30 de abril de 1996, Arzallus visitaba la sede del PP para ratificar el acuerdo sobre el traspaso de la Hacienda Pública a Euskadi. En aquel momento no se explicó en profundidad el significado del traspaso, pero los votos del PNV en el Parlamento le sirvieron a Aznar para poder formar gobierno. Decir ahora que lo que se hace es destruir el Estado igualitario es cuanto menos un insulto a nuestra inteligencia.
En 1996 Aznar también necesitó también los votos del entonces CiU, para ello usó de todos los recursos independentistas para poder llegar a la Moncloa, usando a Coalición Canaria para poder tener los 176 votos necesarios, o sea, la mayoría absoluta.
El llamado pacto de Majestic entre el PP y CiU le permitía a Cataluña el 30% del IRPF y el 100% los impuestos de patrimonio, sucesiones y juego.
El Partido Popular solo entiende la democracia cuando ellos están en el poder, si es posible de forma absoluta, sin importar a quien tenga que pedirle los votos para hacerlo. Hoy desprecia los acuerdos para formar el Gobierno catalán, pero en el futuro utilizará esos mismos votos en el Parlamento de España para poder gobernar, sin importarle cuáles siglas le acompañen.
Ahora con el traspaso de la Hacienda a Cataluña el PP se rasga las vestiduras y se deshace en acusaciones hacia el PSOE por semejante traición al resto del país. Cero hipocresías por parte de la derecha sobre el hecho. Dicho esto, mi posición es radicalmente contraria, ya sea a lo sucedido con el PP en Euskadi como por parte del PSOE con Cataluña.
Volver a España en un reino de taifas no es solucionar el problema de la financiación, sino el dar recursos públicos en función del poder de la extorsión y el chantaje, sabiendo además que no todas las comunidades autónomas tienen representación parlamentaria para poder ejercerlo. Pero el PP no demuestra un mínimo aseo político cuando pasea su verborrea a quien quiera escucharlo. Detrás de todo ello existe la exaltación de los más bajos instintos antidemocráticos, que ya se verá si al final le salen las cuentas.
En toda esta historia hay un personaje que moduló su gobierno en torno a esto, y que hoy ha conseguido ver el resultado de sus políticas separatistas. Estas nunca persiguieron una independencia, sino el poder poner al Gobierno central de rodillas a base del chantaje de sus votos, a los que se sumaron otras siglas que sacaron tajada de la situación y hoy imponen sus políticas en el Parlamento de todos.
Jordi Pujol (y posteriormente su delfín Artur Mas) fue el instigador de lo que hoy contemplamos, eso sí, ayudado por el empresariado catalán, la banca y un actor muy importante dentro del teatrillo independentista catalán como es el FC Barcelona. Es posible que, sin estos últimos, que movieron a sus seguidores hacia este fin, el independentismo no fuera ni tan fuerte ni tan virulento.
¿Ha visto, señor Pujol?, no fue necesario poner muertos sobre la mesa como en el caso vasco, a ustedes les fue suficiente con el chantaje, los tiempos cambian para conseguir lo mismo. Y usted vivió para verlo.
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