EN FUTURO CERCANO
¿Es suficiente la restricción del uso de móviles en los institutos? A esta medida de reciente implantación en muchos de los institutos españoles se une ahora la petición de los docentes para que se prohíban las redes sociales, con el objetivo de proteger a los menores de 16 años.
El debate gana fuerza a medida que crece la evidencia sobre el impacto negativo del uso de las redes sociales en la salud mental de los jóvenes y la imposibilidad de los padres, insuficientemente preparados para luchar contra los goliats de Meta, TikTok y Apple.
Las llamadas a tomar medidas enérgicas surgen a raíz de un creciente conjunto de evidencias sobre los peligros del acceso sin restricciones a las redes sociales.
Así lo denunció el cirujano general de Estados Unidos Vivek Murthy, advirtiendo sobre "una evidencia cada vez mayor de que el uso de las redes sociales está asociado con daños a la salud mental de los jóvenes".
Citó un estudio que mostraba que los adolescentes que pasaban más de tres horas al día en las redes sociales "tenían el doble de riesgo de experimentar malos resultados de salud mental, como síntomas de depresión y ansiedad".
Si reconocemos que padres, familias y educadores están preocupados por este problema, es fácil deducir la pregunta: ¿cómo podemos hacer que estas aplicaciones, estos juegos, estos sitios, sean, por diseño, más seguros para los niños?
Bueno, en primer lugar, responsabilizar a las empresas que proporcionan productos adictivos a los niños. No hay ninguna razón ética por la que tengan que estar diseñados para ser adictivos. Esa es una elección empresarial y, básicamente, aquí tenemos un producto defectuoso que urge reparar.
En segundo lugar, que los responsables políticos hagan un alto en sus ratos de ocio y dediquen un poco de atención y tiempo a los niños, empezando por exigir códigos de conducta a las empresas para que cumplan los límites de edad mínima para crear cuentas de redes sociales, al tiempo que se elimina el contenido dañino de las aplicaciones.
En todo caso, en lo que tenemos que concentrarnos es en por qué permitimos que las empresas proporcionen productos adictivos a los niños. Para ello deberíamos mirar bajo el capó de las aplicaciones populares y reconfigurar los algoritmos a los que se culpa de enganchar a los adolescentes y, en algunos casos, de radicalizarlos.
La advertencia de la Dra. Kaitlyn Regehr, autora del estudio en colaboración con colegas de la Universidad de Kent, es que "los procesos algorítmicos en TikTok y otros sitios de redes sociales apuntan a las vulnerabilidades de las personas, como la soledad o los sentimientos de pérdida de control, y ludifican el contenido dañino".
No obstante, algunos como Andy Burrows, asesor de la Fundación Molly Rose, advierten contra la tentación de cerrar por completo las redes sociales a los niños, que necesitan aprender a navegar por internet. "La idea de levantar el puente levadizo puede parecer una solución superficialmente atractiva y fácil, pero creo que conlleva posibles consecuencias no deseadas y, en particular, corre el riesgo de retrasar y tal vez incluso intensificar los riesgos que asumirán los jóvenes cuando se conecten a internet".
El objetivo final está en que tanto padres como empresas de redes sociales y autoridades se unan en un enfoque interdisciplinar que reconozca el hecho evidente de que nuestros niños sufren problemas de salud mental más que nunca: ansiedad, depresión, imagen corporal negativa, acoso sexual, baja autoestima... por culpa de lo que están viendo, por culpa de lo que les permitimos que vean. Urge la desconexión.
Cuando en Reino Unido "niños de hasta 10 años exigen productos antienvejecimiento"; cuando "la edad adulta de un tercio de los usuarios de redes sociales de entre 8 y 17 años es una falsificación"; cuando los investigadores sugieren que "dispositivos como Alexa podrían tener un impacto a largo plazo en la empatía, la compasión y las habilidades de pensamiento crítico"..., tenemos un problema. Severo.
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