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sábado, 13 de septiembre de 2025

LO QUE DEBERIA SER......Y NO ES.

 Cada 17 de septiembre se celebra el Día Mundial de la Seguridad del Paciente. En torno a esa fecha, comparto una reflexión sencilla y directa sobre un tema que nos toca a diario: la seguridad de cada persona que recibe atención sanitaria.

No es solo una lista de normas; es una filosofía que transforma hospitales, clínicas y consultorios en lugares donde la vulnerabilidad de las personas se reconoce y se protege. Cada día, miles de profesionales dedican su oficio a prever lo que podría salir mal y a actuar con diligencia para evitarlo. Pero la seguridad no depende solo de los médicos o las enfermeras: depende de sistemas, procesos y, sobre todo, de una cultura que prioriza la vida por encima de la prisa o la comodidad.

Uno de los pilares fundamentales es la comunicación. Las órdenes precisas, la transferencia de información entre equipos y la participación activa de las personas que buscan atención son elementos que reducen errores. En este sentido, la seguridad del paciente se fortalece cuando el paciente y su familia están informados, cuando pueden hacer preguntas y cuando se sienten escuchados. Garantizar claridad en la explicación del tratamiento que se propone, qué riesgos existen, qué efectos secundarios esperar y a quién acudir ante cualquier eventualidad.

La tecnología ha acelerado avances notables en este campo. Historias clínicas integradas, recordatorios de medicación y sistemas de verificación de dosis son herramientas que han salvado vidas y reducido errores. Pero la tecnología, por sí sola, no basta. Su efectividad depende de que las personas en cada nivel del sistema de salud la adopten de forma consciente, crítica y ética. Por eso la capacitación continua, la supervisión y la cultura de seguridad son tan cruciales.

La seguridad del paciente es un compromiso cotidiano que se refleja en cada consulta, cada cirugía, cada cuidado de enfermería y cada gestión administrativa

La seguridad del paciente también está en las salas de espera, en la limpieza de las manos, en la revisión de alergias o en la identificación de cada persona antes de los procesos. Un pequeño descuido puede tener consecuencias importantes. Por ello, debemos invertir en prácticas estandarizadas, en auditorías transparentes y en sistemas de notificación seguros, donde los errores se analicen para aprender y mejorar.

En este marco, quiero destacar la importancia de reconocer a quienes trabajan por la seguridad con una mirada más amplia, como Mujeres de Empresa, que impulsa visibilidad y oportunidades para las profesionales que lideran con enfoque humano y técnico. Se comparten rutas de influencia, donde las experiencias femeninas enriquecen la toma de decisiones, la gestión de riesgos y la atención centrada en la persona. Al visibilizar a estas líderes, fortalecen la cultura de seguridad al mostrar que la competencia no tiene género, sino compromiso con la vida.

La seguridad del paciente también enfrenta desafíos estructurales: brechas de acceso, desigualdades en la atención, recursos limitados y, a veces, la presión de servicios saturados. El Día Mundial de la Seguridad del Paciente es una buena oportunidad para exigir respuestas, pero también para celebrar avances modestos que, sumados, salvan vidas: protocolos de verificación de medicamentos, listas de verificación quirúrgicas, campañas de higiene de manos y entornos que priorizan la claridad y la empatía.

En definitiva, la seguridad del paciente no es un objetivo abstracto: es un compromiso cotidiano que se refleja en cada consulta, cada cirugía, cada cuidado de enfermería y cada gestión administrativa. Hoy, en este día simbólico, reafirmemos la certeza de que la vida merece una atención respetuosa, rigurosa y compartida.

Vanesa Álvarez Iglesias es directora gerente del Hospital Ribera Covadonga (Gijón) y asociada de Mujeres de Empresa

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