España se rompe por dentro, y no es por una guerra ideológica, sino por algo mucho más profundo y devastador: el abandono absoluto de quienes más necesitan cuidados. Ancianos sin techo durmiendo en aeropuertos. Enfermos solos, invisibles para las instituciones. Personas con adicciones que sobreviven en la miseria sin apoyo ni esperanza. Las imágenes vistas en "Código 10" no son una anécdota, son una condena. Y no es contra ellos: es contra todos nosotros.
Este país se desmorona porque ha dejado de cuidar a sus mayores. Porque un anciano de 78 años duerme en una silla de aeropuerto sin que el Ayuntamiento, la Comunidad ni el Gobierno central muevan un dedo. Porque nuestros políticos, cómodos en sus despachos, se llenan la boca con frases como "España va como una moto" mientras miles de personas se hunden cada día más en la desesperación.
La imagen de una anciana sola vagando por la terminal sin rumbo debería helarnos el alma. Pero hemos normalizado lo inhumano. Y lo más aterrador es lo que viene: un futuro gobernado por los mismos políticos que hoy ignoran esta tragedia. ¿Qué nos espera cuando los que legislan son incapaces de proteger a los que ya no pueden valerse por sí mismos?
Esto no es una crisis económica. Es una crisis de conciencia. Es la prueba de que nuestras instituciones ya no sirven a la ciudadanía, sino a sus propios intereses. Y, mientras tanto, los más vulnerables pagan el precio del olvido con su salud, su dignidad y su vida.
Basta ya. No podemos seguir mirando hacia otro lado. Lo que está pasando en España no es solo desgarrador: es intolerable. Y si no exigimos un cambio ahora, mañana puede ser demasiado tarde.
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