Pablo Casado, el eterno aprendiz de presidente
Reconocido por todos por su honradez y sus principios, fracasó estrepitosamente en la gestión interna del mayor partido de España.
Pablo Casado llegó a la presidencia del PP por primarias, en julio de 2018, por una de esas carambolas políticas que de pronto sitúan a un político en primera línea de forma inesperada. Acudió a las primarias impulsado por Aznar, y se benefició de la lucha cainita entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal.
El joven político, que ha sido diputado por Ávila y por Madrid, se presentó como una especie de tercera vía con dos banderas muy claras: la recuperación de la defensa de los principios del PP y la ejemplaridad como compromiso político. Ha intentado mantener izadas las dos hasta el final, pero le falló la gestión interna del partido. Casado deja una organización completamente rota, fracturada y con una herida muy difícil de cerrar.
Casado nació en Palencia hace 41 años, hijo de médico y profesora un universitaria. Es abogado y economista colegiado en Madrid, licenciado en Derecho y en Administración y Gestión de Empresa, con diversos estudios de posgrado que fueron motivos de polémica cuando se cuestionó un supuesto trato de favor para obtener los títulos. Finalmente ese caso del Master quedó archivado, pero fue una acusación que siempre le resultó especialmente hiriente al político del PP.
Curtido en Nuevas Generaciones
En 2005 fue elegido presidente de Nuevas Generaciones de Madrid, y en esa época conoció a muchos de los que ahora forman parte de esa nueva generación de políticos del PP en la que también está Isabel Díaz Ayuso. En 2007 fue elegido diputado en la Asamblea de Madrid, con Esperanza Aguirre como jefa. Posteriormente fue jefe de gabinete con Manuel Pizarro y con José María Aznar, ya como expresidente del Gobierno y al frente de FAES. A partir de 2011, en la etapa de Mariano Rajoy, fue diputado por Ávila, un puesto que revalidó en 2015 y 2016. Ya en las elecciones de 2019, y como presidente del PP, se presentó como cabeza de lista por Madrid. Al mismo tiempo, en los años de Rajoy, ocupó diversos puestos dentro de Génova. El último antes de presentarse a las primarias, el de vicesecretario de Comunicación, puesto que ocupó desde 2015. Casado daba la imagen que entonces buscaba el PP para poder debatir en condiciones frente a esa oleada de jóvenes de la ‘buena política’, entre ellos Alberto Rivera. Casado participó en incontables tertulias y debates, donde se fajó como adversario de los nuevos políticos.
Casado creció en política con dos referentes claros: José María Aznar y Esperanza Aguirre. Representaban lo que él quería para el PP, un partido que diera una batalla ideológica después de los años pragmáticos de Rajoy, con el que siempre se mostró más distanciado, excepto en esta última etapa. Ha sido en los últimos meses cuando se ha producido un distanciamiento progresivo entre su mentor y ‘padre’ político, José María Aznar, y su pupilo. Especialmente llamativa fue el mitin que Aznar ofreció en Valladolid el segundo día de la última campaña electoral, cuando leyó la cartilla a Casado y pidió un liderazgo más fuerte en el PP con las ideas claras. Mucho antes, desde las elecciones madrileñas, Aznar ya había puesto a Ayuso como referente claro del centro-derecha en España. La grieta entre Aznar y Casado era un hecho, y el presidente del PP se sintió más próximo a un Rajoy que nunca le dirigió una sola crítica en público.
Casado llegó a la séptima planta de Génova con su mano derecha, Teodoro García Egea, al que dejó en sus manos, literalmente, todo el partido. Y ese es uno de los problemas que le han criticado desde dentro del PP. García Egea, que tenía 33 años cuando llegó a la secretaría general, comenzó con mal pie, al enfrentarse a buena parte de las estructuras territoriales, al querer imponerse sobre ellos. Las candidaturas electorales de abril de 2019 se consideraron un absoluto desastre y fueron muy criticadas sobre todo desde Andalucía. Las formas siempre fallaron a este ‘binomio’, Casado y Egea, con poca mano para los dirigentes territoriales.
Casado sobrevivió al desastre de las elecciones de abril de 2019 y sobrevivió por los pelos a las municipales, cuando consiguió mantener la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de la capital, entre otras plazas, gracias a acuerdos con Ciudadanos y Vox, pese a perder las elecciones. En noviembre de 2019 recuperó parte del terreno perdido en las urnas, pero su grupo seguía siendo muy reducido, con 89 escaños.
Sin embargo, ambos empezaron a cavar su tumba política cuando se enfrentaron a Isabel Díaz Ayuso, después de su victoria rotunda en las elecciones del 4 de mayo de 2021 en Madrid. Ayuso se erigió como la dirigente más querida en la calle, y con más apoyo de los militantes. En el fondo de esta guerra siempre hubo una lucha por el poder, y nunca por una cuestión de principios. Génova se empeñó en que Ayuso no podía ser presidenta de PP de Madrid y entró en una guerra que nadie entendió, ni dentro ni fuera de su partido. Absolutamente incomprensible para todos. Finalmente, la pugna estalló la semana pasada y tanto Casado como García Egea volvieron a demostrar su impericia para hacer frente a problemas internos del partido. Todo se le fue de las manos, incapaces de controlar la situación y apaciguar una pelea sin precedentes.
Todos en el PP reconocen que Casado es un hombre bueno y honrado, con principios y un proyecto de España en la cabeza. Pero a Pablo Casado le falló saber gestionar el mayor partido de España.
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