PERO SIN EL PUEBLO.
En una sociedad alienada como la nuestra, hablar de dignidad, de respeto, de derechos o de libertad automáticamente te coloca al lado de la utopía. Los esquemas rígidos y patriarcales subestiman tu sentir y hacen que eso parezca una triste reminiscencia de la juventud.
Pero resulta que la ley de leyes (la Constitución española de 1978), en el título I, en el artículo 10.1 y 10.2, habla de todo eso como derechos inherentes e inviolables de la persona, y los respalda con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y con los tratados y acuerdos internacionales ratificados por España.
Me pregunto si en el circo de los diputados, ¡oh!, perdón, me pregunto si en el Congreso de los Diputados nuestros gobernantes recuerdan que juraron o prometieron acatar la Constitución.
Va a ser que tienen mala memoria...
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