María Ferrusola
La familia del expresidente predica un nacionalismo clasista, pero sus salidas de tono encajan en la ordinariez.
El nacionalismo conservador de Jordi Pujol siempre fue muy excluyente. Pero sobre todo, clasista. Por mucho que el expresidente predicara en sus visitas por los barrios obreros y de origen inmigrante que «catalán es todo aquél que vive y trabaja en Cataluña», hay un poso elitista en el pensamiento convergente. Sin embargo, abundando en la frase de que «Convergència tiene el dinero, y Unió el pedigrí», la familia Pujol-Ferrusola acumuló, efectivamente, un enorme patrimonio que ahora es investigado por los jueces, pero clase, lo que se dice clase, no se le puede atribuir. Jordi Pujol, su esposa Marta Ferrusola y sus hijos son autores de una serie de exabruptos que, en algunos casos, roza lo poligonero.
Así, esta semana hemos visto a Marta Ferrusola en su faceta más ordinaria. «Váyase a la mierda», le dijo a un periodista que hacía guardia en la puerta de su casa. ¡Qué atrás quedan aquellos años de explosión mediática, en la que la esposa de Pujol convocaba a la prensa para tirarse en paracaídas! O se dejaba entrevistar en la radio y la televisión catalanas para advertir de que los musulmanes se reproducen mucho y, a este paso, las iglesias románicas de Cataluña se convertirán en mezquitas. O para decir que un político de origen andaluz como el socialista José Montilla no podía ser presidente de Cataluña.
«El hombre andaluz»
Claro que el pensamiento de la matriarca de los Pujol encaja perfectamente con las reflexiones que su marido volcó en el libro «La inmigración, problema y esperanza de Cataluña», publicado en los años cincuenta del pasado siglo y reeditado en 1976. Según Pujol «el hombre andaluz no es un hombre coherente, es un hombre anárquico. Es un hombre destruido (…) es, generalmente, un hombre poco hecho, un hombre que hace cientos de años que pasa hambre y vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual. Es un hombre desarraigado, incapaz de tener un sentido poco amplio de comunidad (...) Si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber superado su propia perplejidad, destruiría Cataluña». Siendo ya presidente, Pujol se disculpó, dado el gran volumen de población andaluza que reside en Cataluña, potencial granero de votos junto al que representaba el colectivo musulmán, siempre en el foco de Convergència.
El matrimonio siempre tuvo claro, e hizo proselitismo de ello, que «la reproducción y la continuidad eran una obligación religiosa y de país». Lo dice Pujol en sus memorias. Tuvieron siete hijos. El mayor, Jordi Pujol Ferrusola -con negocios oscuros en medio mundo-, y el quinto, Oriol -implicado en la adjudicación ilegal de estaciones de ITV-, fueron los primeros en emprender un viaje hacia los infiernos judiciales al que ahora se ha sumado toda la familia. Pero sin dejar de darse humos. Esta es la conversación que Pujol y su esposa tuvieron en Queralbs (Gerona) y que fue captada por las cámaras:
-(Pujol): «Me han presentado esta querella Manos Limpias»
-(Ferrusola): «Uy tranquilo, esto se olvida».
Este es el mejor ejemplo de la impunidad que esta florista reconvertida en empresaria gracias a las influencias de su marido, aún cree tener. La ex primera dama de Cataluña siempre tuvo un fuerte carácter, aunque también hubo momentos de debilidad. Lloró cuando, en 1982, el Papa Juan Pablo II visitó la abadía de Montserrat y zanjó su reunión con el matrimonio en tres minutos. «Este hombre no nos entiende, este hombre no nos quiere», dijo compungida. Marta esperaba que Su Santidad se mostrara sensible a las reivindicaciones identitarias de Cataluña. ¿Lágrimas de rabia? De impotencia, quizá, como cuando lamentaba que sus hijos no podían jugar en el parque porque todos los niños eran castellanos.
Pues en perfecto castellano se expresó la familia de Jordi Pujol Ferrusola cuando se vio sorprendida por una fotógrafa de ABC, Inés Baucells, en un restaurante de la Cerdaña. «¡Chapa la cámara, pava!», le dijeron. Así hablan las nuevas generaciones Pujol-Ferrusola, crecidas entre coches de lujo y «resorts» mexicanos. La realidad, que es tozuda. Pero Marta Ferrusola lo es más. Y poco paciente. Y vengativa. Mientras su marido avisaba a los periodistas apostados en Queralbs de que no pueden invadir una propiedad privada, ella le susurraba al oído: «Déjales que pasen, así nos querellamos». Este es el talante de la esposa del exhonorable Pujol, a quien animó a reafirmarse en sus postulados políticos en lugar de negociar una rebaja de condena en el juicio político al que fue sometido en el postfranquismo, en contra de la postura de su suegro Florenci, del que muchos años después recibiría una sustanciosa y sospechosa herencia.
COMENTARIO:
¿Dónde están el Ministro de Justicia, el Fiscal General del Estado, el ministro de Gobernación, los Jueces, la policía, la guardia civil? .......¿ Los delincuentes disfrutando de lo robado y no se enteran de nada? ¿Va atener que tomarse el pueblo la justicia por su mano?
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