que debería defender. Uno podría pensar que el Colegio existe para tutelar a la ciudadanía, pero en la práctica parece más un club privado con licencia para ignorar quejas. Ironías aparte, la utilidad real de esta institución para quienes deberían beneficiarse de ella es... escasa. Muy escasa.
Cada archivo sin justificación, cada expediente cerrado sin explicación, erosiona la confianza pública y desprestigia toda la profesión. La ética, ese concepto sagrado del código deontológico, queda convertida en letra muerta, mientras la ciudadanía observa, indefensa, cómo la tutela prometida es solo una ilusión administrativa.
Si alguien esperaba que el Colegio ofreciera control efectivo, transparencia y responsabilidad, quizá deba repensarlo. Mientras la institución priorice la comodidad interna sobre la ética y la legalidad, la ciudadanía seguirá recibiendo un servicio tan útil como un cepillo de dientes sin cerdas: bonito a la vista, pero inútil.
Quizá sea hora de que todos sepan cómo funciona realmente el Colegio, cómo se tramitan las denuncias y qué criterios aplican para decidir que no hay "causa ética-deontológica". Porque si la transparencia y la tutela fueran reales, el Colegio no tendría que temer que la prensa o la opinión pública cuestionen su eficacia.
Y mientras eso sucede, la ironía es inevitable: un Colegio que existe para proteger la ética, pero que protege más a sus propios miembros que a la sociedad, es un ejemplo perfecto de cómo cumplir la ley... sin cumplir su objetivo.
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