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viernes, 24 de octubre de 2025

EL ENEMIGO SILENCIOSO.

 Cada día somos más los que engrosamos la lista de los que consideramos los patinetes y bicicletas eléctricos una seria amenaza a la integridad del resto de vehículos y sobremanera a las personas, a resultas del comportamiento de una inmensa mayoría de sus conductores. No son casos aislados que entren dentro de la proporción habitual de desmanes del resto de conductores del parque móvil de una ciudad, sino infracciones en gran número graves que se producen todos los días. Las pequeñas dimensiones y la enorme maniobrabilidad de los aparatos, unidas a las altas velocidades que alcanzan, los convierten en un riesgo difícilmente tolerable.

Como en muchos otros aspectos de nuestra vida más reciente, se lanzan a la calle, nunca mejor dicho, inventos que, como es lógico, buscan facilitarnos la vida, fin loable, pero, como cada vez viene siendo más habitual, no se hacen de manera previa los cálculos de lo que pueda ocurrir y las consecuencias que deban preverse. Y así nos pinta después.

El pasado día 20 presencio que casi acaba con sus huesos en el suelo un motorista que giraba hacia una calle por no ir a la velocidad apropiada un patinete eléctrico. Además de la velocidad excesiva y de no llevar casco ni ningún tipo de protección visible, el conductor del patinete se salta un stop perfectamente señalizado en horizontal y vertical. Huelga decir que lo descorazonador de todo esto es que, al día siguiente, mismo lugar, casi misma hora, mismo patinete con idéntica velocidad y de manera totalmente sorpresiva vuelve a saltarse el stop. No aprendemos, pero tampoco queremos aprender, y ahí ya tiene que intervenir quien tiene que intervenir. ¿Más casos? Circulación por vías en sentido contrario, pasos de cebra, aceras, utilización carril bus/taxi, cambios de sentido y más, todo ello prohibido y, por tanto, imprevisible para el resto del tráfico. Por desgracia, no descubro nada nuevo, lo que todos ya vemos y sabemos. No entro a valorar si hemos dejado estos vehículos en manos de menores, desentendiéndonos del desplazamiento a sus centros de educación, si no ayudan las prisas con las que circulan los usuarios de servicios de reparto de compras por internet y muchas otras casuísticas. El sector está desmadrado y podemos pagarlo todos muy caro.

¿Qué dicta el sentido común? A mí, para empezar, tres cosas: que debe existir una formación mínima vial para los conductores de estos vehículos (aunque esto no excusa no respetar cosas tan básicas y elementales como un stop, pues todos sabemos lo que es), que esos vehículos deben estar perfectamente identificados con números visibles en matrícula o similar, y que debe exigirse un seguro civil para hacerse responsable de los posibles daños materiales, ya no digo atropellos, que puedan causar, no se puede fiar todo a la solvencia del conductor o de quien tenga su patria potestad.

Las autoridades competentes deben actuar de manera inmediata, pues, cuando no se pone límites a algo, la cosa se descontrola y suele ir a más; y sí, no se engañen, en ese punto estamos. Una regulación concisa, clara y respetuosa con el resto de los ciudadanos es imprescindible y urgente.

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