Gaza da la Vuelta a España y los ciclistas no tienen la culpa. Tampoco el deporte. Ningún individuo ni grupo humano ajeno al poder que impera es culpable de una guerra. Pero todas las vidas que la presenciamos somos, queramos o no, responsables. ¿Qué puedo hacer yo? ¿Embarcarme en la flotilla? Quizá no, pero desde luego callarme, tampoco. Por supuesto que no me gustaría que mi hija fuese ciclista en esta Vuelta... ¡Qué pena! Pero menos que su bici estuviese siendo bombardeada en las calles de Gaza. Tampoco acusada de terrorista por "el riesgo" que entraña una protesta propalestina en un acontecimiento deportivo. ¿De verdad entraña más riesgo protestar contra una guerra que la propia guerra?
Parafraseando un conocido poema: primero expulsaron a los palestinos, pero a mí no me importó porque yo no lo era.
La vida da muchas vueltas -ojalá siempre ciclistas- y quizá en una de ellas sitúe a quien no protesta en el lado de quienes no tuvieron opción. Mi arma es la palabra, quizá no sirva demasiado aislada, pero si cada una usa la suya... Ojalá nadie la borre, porque la guerra con paz se combate, pero si alguien lo hace, como el mural de Bansky, que lea: lo que se borra también existe, como las miles de vidas gazatíes.
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